ALGUNOS APUNTES SOBRE LOS VAMPIROS.

Como esta semana celebramos el centenario de Bram Stoker la mitología de hoy vamos a dedicarla a los relatos centroeuropeos de vampiros.

El temor a los no muertos es común entre las antiguas civilizaciones (griegos, celtas, egipcios, amerindios), teniendo en cuenta  que convivían con cadáveres. Esto a nosotros nos resulta un tanto extraño porque nuestros difuntos quedan en manos de expertos. De modo que no somos testigos de las extrañas transformaciones del cuerpo que hicieran pensar a muchos que existían no muertos y tener verdadero temor a éstos. Recuérdese la isla griega que sólo se destinaba a cadáveres que se consideraban vampiros, aunque no los denominaran así. El término procede del eslavo meridional vampir, aunque presenta variaciones en otras lenguas (upir, upior, por ejemplo).

La figura del vampiro ha atraído y aterrorizado especialmente a los kasubos (eslavos occidentales que habitaban en la desembocadura del río Vístula). Sin embargo, entre los eslavos meridionales el concepto de vampiro se difuminó con el de licántropo. De hecho, el vocablo moderno para referirse al vampiro es vukodlak (“pelo de lobo”). La diferencia, no obstante, es que el vampiro es, en realidad, un espectro.

Pero ¿quiénes estaban destinados a convertirse en vampiros según los eslavos? Los licántropos, brujas, hechiceros, herejes, asesinos, ladrones, prostitutas y otros indeseables. Incluso, los suicidas.

Sin embargo, también consideraban que una persona normal podía transformarse en vampiro si no se llevaban a cabo los rituales funerarios. Mas esto no quedaba aquí, pues los concebidos o nacidos  en una fecha sagrada eran también vampiros.

Los vampiros son seres que se mantienen en la tumba sin corromper su cuerpo (claro está que no se sabía que el cadáver tarda en sufrir ese proceso). Además se hinchaban, como si estuvieran bien alimentados, lo que  hacía suponer, junto a la supuración de fluidos por las comisuras, que marchaban por la noche en busca de sangre fresca y a copular con sus víctimas, comenzando por sus familiares.

Pero no sólo se dirigen a la casa de éstos, sino que deambulan por las encrucijadas (es común el miedo a estos lugares entre griegos, romanos, celtas y otras culturas).

 

¿Cómo combatirlos? Existían diferentes formas de evitar que se despertaran como incluir cruces de madera de álamo o introducir semillas de lino o mijo para que se entretuviera contando. Había otras formas menos delicadas como clavarles una estaca de álamo o perforar con un clavo la cabeza. Incluso, entre los eslavos occidentales, se empleaba la decapitación y los croatas les cortaban los tobillos con el fin de que no pudieran caminar.

Empezábamos este artículo refiriéndonos a que los muertos han aterrorizado a las diferentes civilizaciones. De hecho, en muchos de los más terroríficos monstruos y divinidades de las distintas culturas pueden identificarse los rasgos propios de un cadáver en descomposición: la lengua hinchada y fuera, los ojos desorbitados y colmillos causados por un efecto óptico debido al retraimiento de la piel. Así, nos encontramos dichas características en representaciones de Medusa, del dios egipcio Bes, del demonio Rajú (sur de la India), de un demonio en Bali , la diosa dPl-ldan lha-mo, de  Kali en la India,  en el centro del calendario azteca.