Viendo que a la gente y a nuestros gobernantes se les ha olvidado la
moral a seguir, he decidido recuperar el pensamiento de uno de mis filósofos
preferidos: Kant. Y a ese pensamiento se deben tanto los derechos humanos como
el inicio de los estudios psicológicos.
Recordemos que Kant pertenecía a la Ilustración ,
movimiento que da alta relevancia a la razón. Sin embargo, dentro de una lucha
entre empiristas y racionalistas, nuestro filósofo decide llevar a cabo el
mismo análisis crítico que se emplea en todos los campos durante esa época,
pero dirigida a la propia razón humana, puesto que en ese momento se la
considera sin límites.
De modo que la filosofía de Kant
se va a enfrentar a tres preguntas (¿qué se puede saber?, ¿qué se debe hacer? Y
¿qué se puede esperar?), que equivalen a ¿qué es el hombre?
Respecto a la primera pregunta
-¿qué se puede saber?-, Kant intenta descubrir cuál es el límite del
conocimiento humano. Para ello analiza cómo se produce éste, es decir, la
ciencia. Además se pregunta si el tema principal de estudio de la Filosofía – la Metafísica- es
ciencia.
Para ello recuerda que hay dos
tipos de juicios (enunciados): los a
posteriori o sintéticos (que se basan en la experiencia) y los a priori o analíticos son explicativos y
no aumentan el conocimiento. Un ejemplo
de éstos sería: el triángulo tiene tres
ángulos. Del primero podríamos decir: los
árboles son verdes. Con cada uno
tenemos problemas pues con el primer ejemplo –el juicio a priori- no aprendemos nada nuevo, la información ya está
contenida en el sujeto, pero es universal; es decir, siempre va a ser así. Sin
embargo, con el juicio a posteriori
nos basamos en nuestra experiencia, en nuestros sentidos. Aprendemos novedades,
pero no poseen carácter universal. De este modo, cuando afirmamos que los
árboles son verdes estamos asegurando que todos los del mundo son de este
color. Lo hacemos según nuestra experiencia, lo que hemos visto, pero no es una
afirmación cierta, ya que existen árboles cuyas hojas son de otros tonos, por
ejemplo el haya de hojas rojas.
De manera que nos enfrentamos a
un grave problema ya que o no conocemos nada nuevo o es falso. Mas todo esto
cambia con la física – matemática de Newton según Kant, ya que aúna lo bueno de
cada uno de estos juicios para crear otro nuevo: el sintético a priori. Pero
¿cómo puede ser dependiente e independiente de la experiencia a la vez?
Para averiguarlo la Crítica de la
Razón Pura se organiza en tres partes:
Estética transcendental, Analítica transcendental y dialéctica transcendental.
Si empezamos por la primera,
hemos de recordar que la
Estética es la parte de la Filosofía que estudia la
sensibilidad, aquello que procede de los sentidos. De este modo el ser humano conoce
sensiblemente las formas a priori porque las vuelca sobre elementos que percibe
por los sentidos. Voy a poner un ejemplo muy sencillo: para comprender la
abstracción de las operaciones matemáticas se sustituye por algo que percibamos
por los sentidos, como contar con los dedos. Esto nos proporciona conocimiento
basado en intuiciones empíricas, pero nunca seremos capaces de conocer la
esencia de las cosas (noúmenon), sólo
la imagen que de ellas nos formamos. De manera que el espacio y el tiempo son
sólo formas percibidas por nosotros para
ser capaces de ordenar el caos de sensaciones que nuestros sentidos nos
aportan. Eso sí, todos los humanos lo percibimos igual, aunque no equivalga
exactamente con la realidad.
Respecto a la Analítica
transcendental, Kant se ha preguntado cómo son los juicios a priori en las
Matemáticas, pero aquí busca cómo se dan en la Física. Para ello analiza la
parte de la Lógica
que estudia el entendimiento. Éste estructura los fenómenos sensibles. De modo
que es la facultad de conocer mediante conceptos, la facultad que nos permite
pensar la realidad. Pero están basadas en percepciones empíricas que el
entendimiento organiza para crear conceptos que comparten todos los seres
humanos.
Por último, en la Dialéctica
transcendental, se pregunta si los juicios a priori son posibles en la Metafísica , es decir,
si ésta es una ciencia. La respuesta es un categórico NO, ya que estudia el yo,
el mundo y Dios. Y ninguno parte del mundo sensible. Es decir, la Metafísica no busca
cómo son las cosas para mí, sino en sí mismos (noúmenon). Y ya hemos advertido que el ser humano es incapaz de
conocer la esencia de las cosas.
Esos sí, son transcendentales, es
decir, universales; pero ya no es un conocimiento científico.
En resumen, el procedimiento del
conocimiento humano es el que sigue: nuestros sentidos nos aportan información
caótica que seleccionamos y organizamos en el tiempo y el espacio creando la
representación mental del objeto (fenómeno). Pero todavía existe una caos de
fenómenos, que estructura el entendimiento (capacidad de pensar en la realidad
mediante conceptos puros) para que conozcamos las leyes de la naturaleza.
Y ahí está el límite de nuestro
conocimiento, de la ciencia, que sólo somos capaces de conocer las
manifestaciones sensibles de la naturaleza porque están organizadas en espacio
y tiempo. Nuestro conocimiento
(ciencia) se basa en lo que podemos
percibir por los sentidos. Ahí está nuestro límite. Por eso la Metafísica no es
ciencia, pues no puede demostrarse empíricamente.
