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ant era un hombre meticuloso que organizaba su día al minuto. Se levantaba a las cinco, preparaba sus clases y después dedicaba tiempo a su quehacer filosófico hasta la una menos cuarto, momento en que esperaba, como siempre, a sus convidados para comer. Por su puesto, suponía un grave contratiempo que éstos llegaran tarde.
Éste ere el tiempo de recreo, el de la comida con sus amigos, con los que conversaba de diferentes temas. Eso sí, nunca lo hacía de Filosofía.
Kant tenía pautado hasta la forma de conversación: narración de una anécdota daba lugar a la reflexión y luego a las bromas. Sin embargo no centraba las miras en sí. Lo único que no soportaba, según Jachmann (asiduo comensal) era <<tanto aquellos que tercamente llevaban la contraria como a aquellos que irreflexivamente asentían permanentemente>>.
Cuando los invitados se marchaban, nuestro filósofo solía dedicar el tiempo a leer. Sin embargo, puntualmente a la siete salía a pasear. Tan puntualmente que se dice que las gentes esperaban a verlo pasar para poner en hora sus relojes. A pesar de ello hubo una vez que rompió su rutina. Parece que la lectura de Emilie, de Rousseau, lo atrapó de tal manera que sacrificó el paseo.
A las diez de la noche se acostaba. Y ese era un día de Kant. Pero no ha de creer, lector, que esta puntualidad se debiera a una obsesión, sino que respondía a dos causas: por una lado, a la necesidad de organizarse para compaginar su vida de profesor con la de filósofo; por otro, al hecho de que su enfermedad le hacía cuidarse.
Así cenaba poco y no tomaba nunca café o dejaba el pañuelo lejos para obligarse a levantarse y a fortalecer su débil cuerpo.
Estas son algunas de las curiosas costumbres del que consideramos el padre, entre otras cosas, de los Derechos Humanos.
Que gran personaje el Sr. Kant Un ejemplo de moral como sistema y voz interior y de la superioridad del hombre y a su vez de su gran responsabilidad por ello. Uno debe ser moral por imperativo categórico, no por mandato social o religioso. Debe seguir siéndolo en toda situación o en el aislamiento de la sociedad.
ResponderEliminarComo reza su epitafio: el cielo estrellado encima de mi, y la ley moral dentro de mi, son prueba de que hay un dios encima de mi y un dios dentro de mi... Siempre me he regido por estos principios que mi abuelo, adorador de Kant, intentó inculcar a sus alumnos en Vallecas.
Este personaje y su filosofía son también de mis preferidos y, al igual que a ti, me guían en este contexto de amoralidad. Tanto su filosofía y tus palabras sobre él me recuerdan al misticismo gnóstico que eliminó el cristianismo ortodoxo, pero que estaba en sus orígenes. Me parece muy bello y algo que he sentido desde niña: existe en nosotros tanto una conexión con el resto de la Humanidad y de la realidad como un elemento - un Pepito Grillo- que nos indica lo que esta bien y mal (para toda la Humanidad, no para unas sociedades y para otras no. Pero hay que saber escuchar ese yo interior y creo que en este sentido es relevante la Educación, como el propio Kant (como buen ilustrado) advertía.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario. Me alegra saber que todavía existen personas que realmente entienden la Ética de Kant e intentan ponerla en práctica.