En el origen de los tiempos, antes de
que el mundo tuviera su forma actual, existía un pueblo junto al mar. Allí
vivía un hombre sin esposa. También habitaba en el lugar su hermana.
Una
noche en que ella se disponía a dormir y encendía la lámpara con aceite
de foca, vio una sombra masculina que pretendía entrar en el iglú. Temiendo que
quisiera violarla, hizo lo posible para no dejarlo entrar. Sin embargo, al
comprobar lo complicado que resultaba, se impregnó sus dedos de hollín. Estaba
decidida a descubrir quién era aquél hombre que se colaba en su iglú en plena
oscuridad. Cuando éste yacía sobre ella, la muchacha marcó la frente.
A la mañana siguiente, se dirigió a la
casa de los hombres. Vio la mancha en uno de ellos, pero le espantó descubrir
que era su propio hermano. Airada, cortó uno de sus pechos y se lo ofreció en
un plato al hermano que tanto la deseaba. El hombre, asqueado, lo rechazó y
expulsó a su hermana. La muchacha salió corriendo con el plato en una mano y
musgo prendido en la otra. Hizo lo mismo su hermano. Ella cada vez corrió más
rápido, tanto que ascendió al cielo y se convirtió en el sol. Él parecía
seguirle el ritmo, pero en la mano le quedaban las cenizas del musgo. Se
transformó, entonces, en luna, que expulsa continuamente al sol. Sin embargo, a
veces, se abrazan y se forman los eclipses.
Aunque durante el invierno el sol
pierde fuerza y desciende, durante la primavera y verano recupera su esplendor
y belleza, momento en que la luna lo desea más. A veces, el astro nocturno se
desvanece por el hambre hasta que el sol le ofrece su pecho para que se
alimente. Y comienza, de nuevo el ciclo, de persecución.
Según los inuit, hubo un tiempo en que
los humanos viajaban asiduamente a la luna. Sucedía cuando ésta se acercaba a la Tierra y elegía a un hombre
o a una mujer para que viajara por el firmamento. Si la hacían enfadar, como
controlaba la fertilidad y el movimiento de los animales, podía hacer que éstos
se alejaran y los inuit pasaran hambre. Por eso tenían que viajar muchas veces
los chamanes a la luna y procurar apaciguarla.
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