Tras las elecciones de Galicia, el apoyo al PP, a pesar del maltrato que dispensa a los ciudadanos, ha provocado una serie de reflexiones en internet. Aquí os traigo una, procedente de la bitácora El Bisturí.
Paco se pregunta qué está pasando, que conduce al pueblo a tal esperpento. Yo, con lástima, creo tenerlo bastante claro: la estupidez de dos grupos de "ciudadanos": por un lado, los que votan sin pensar, como si un partido político fuera un equipo de fútbol al que le debes fidelidad por mucho que te hagan terribles y anacrónicas sangrías; por otro, los que ni van a las urnas, sin ser conscientes de que así dan apoyo a los tiranos. Actitudes imbéciles, como yo decía. ¿Y de dónde procede esto? Viene de largo, pero existe una serie de acontecimientos y procedimientos -muy pacientes por parte de los villanos- más o menos recientes.
Esta actitud de servidumbre, de dejarse engañar por el malvado privilegiado ya viene de la Edad Media hispánica, pero varias circunstancias son enormemente relevantes. Nuestro país (e incluyo todos los reinos y condados peninsulares) ha sido dominado siempre por una minoría privilegiada (no intelectualmente, sino económica) que se aprovecha de la gran masa del pueblo anulando su capacidad de observar y pensar mediante la Iglesia (y no me refiero a la religión en sí -aunque poco tiene que ver ya a la original- sino a la institución gobernada por parte de esos privilegiados). ¿El medio? El miedo irreflexivo.
Así eran las cosas cuando a los RRCC se les ocurrió la estúpida (y no sólo desde el punto de vista humano) idea de expulsar a los judíos en 1492. Con ellos se fue la mayor parte del desarrollo económico, pues se acababa de echar a la burguesía. Seguramente, la crisis económica hubiera sido tan grande que incluso los nobles hubieran tenido que verse obligados a emplear sus manos para trabajar. Y las cosas hubieran sido de otra manera. Pero tuvimos muy mala suerte. Colón "descubrió" América. pero lo que importó a este grupo privilegiado fue el oro. Un oro que creyeron infinito y se pusieron a malgastar a la vez que hundían en la miseria al pueblo. Sin embargo, el oro se acabó y el Imperio español hubo de empezar a pedir préstamos con sus costosos intereses. Pero en vez de parar el gasto, el dinero se empleo en guerras y en deleite de los privilegiados. Esto hizo que surgieran algunas mentes críticas e incluso que los pueblos empezaran a pensar en otras religiones. Mas la presión de la Iglesia se hizo más fuerte y acalló esos pensamientos con castigos "ejemplares". Sin embargo, algunos escritores alumbrados o erasmistas dieron buena cuenta de sus reflexiones críticas mediante sus textos anónimos (
El Lazarillo es un buen ejemplo) para evitar a la Inquisición.
De este modo llegamos al siglo XVII, momento en que el Imperio entra en una enorme crisis. Sin embargo, los privilegiados siguen viviendo a cuerpo de rey -muy por encima de sus posibilidades (recordemos que, encima, hay que pagar todos los préstamos)- a costa del pueblo, empobrecido hasta el extremo. El país era pobre, aunque vivía en la apariencia con la que intentaba engañar a la gran masa analfabeta y hambrienta. Por ello tenemos un Madrid de edificios de ladrillos, que, en ciertos momentos, se decoraba con lonas pintadas con fastuosos monumentos. La apariencia. Pero ¿cómo se explica que el gran número de pobres no se rebelara contra la minoría privilegiada que los ahogaba? Pues por el adoctrinamiento que se había ido realizando durante mucho tiempo y que llegará en el XVII a su punto culminante con el empleo, por parte de la Iglesia, la Nobleza y la Corona de la propaganda subliminal de sus ideales mediante el uso del teatro comercial: la comedia nueva. Mientras se hacía un buen teatro, de gran calidad, por autores como Cervantes, el mecenazgo iba a parar a un teatro adoctrinador. Un teatro de entretenimiento que escondía los ideales de esos tres poderes. Y así, el pueblo fue aceptando la bondad y necesidad de aquellos que lo utilizaba y lo conducía a la hambruna, la muerte y a la estupidez.
He de recordar que en España, gracias a los RRCC, no había un grupo burgués fuerte. Y esta clase social es la que, en otros países, conduce a la Ilustración: basada en la razón, desestimando la superstición que empleaba la Iglesia para dominar mentes, buscando una sociedad formada por hombres de bien (para lo que es primordial la buena educación PÚBLICA) y siendo el primer momento en el que se asegura que todos los seres humanos somos iguales.
Como decía, aquí no había un grupo burgués fuerte, sino una poderosísima Nobleza que concentraba el poder en sus manos, buscando siempre la perpetuación de sus privilegios a costa del pueblo, que todavía era entretenido con un teatro adoctrinador (ahora, para esos está la televisión). Sin embargo, un pequeño grupo perteneciente a la nobleza (que eran los que podían acceder a los estudios) y heredero de la línea de alumbrados que procedía del Renacimiento tomó la batuta para intentar mejorar el país, preocupándose por el pueblo. El grave problema lo tenía en su mayor enemigo: el grupo conservador (mayoría de la Nobleza e Iglesia), que dominaba, pacientemente, al pueblo mediante mentiras y propaganda. Y este pueblo no fue capaz de ver quiénes eran los malos y quiénes los buenos. De hecho, hizo caso a los villanos. Por ello sucedió el Motín de Esquilache, el Motín de Aranjuez e incluso los acontecimientos de principios de mayo de 1808. Siempre con la mano invisible de una Nobleza que quería conservar sus privilegios.
