Ya he mencionado más de una vez
que me parece que se está empleando el fútbol como opio para el pueblo; que
sirve para despistar la atención de éste como los emperadores romanos hacían
con las cruentas luchas de gladiadores. El caso es que hoy jueves, día que
solemos emplear para reflexionar sobre el civismo y su contrario, he de decir
que la gente se vuelve loca en el campo y en el sofá ante el enfrentamiento de
veintidós jugadores. No me refiero solo a la locura fanática estilo las
adolescentes que se pintan la cara y gritan hasta la extenuación (y luego
vuelven a gritar más) ante sus ídolos. No. Al menos ellas lo hacen desde el
punto positivo. En fin, que no me refiero a eso, sino a la falta de civismo que se hace patente
entre muchos de los espectadores (porque, aunque no lo parezca por lo a la
tremenda que se lo toman algunos, es un simple juego nada relevante para
nuestra vida social).
Pues bien, me ha llamado
negativamente siempre la atención el comportamiento chabacano e indigno de
algunos (cada vez más) individuos que se dedican a gritar insultos y a hacer
gestos insolentes con el dedo por el simple hecho de que el destinatario es un
jugador del equipo contrario (a veces, incluso, del mismo). Ya sabemos que
cualquier actitud incívica e inmoral refleja la falta de inteligencia social. A
mí me da que se está empleando a los jugadores como chivos expiatorios de la
angustia vital propia. Parece que olvidamos que los jugadores son personas
–personas que ganan, inexplicablemente, millonadas; pero personas al fin y al
cabo- y que no están ahí para la terapia psicológica de los energúmenos. Son
chavales que no tienen porqué aguantar los improperios de unos anormales a los
que la vida no va bien.
Me pongo en la situación de estos
deportistas – como digo, a veces muy jóvenes- y me da coraje que tengan que
sufrir estas estupideces. Tras esos millonajos tienen su corazoncito. Así
entiendo que unos se hundan en la miseria (como pasaba a Benzemá en los
primeros años en el Madrid, porque esta
afición es de la que peor trata a sus jugadores) y que otros, hartos, respondan
con la misma moneda mandando con saña un balonazo contra el público (como Mesi
en el Bernabeu) o gestos infortunados (como Cristiano en el estadio del
Athlétic de Bilbao). No los justifico, nada más lejos de la verdad, pero sí que
entiendo lo que los ha llevado hasta allí.
Luego están los más inteligentes
que pasan o hacen como Casillas. Esta situación que voy a relatar a
continuación muestra hasta qué punto de decadencia ha llegado la sociedad
española y, por tanto, la estupidez que ansía el tirano en su pueblo. ¡Qué
fácil lo ponemos! El caso es el que sigue: en un partido cualquiera
–irrelevante para lo que nos ocupa- los continuos improperios de un aficionado
llaman la atención de este deportista. ¡Cuál fue su sorpresa cuanto observó que
el emisor de tantos sapos era un crío de unos diez años que (ojo al dato)
estaba junto a su padre! Como cualquier ciudadano civilizado el portero le dijo
al padre (por llamarle algo, porque eso debería estar sancionado con cárcel)
que a ver si educaba al niño. Aunque la prensa, como siempre, dio la
información sesgada, considero que la del futbolista fue una actitud acertada,
aunque no tengo todas conmigo que el progenitor de ese satánico chico se le cayera la cara de vergüenza. De algún
sitio lo ha aprendido el niño.
Además nos topamos con la idiotez de desear
el mal, por ejemplo, al BarÇa cuando juega con el Chelsea. ¿No recordamos que
es un equipo español, por muchas idioteces políticas que digan entrenador y
presidente? O atletista cruzando los dedos para que el Madrid caiga en Champions.
¡Y eso que son de la misma Comunidad!
A esto se suman esas “bromas”
salidas de tono estilo el Bernabeu como un inodoro.
Esto no es una guerra. Es solo un
juego de escasa importancia real que sirve para entretener y apreciar la
fortaleza física y técnica de los deportistas ¿Cuándo aprenderemos el valor que
tiene ir con tu amigo del BarÇa o del Atlético mientras tú llevas tu camiseta
del Madrid, del Betis o el que sea? ¿Qué más da? Las demás actitudes muestran
una profunda idiotez y un mal corazón. Normal que nuestro país esté como está.
A más de a uno se le debería caer la cara de vergüenza si tiene un poco de
dignidad.
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