Hoy recordaremos un mito de los yirkalla, de Australia. En
él se relata que dos hermanos vivían juntos: Luna y Dugón (vaca marina).
Un día en el que cavaban en busca de bulbos de azucena y loto para alimentarse,
unas sanguijuelas mordieron a la muchacha, Dugón. Hastiada de que siempre
sucediera lo mismo, marchó a hablar con su hermano y a informarle de que no
aguantaba más aquello. Había decidido
convertirse en un dugón e introducirse en el mar. Deseaba morir. Preguntó a su
hermano que qué quería él. Luna aseguró que la acompañaría, a pesar que para
entrar en el mar tenía que morir, pero no deseaba hacerlo de verdad, quería
volver.
Su hermana, convertida en vaca marina, se introdujo en el
mar. Él tuvo que morir para quedarse en el cielo, mas no murió completamente. Durante
tres días, moría y sus huesos quedaban en el fondo del mar en forma de conchas
marinas y él quedaba en forma de espíritu. Terminado ese tiempo, comía raíces
de azucena, se levantaba y volvía al cielo en un ciclo de veintiocho días.
Los aborígenes creían que la parte sombreada que rodea a
la luna es el campo húmedo. Las otras formas que pueden verse del astro serían
los bulbos de las azucenas y las zonas pantanosas donde crecen, incluso, la
representación del reflejo de la luna en el mar.
Luna trajo dos dones: la fertilización y la esperanza de
volver tras la muerte.
Se decía que era esposo de todas las mujeres y que si éstas
no querían quedar embarazadas, debían evitar mirar fijamente a la luna en el
cielo.
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