Todo esto ha llevado a que parezca que en el ADN de la ciudadanía se haya instalado la facilidad de dejarse engañar por esos grupos privilegiados a los que cada vez permitía hacerse más fuertes. y aunque siempre ha habido intelectuales que han intentado avisarlos, esos poderosos han sabido vilipendiarlos y descalificarlos sin que el pueblo se parara a reflexionar. Sin embargo, esa línea que parte de los alumbrados, pasa por los ilustrados como Jovellanos y Moratín, por románticos como Larra (que se suicida desencantado de este país que ha querido mejorar, pero comprendiendo que no tiene remedio), realista como Galdós, comienza a hacerse algo más fuerte, a subir la voz con los noventayochistas y el surgimiento de la Institución Libre de Enseñanza. Y así aparecerá uno de los grupos más valiosos de intelectuales: el del 27 (en todos los géneros, no sólo el poético), que se acerca al pueblo e intenta concienciarlo. Gran parte de éste abre los ojos a pesar del procedimiento acostumbrado de la antigua nobleza, ahora patronos y luego grandes empresarios. Y así aparece la II República. Sin embargo, ésta ha de enfrentarse con tres de los poderes más fuertes (Nobleza-terratenientes, Iglesia y Ejército). Y sabe que es la única manera de que España progrese, pero lo hace muy rápido, temiendo que la duración sea tan corta como la de la I República. Intenta llevar a cabo, entonces, grandes reformas. Entre ellas la agraria, que recupera las ideas ilustradas de Jovellanos al ver la necesidad de desposeer a los terratenientes de grandes latifundios que no se cultivan y repartirlos entre el pueblo. Está claro que esto no puede hacerse de la noche a la mañana, especialmente con los poderosos. Pero el pueblo no lo entiende y, como un niño, quiere las cosas ya, se enrabieta y comienza la quema de iglesias y otras barbaridades por el estilo. Y eso describe perfectamente al pueblo español: aguanta y aguanta de modo esclavo para luego pasar al extremo destructivo, encima cuando no toca. En fin.
La segunda etapa de la República está controlada por un grupo conservador y chorizo que emplea dinero público para fines privados (¡cómo me suena esto!). Se vuelven a hacer elecciones y gana la izquierda, que -muy inteligentemente, se ha presentado en coalición (algo que ha olvidado en la actualidad, pero de lo que aprendió la derecha, que bien sabe que si se quiere guardar los privilegios ha de votar al PP). Los terratenientes, Iglesia y Ejército (que realmente forman parte del mismo grupo) temen que vuelvan a llevarse a cabo las reformas sociales que eliminan sus privilegios. Dan una aviso al Presidente de la República para que dé como inválidas esas elecciones, a lo que éste se niega: el pueblo ha elegido (y por una vez que lo hace bien...). Los conservadores comienzan su plan de conspiración. Quieren conservar los privilegios que han robado al pueblo durante siglos. Asesinan a un oficial liberal. Los amigos de éstos se vengan (¿mayor estupidez se ha visto?) entrando al trapo y matando a otro oficial conservador. Acaban de "justificar" el levantamiento militar (que ya estaba preparado). El resto ya nos lo sabemos y acaba con la vuelta a la Edad Media mediante una Dictadura que mima a los privilegiados: grandes empresarios (antigua Nobleza, patrono y terrateniente), a la Iglesia (como institución adoctrinadora, no como religión) y al Ejército. El pueblo vuelve a convertirse en servidumbre miserable, hambrienta y sin comprender la realidad. ¿Cómo se consigue esto? Con el miedo. Un miedo que, como con el instrumento que se muestra en
La Naranja Mecánica, el pueblo siente arrepentimiento y vergüenza ante los ideales "rojos". Y el pueblo vuelve a pensar, como ocurría en la Edad Media y en el XVII, que esos grupos se merecen vivir mejor que ellos, que son buenos y que esa vida sin libertad es perfecta. Pero la línea de alumbrados continúa aún hasta nuestros días y siempre intenta hacer entender a sus compatriotas la realidad, abrirles los ojos. Sin embargo, tanto el adoctrinamiento del teatro del XVII, la propaganda nobiliaria en el XVIII como el empleo del miedo y la opresión durante la Dictadura han dejado huella en el ADN del español (incluyo todas las comunidades autónomas), mutándolo para incapacitarlo para pensar y emplear la razón. La última fase comenzó en los noventa con las maneras arrabaleras de Aznar y su gobierno de vituperio a la cultura, educación e intelectualidad a favor de la mala educación que se ha extendido mediante el empleo de la telebasura al estilo de los privilegiados del XVII con el teatro. Y eso nos ha llevado a una crisis de valores, más que económica.
En definitiva, los herederos de los grupos privilegiados (por eso me parece rematadamente estúpido que un obrero les dé su voto o que les dé su apoyo por no ir a votar) siempre ha sabido manipular al pueblo. Y ahora les resulta más sencillo, pues los ancestros de lo que hoy conocemos como la derecha (PP, UPYD, etc) ya habían dejado la mente de la sociedad medio vacía de lo racional y para llenarla con prejuicios y falsedades.
Para mí, el único remedio es que el pueblo escuche a los intelectuales, a los de verdad, a los que emplean la razón y se preocupan por mejorar la vida de la sociedad. Ese grupo de intelectuales a los que a la derecha no les merece dar voz y por, si acaso, los maltrata y humilla para que el pueblo haga lo mismo, justo con los únicos que pueden ayudarlo.
Tras esta reflexión os dejo con la de
El bisturí:
http://elbisturi-paco10.blogspot.com.es/2012/10/masoquistas-o-hipocritas.html