La sociedad se encuentra en estado de shock. En las tinieblas de un mal sueño. Si no es así, no me explico que permitamos lo mismo que en el medioevo sin hacer nada. El pueblo está ahogado, presionado por las altas cúpulas para que se quite las costillas flotantes a fin de que se apriete más el cinturón. ¡Vaya cinturita de avispa que se nos está quedando!
Subida de impuestos, bajada de sueldos y pensiones, alza de los precios de los servicios básicos, privatización –es decir, ahora vamos a tener que pagar a un tiranoirresponsable -como advierte Chomsky- por algo que es nuestro-de Educación, Sanidad, agua… Nos estamos ahogando por una crisis que no es nuestra. Mientras tanto nuestra alcaldesa –acostumbrada a la vidorra que le proporciona su marido a costa también de la sociedad española- gasta, gasta y gasta. ¿En servicios para mejorar la sociedad? Ja, ja, ja…Uf, no puedo más. No, en emplear coche oficial para sus asuntos privados, en tener mayordomo, en “regalar” terrenos públicos a centro privados, en carteles propagandísticos…
Vuelve el fiero siglo XVII. Mientras la capital se ahoga en una deuda enorme –en la que mucho tuvo que ver Gallardón- y se pide enorme esfuerzo a sus ciudadanos, ella emplea el dinero en antojos. ¿Y los madrileños? La mayoría se deja hacer e incluso lo justifican. Igualito al XVII donde España, ya en bancarrota profunda, tenía una nobleza y una Corona que gastaban lo que no tenían en sus antojos y en aparentar que todo iba bien. No había dinero para nada –de ahí que los edificios fueran de ladrillo y no de piedra-, el pueblo se moría de hambre; pero los poderosos los despistaban gastando enormes cantidades de dinero en la fiesta teatral –aparato propagandístico del momento- y en decorar las calles con enormes lonas pintadas que cubrían los pobres edificios de ladrillo por aparentes lujosos de piedra. Apariencia. Esa es la “política” de los dirigentes de la capital. Hipocresía. Cinismo. Mientras se nos recorta el sueldo –a los que lo tienen, claro_ se suben los precios y hemos de pagar por lo más insospechado; ellas se bañan al puro estilo Tío Gilito, entre dinero.
¿Dónde cabe aquí la palabra civismo? Parece quedar eliminada de la variedad lingüística madrileña.
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