A pesar de
ser cuna de la Filosofía
occidental, la Antigua Grecia
también estaba formada por un pueblo muy supersticioso y temeroso de lo
sobrenatural.
Hécate era la
divinidad de la brujería. Consideraban que aparecía en los cruces de caminos,
junto a una tropa de fantasmas y perros espectrales, en las noches de luna
llena. A fin de tenerla contenta, los griegos dejaban viandas.
Además, los
habitantes estaban acompañados por espíritus (“demonios”) que protegían o
instaban a llevar a cabo perversidades.
Sin embargo,
lo que más temían era que los muertos (keres)
salieran de sus tinajas, porque les daba por molestar a los vivos y
enfermarlos. Para evitar su mala influencia, se marcaba la entrada del hogar
con alquitrán.
Pero la mejor muestra es uno de
sus relatos de terror que se transmitían oralmente, hasta que lo copiaron los
romanos.
Contaban que en una enorme casa
se oía el sonido estridente de cadenas. Al final, apareció el espíritu de un
anciano mísero y pobre. Se caracterizaba por lo enjuto de su figura, la larga y
descuidada barba y el pelo enmarañado. Sus endebles piernas arrastraban, bajo
quejidos, numerosas cadenas. Incluso las muñecas se hallaban atrapadas por
grilletes que sacudía para intentar liberarse.
Un grupo de ciudadanos decidió
guardar la casa encantada durante toda una noche, pero casi mueren de miedo
ante la imagen del fantasma. Pero lo más espeluznante fue el hecho de que las
enfermedades los persiguió. Definitivamente, esa casa estaba encantada. Así que
lo único que podían hacer era venderla y deshacerse de ella. Mas nadie compró
la casa. Pasó el tiempo y ésta fue quedando en ruinas.
Un día, a pesar de conocer la
historia, Atenodoro, que era pobre, decidió alquilar ese edificio destartalado.
Ya durante la primera noche oyó las cadenas y vio cómo se materializó el
fantasma del anciano. Éste le indicó con el dedo que lo siguiera. Mas Atenodoro
le dijo que estaba ocupado. Así que el espíritu se enfadó y agitó las cadenas.
Al final, el joven decidió seguirlo.
Cuando el fantasma lo condujo
hasta el jardín, señaló un punto de éste y desapareció. Atenodoro marcó el
lugar y se fue a dormir tan tranquilamente.
A la mañana siguiente, se dirigió
a la justicia para informar de lo ocurrido. Después cavaron en el sitio
indicado. Allí encontraron un esqueleto…amarrado por unas cadenas.
Una vez ocurrido esto, la paz
volvió a reinar en la casa.
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