Ich bin ein Berliner, la frase de John F. Kennedy que dio esperanza a los alemanes de que su aislamiento y separación de sus seres queridos no serían eternos. Una sociedad que había sido sometida al terror del régimen nazi viendo cómo sus vecinos, amigos, compañeros de trabajo y colegio eran masacrados por rezar a un dios distinto, que cualquiera que se saliese de la norma era automáticamente señalado y retirado de la circulación y en el que el único orden y autoridad se regía por el miedo.
Una sociedad agotada por el esfuerzo diario de sobrevivir a la barbarie que resultó ser <<liberada>> por un mal peor. A la represión y la venganza se sumó el muro, no solo un símbolo, sino prueba fehaciente de que su libertad estaba completamente controlada y coartada por aquellos que se llamaban a sí mismos liberadores.
En un viaje reciente a Europa del este, la guía, una joven de mi edad aproximadamente (30-35) que se había criado bajo régimen soviético, contaba que si bien durante el régimen nazi sabías que sufrirías un castigo terrible si no obedecías las normas, durante el soviético era aún peor porque las normas no estaban escritas, la represión era gratuita y anárquica.
No había nada a qué agarrarse para intentar evitar el castigo porque no existía un código por el que poder guiarse. Así, cuando Kenedy soltó la famosa frase (soy un pastelito, sí amigos, ein berliner es un donuts relleno) los berlineses, y por extensión todos aquellos que se encontraban en el lado soviético del muro, tuvieron esperanza de que, tarde o temprano, todos aquellos que se declaraban berlineses, con derecho a moverse libremente, a pensar libremente, a expresarse libremente,les ayudarían a por fin liberarse de la represión.
Aquello que sucedió hace 51 años, un 26 de junio de 1963, se podría repetir hoy sobre tantas vallas represivas, pero ¿por qué ningún presidente se sube al muro de la franja de Gaza y proclama a los cuatro vientos que es palestino? o más cerca, ¿nadie ha ido a la valla de Melilla a declararse públicamente marroquí?
Si ahora nos ponen de fondo la canción de los miserables, entre corruptelas varias, sueldos mileruistas y ricos cada vez más ricos, pobres cada vez más pobres, estudiantes que no pueden pagarse la matrícula, etc. dan gana de lanzarse a las barricadas y gritarles a las superpotencias, gobiernos y ayuntamientos que somos berlineses, marroquíes, sirios, palestinos, kurdos... que en pleno siglo XXI somos ciudadanos libres del mundo, que no estamos dispuestos a ser dogmatizados y que las fronteras y los muros, tarde o temprano, se acaban derribando aplastando bajo sí a quienes los levantaron.
Por eso, hoy, que una comunidad en la que vivo, vota para declararse independiente aunque no se le reconozca, tengo sentimientos encontrados y tengo ganas de gritar que soy ciudadano del mundo y rechazo las fronteras y los muros que nos separan pero que apoyo aquellos que luchan por poder expresarse libremente. Hoy yo soy un pastelito con barretina.
CARLA ARRIETA
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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.