Observó su
tamaño. Sus ojos se abrieron extasiados por tal magnitud. No era usual
encontrarla de tal grosor, pero lo que más llamó su atención fue la dimensión.
La miró con detenimiento, casi con admiración. No sabía si iba a ser posible
meterla en su boquita de pitiminí. La acarició con parsimonia antes de
decidirse a sostenerla. Volvió a contemplarla. Deseaba alargar el momento. Se
la acercó a los labios, todavía sellados. Los entreabrió y asomó levemente la
lengua. Al fin la introdujo en la boca. La saboreó. Unos segundos de placer… y esa patata iría a pasar
la vida adosada a sus caderas.
Patricia
Ja, ja. Buen microrrelato, con el estilo tan suave y característico tuyo, creando perfectamente el ambiente. Y como buen microrrelato, la sorpresa final. Por cierto, me ha entrado algo de hambre.
ResponderEliminarJe, je. Gracias, Chema.
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