Un
jaguar recorría el camino hacia el hogar de la princesa jaguar. La quería como
esposa. Estaba seguro de que su fuerza le atraería. Avanzaba convencido de ello
cuando un pequeño conejo interrumpió sus pensamientos.
-Yo
me casaré con la princesa jaguar- aseguró el conejo, que se había colocado ante
el jaguar para cortarle el paso-. Soy más listo que tú.
-Tú
eres sólo un conejo estúpido-intervino el jaguar enfurecido- y yo soy muy
fuerte.
Y se
marchó, pero el conejo lo seguía de cerca, afirmando una y otra vez lo
inteligente que era. El jaguar empezaba a enfadarse, así que frenó en seco e
increpó al irritante conejo.
-Iremos
los dos ante la princesa y ella elegirá al mejor esposo.
-De
acuerdo, pero, como eres tan fuerte ¿me llevarías sobre tu lomo? Ya no puedo
caminar más.
El jaguar
se hinchó de orgullo. Por fin el conejo se había dado cuenta de que había
perdido. Dejaría impresionada a la princesa jaguar con su fuerza. Así que
permitió subirse al conejo. Pero este le pidió que dejara que lo ensillara para
no caerse. Orgulloso de su fuerza y creyendo que eso mostraba la debilidad de
su oponente, le permitió hacerlo.
-Ay,
ay, ¡que me resbalo¡ Necesito una brida y un freno para no caerme.
Y el
jaguar, condescendiente, le dejó hacer lo que pedía. ¡Vaya ridículo que haría
ese conejo!
Sin embargo,
éste se puso espuelas y comenzó a gritar. Eso ya hizo sospechar al jaguar.
Intentó que el conejo bajara, pero éste respondía hincándole las espuelas y empleando el freno que dañaba la boca del
pobre jaguar. No tuvo más remedio que presentarse así ante la princesa. Una vez
ante ella, el conejo bajó del lomo del humillado jaguar y avanzó hacia la
princesa.
- - Sí, eres más inteligente
que el jaguar…
- -¿Te casarás conmigo?
- -…pero él es fuerte y tiene
una poderosa dentadura.
Entonces,
el conejo propuso a la princesa jaguar buscar al Dios Creador para que
solucionara ese problema.
Tras
varios días de viaje, llegaron a lo alto de la montaña donde habitaba el Dios
Creador. Éste escuchó lo que el conejo tenía que decir. Luego, mientras
pensaba, se acarició el mentón.
- -Tendrás que traer tres dientes:
uno de iguana, otro de gigante y uno de mono.
El conejo
quería casarse con la princesa jaguar y para ello tenía que ser grande y
fuerte. Por eso corrió a toda velocidad hacia la casa del mono. Se hizo pasar
por barbero y ofreció afeitar al mono. Cuando acabó, fingió olvidar la navaja,
seguro de que el mono la emplearía. Y así sucedió, acabándose por cortar el
cuello. El mono salió corriendo pidiendo ayuda al conejo. Éste aceptó
socorrerlo a cambio de un diente. El pobre mono no pudo oponerse.
El astuto
conejo ya tenía el primer diente.
Al poco
tiempo, oyó a dos gigantes que discutían por el sendero. Se ocultó tras unos
matorrales y lanzó un puñado de piedras a uno de ellos. Éste, enfurecido,
comenzó a discutir más acaloradamente con el otro gigante culpándole de los golpes
a pesar de que éste negaba haber hecho tal fechoría.
El conejo
lanzó otro puñado al segundo gigante. Así los dos gigantes comenzaron a darse
puñetazos hasta que ambos quedaron inconscientes. Entonces, el astuto conejo
cogió uno de los dientes que estaban sueltos por la pelea y se marchó de allí.
Sólo
quedaba el de la iguana. Vio a una tomando el sol sobre una piedra. Le propuso
jugar a la pelota. La iguana accedió con mucho gusto. El conejo observó que la
iguana atrapaba la pelota con la boca, por lo que decidió cambiar la pelota por
una piedra redonda. La lanzó hacia la boca de la iguana y así le arrancó un
diente. Con gran velocidad, el conejo lo cogió y se marchó.
Ya tenía
en su poder los tres dientes.
-A
partir de ahora, toda tu especie tendrá unos poderosos dientes- aseguró el Dios
Creador.
Pero
para el conejo eso no era suficiente. Necesitaba ser grande para que la
princesa jaguar lo aceptara como esposo.
- - De acuerdo- dijo el Dios
Creador mientras, con una pequeña sonrisa, avanzaba hacia el conejo. Entonces le
cogió de las orejas y le dio un enorme tirón. Ahora eran largas.
Orgulloso,
el conejo fue a presentarse, de nuevo, ante la princesa. No se esperaba la
reacción de ésta. Ella lo miró y se empezó a reír. No podía casarse con alguien
así.
De manera
que la princesa decidió elegir al jaguar como esposo. Y desde entonces todos
los conejos tienen una fuerte dentadura y unas orejas largas.
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