Entonces, ¿los filósofos han
estado perdiendo el tiempo? Claro que no. La Metafísica no es
ciencia, así que Kant se da cuenta que no puede analizarla mediante el uso de la
Razón Pura , pero procura hacerlo por el uso
práctico de la razón, es decir, no desde el conocimiento sino desde la conducta
del ser humano.
Según esta perspectiva, Kant se
da cuenta de la existencia de una LEY MORAL UNIVERSAL, es decir, una especie de
Pepito Grillo que nos indica qué es lo que está bien respecto al
comportamiento. No se basa en la experiencia (es a priori), es universal (es igual para todos los seres humanos en
cualquier lugar y época) y es autónoma. Para que se entienda que no se funda en
la experiencia espero que valga este ejemplo: venos que a alguien se le cae un
billete de cincuenta; nuestro Pepito Grillo (la
Ley Moral ) nos dirá que lo cojamos para
devolverlo a su dueño; como empleamos bien la inteligencia, nos disponemos a
hacerlo, pero el dueño nos descubre y cree que nos lo vamos a quedar, por lo
que nos pega una paliza; sin embargo, aunque no haya salido bien esta vez,
sabemos que nuestro comportamiento es el correcto, de modo que si se diera el
mismo caso, repetiríamos la buena acción.
En cuanto a la característica de
la universalidad, sabemos, porque así lo dice la
Ley Moral –si somos capaces de oírla- que
matar está mal en todas la épocas y sociedades. Esto hace ver que, a veces,
chocan la ley moral con la humana: véase el caso de la pena de muerte en EEUU.
Hay que recordar que existen dos
tipos de mandatos o imperativos: el hipotético y el categórico. El primero son mandatos que obligan
condicionalmente. Por ejemplo, no robes si no quieres que te meta en la cárcel
o ir al infierno. Que se siga este mandato no nos hace mejores persona, sólo
temer el castigo. En cambio, el imperativo categórico obliga a todos los seres
humanos (es universal, a priori); es el deber por el deber, me comporto así
porque es mi obligación como buen ser humano. De aquí sale la importancia de la
intención, de la voluntad del bien que tengamos. No es lo mismo hacer el bien
por miedo al castigo que porque se hace lo que se debe.
De modo que la ética de Kant es
una moralidad superior porque es formal, no depende del castigo o la felicidad,
sino de la obligación como un ser racional.
Pero, ¿cuáles son las causas que
nos obligan a comportarnos moralmente (¿qué puedo esperar?)? Kant considera que
se debe a tres postulados (no se puede demostrar, no son perceptibles por
nuestros sentidos): la libertad, inmortalidad del alma y la existencia de un
Ente Superior.
Respecto a la libertad, el ser
humano tenemos poder para elegir si hacemos caso o no a nuestro Pepito Grillo,
si seguimos o no el deber moral. Si no fuera así, el buen comportamiento
estaría totalmente mecanizado y pertenecería a nuestros instintos. Eso sí, el
hombre superior es aquél que es capaz de emplear la razón práctica, es decir,
de comportarse según la ley moral universal.
En cuanto a la inmortalidad del
alma, la vida es muy breve para poder llevar a cabo toda la buena voluntad. De
modo que debe haber otra vida.
Además, tanto bien ha de ser
recompensado de alguna manera. Por lo que un ser superior ha de hacerlo.
Si no os habéis percatado os lo
digo yo. Para Kant –así como para cualquier ser humano con dos dedos de frente-
el uso práctico de la razón es superior al uso puro. La moral y el buen
comportamiento están por encima del conocimiento. Éste, en consecuencia,
debería sustentarse en aquél. No al revés. Y éste creo que es el problema de
base de la sociedad actual: ha olvidado la importancia de la Razón Práctica y ha llegado,
incluso, a la extrema estupidez cuando ataca y ridiculiza a aquellos que son
capaces de emplearla.
Para presentar la importancia de
someter la razón pura a la práctica voy a recordar que los primeros en
investigar sobre la clonación fueron los nazis.
Excelente exposición. Pero esperaba un final que enlazase con los recientes acontecimientos, tal como se presume por el título.
ResponderEliminarTe diré lo que yo pienso. No creo que los que se dedican a estafar, defraudar etc. se sirvan de esa clase de razón, no se molestan en profundizar tanto. Su pensamiento es mucho más superficial y pragmático, centrado fundamentalmente en el qué, cuánto y cómo. Qué puedo robar, a cuánto asciende lo que me llevo y cómo puedo hacerlo. Así cómo otros detalles de menor importancia: dónde me lo llevo, quienes pueden ser mis cómplices etc.
Desde la más absoluta indignación, saludos y gracias por hacerme pensar.
;) He preferido dejarlo a la reflexión de cada cual. Todos tenemos ambos usos de la razón sólo por ser personas, pero hay que desarrollar la capacidad de escuchar a ese Pepito Grillo. Esta gente ha nacido y se ha criado en un ambiente donde a la conciencia, a la razón práctica, se le ha cortado la lengua. De modo que al no usarla son seres humanos incompletos, defectuosos y poco inteligentes.
EliminarUn abrazo.