Caminaba un día por el bosque Uaicá cuando se topó con un
hecho extraño: numerosos animales dormían bajo un gran árbol. Se acercó para
inspeccionar con más detalle, pero, una vez estuvo bajo la copa, un sopor
invadió su cuerpo y se quedó dormido entre las otras criaturas.
Pronto comenzó a soñar y se le apareció uno de sus
ancestros, Sinaá, por el que descubrió muchos secretos. Despertó al anochecer y, entusiasmado volvió
a casa, pero regresó al día siguiente y al otro. Y así día tras día su ancestro
le iba revelando información privilegiada hasta que le aconsejó que no volviera
más, pues corría peligro. Por eso, cuando despertó, Uaicá, miró apenado el árbol,
como para recordarlo el resto de su vida. Decidió extraer un poco de la corteza.
Hizo un brebaje con parte de ella y se lo tomó. Comenzó a danzar, a saltar y
cayó al río. Allí se puso a pescar con sus manos y, al final, se le pasaron los
efectos.
Aunque ya no volvió al árbol, durante un tiempo estuvo
tomando aquella infusión de corteza hasta que se terminó ésta. Para entonces ya
poseía muchos de los poderes del árbol, por lo que os vecinos lo visitaban para
que los curara. Así fue cobrando fama.
La vida lo sonreía hasta que decidió tomar como esposa a
una mujer iracunda y violenta. Era tan pendenciera que la madre de Uaicá la
echó del hogar. El trato pareció humillante a la familia de la mujer y decidió
vengarse asesinando a Uaicá. Cuando éste volvió tras haber, como de costumbre,
pescado con sus manos, y se encontraba
sentado a la mesa, el cuñado se propuso atacarlo con una pica por la espalda;
pero Uaicá todo lo veía y supo esquivar el golpe. Tras esto, la casa y la
siembra desapareció, dejando a la familia de la esposa aturdida.
Un tiempo después descubrieron que la casa había
aparecido en otra localización. Uaicá, al verlos, los aceptó como si nada hubiera pasado. Sin embargo,
poco después, el cuñado volvió a intentar asesinarlo por la espalda cuando
Uaicá estaba comiendo sobre una roca. Éste volvió a esquivar el golpe, pero,
antes de desaparecer otra vez, advirtió que no le desvelaría los secretos que conocía
y que nunca más volvería. A continuación, se introdujo en la roca y se dice que
allí habita todavía arrastrando al mundo de los espíritus aquel que decida
tocar esa piedra
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