El temido “rescate”
ha llegado ocultando intereses privados. Y lo ha hecho a escondidas, como hace
todo este gobierno, mientras la gran mayoría es hipnotizada –porque se deja- por
el fútbol, el tenis y la fórmula 1. Y todo aderezado con mentiras y carencia del
civismo que da el razocinio.
Y el grave
problema está en que ya nos han ahogado tanto que, aunque nos pongan bocabajo,
no va a salir ningún mísero céntimo de nuestros bolsillos. Consecuencia: que
vamos a estar tan endeudados como lo están en África. Los pocos beneficios que
tengamos verán como destino ir a las manos de los prestamistas; nosotros…a
morirnos de hambre. Me refiero, claro está, a la gran masa obrera mientras
otros cínicos se gastan nuestro dinero y el de Europa. Ese dinero que servía
para que tuviéramos, todos, acceso a SANIDAD, a la EDUCACIÓN y OTROS
SERVICIOS SOCIALES de ciudadanías avanzadas, lejos de las dictatoriales y
propias del Antiguo Régimen.
Espero que no
piense que estoy exagerando, pues ya tenemos un claro ejemplo en Grecia, mal
sendero que hemos tomado – a pesar de todos los avisos y aspavientos de los
intelectuales- nosotros por dejar hacer
a los mismos miserables que han provocado su crisis y que nos la han vendido
como nuestra. Ya lo he indicado otras veces: en el fondo, los culpables somos
nosotros por permitir que nos manipules, roben y lleven a la ruina. Pero esta
es la consecuencia de siglos de estupidez en la que el obrero baila el agua
al poderoso y se alegran de verlos con sus cochazos, mansiones y joyas imaginándose
que es él mismo, a pesar de que se está muriendo de hambre a causa de esos
ladrones.
Ya lo decían
los alumbrados del Siglo de Oro, los ilustrados de XVIII, los realistas, los
noventayochistas, los novecentistas y el Grupo del 27 (vamos, los
intelectuales): la educación es la base para eliminar los vicios y la idiotez
de la masa a fin de convertirla en una
verdadera sociedad compuesta por individuos capaces de reflexionar por sí
mismos, pero ser conscientes de formar una gran familia a la que le pertenecen
todos los servicios públicos. Y eso no lo tenemos en España. Durante siglos se
han encargado de evitar esta situación los nobles, los terratenientes, los
patrones, los dictadores y los empresarios (se habrá dado cuenta que son lo
mismo con diferente nombre, dependiendo de la época). Bastará algunos ejemplos
que se van repitiendo en esta estúpida sociedad nuestra que vilipendia a los
intelectuales y diviniza a los tiranos: en el siglo XVIII nos encontramos con
los ilustrados que pretenden mejorar el país. ¿Cómo lo paga el pueblo? Quemando
sus bienes (incluidos los libros), maltratándolos y obligándolos a salir de
España, porque adoraban a su rey Fernando VII, el mismo que ordenó fusilar a
los intelectuales que quedaban en el reino y llevó a la ruina al pueblo que lo
vitoreaba. Recordemos cómo el Gobierno de la Restauración engañó a
los ciudadanos haciéndoles creer que EEUU no era rival para a España (esto me
recuerda mucho a la propaganda que se está haciendo del equipo español de fútbol,
que, los pobres, está quedando en ridículo para los que no están cegados). ¿Qué
pasó? Lo que tenía que ocurrir, nos dieron la paliza que nos merecíamos por imbéciles.
Lo peor es que el pueblo –tan engañado- se sorprendió que vencieran a la Gran y Poderosa España arruinada como
estaba. Y no olvidemos una guerra civil surgida justamente por el miedo de los
tradicionalmente poderosos a que los intelectuales siguieran abriendo los ojos
al pueblo. Todo acabó en una dictadura que volvió a retrasar a un país que había
conseguido evolucionar en unos años.
Me entristece
y me enfada esta situación por varios motivos: porque nuestra falta de unidad y
de empatía han provocado que dejemos hacer a unos miserables; porque las clases
obreras se dejan manipular por los que las maltratan; porque desdeñamos la
educación, los valores y la inteligencia que hacen prosperar a una sociedad; porque
nos dejamos “entretener” con la estrategia más antigua del despiste (fútbol, fórmula
1, etc); porque nos llevan avisando décadas los intelectuales y nos tapamos los
oídos.
Islandia nos
dejó claro el camino desde finales de la década pasada, pero nosotros nos
comportamos como tontos. Si de verdad queremos salvarnos, las cosas son más fáciles
de lo que parece: apaguemos la televisión, unámonos para defender a cualquiera de
nuestro grupo (mineros, educadores, médicos, familias, pensionistas…), hagamos bajar
a los ladrones de su estrado (llevémoslos a juicio y hagámosles devolver hasta
el último céntimo) y alcemos a los verdaderos intelectuales, únicos que pueden
conducirnos por buen camino.
¿ Y que hacemos con unos medios de comunicación vendidos ( no hay mas que ver el tratamiento que están dando a la huelga de los mineros presentándolos como unos salvajes terroristas ) cumpliendo las órdenes recibidas de asustar a todo bicho viviente no sea que el personal se cabree y empiece a romperlo todo?
ResponderEliminarRecuerdo que cuando los ciudadanos de Islandia se negaron a afrontar una crisis que no era suya lo vendieron como si fueran terroristas; pero mira dónde están.
EliminarDe todos modos nos encontramos ante una dictadura disimulada donde se emplean todos los medios para hacernos dóciles. La prensa manipulada, la telebasura y el fútbol son los más utilizados junto a la estrategia de desacreditar a los que pueden ayudarnos. Sigo pensando que una buena educación es muy valiosa para dar como resultado ciudadanos que se den cuenta que intentan manipularlos y hagan lo posible por evitarlo. Además, creo que son los intelectuales quienes pueden guiarnos, aunque para ello los habitantes de este triste país han de dejar de maltratarlos y empezar a ponerse en acción de manera unida. Nos tienen miedo. Temen que espabilemos y pensemos como un grupo. De ahí que hagan lo posible por criminalizar, insultar y mentir sobre lo que para ellos puede ser un peligro, pero un salvavidas para la sociedad.
Gracias por dejar tu comentario. Ha sido muy interesante.