martes, 30 de octubre de 2012

ALGUNAS CREENCIAS DE LOS ANTIGUOS GRIEGOS.




A pesar de ser cuna de la Filosofía occidental, la Antigua Grecia también estaba formada por un pueblo muy supersticioso y temeroso de lo sobrenatural.

Hécate era la divinidad de la brujería. Consideraban que aparecía en los cruces de caminos, junto a una tropa de fantasmas y perros espectrales, en las noches de luna llena. A fin de tenerla contenta, los griegos dejaban viandas.

Además, los habitantes estaban acompañados por espíritus (“demonios”) que protegían o instaban a  llevar a cabo perversidades.

Sin embargo, lo que más temían era que los muertos (keres) salieran de sus tinajas, porque les daba por molestar a los vivos y enfermarlos. Para evitar su mala influencia, se marcaba la entrada del hogar con alquitrán.

Pero la mejor muestra es uno de sus relatos de terror que se transmitían oralmente, hasta que lo copiaron los romanos. 

Contaban que en una enorme casa se oía el sonido estridente de cadenas. Al final, apareció el espíritu de un anciano mísero y pobre. Se caracterizaba por lo enjuto de su figura, la larga y descuidada barba y el pelo enmarañado. Sus endebles piernas arrastraban, bajo quejidos, numerosas cadenas. Incluso las muñecas se hallaban atrapadas por grilletes que sacudía para intentar liberarse.

Un grupo de ciudadanos decidió guardar la casa encantada durante toda una noche, pero casi mueren de miedo ante la imagen del fantasma. Pero lo más espeluznante fue el hecho de que las enfermedades los persiguió. Definitivamente, esa casa estaba encantada. Así que lo único que podían hacer era venderla y deshacerse de ella. Mas nadie compró la casa. Pasó el tiempo y ésta fue quedando en ruinas.

Un día, a pesar de conocer la historia, Atenodoro, que era pobre, decidió alquilar ese edificio destartalado. Ya durante la primera noche oyó las cadenas y vio cómo se materializó el fantasma del anciano. Éste le indicó con el dedo que lo siguiera. Mas Atenodoro le dijo que estaba ocupado. Así que el espíritu se enfadó y agitó las cadenas. Al final, el joven decidió seguirlo.

Cuando el fantasma lo condujo hasta el jardín, señaló un punto de éste y desapareció. Atenodoro marcó el lugar y se fue a dormir tan tranquilamente.

A la mañana siguiente, se dirigió a la justicia para informar de lo ocurrido. Después cavaron en el sitio indicado. Allí encontraron un esqueleto…amarrado por unas cadenas.

Una vez ocurrido esto, la paz volvió a reinar en la casa.

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