En el
segundo milenio antes de Cristo existía en la zona de Siria una ciudad próspera
por sus fértiles tierras y el comercio con otros lugares (como Egipto o
Mesopotamia) llamada Ugarit. Empleaba la escritura cuneiforme mesopotámica para
las transacciones, pero para sus textos sagrados utilizaba un alfabeto propio. Las tablillas presentaban
relatos sobre las divinidades, vinculadas con los elementos atmosféricos,
especial, la lluvia, como podía esperarse de un sociedad agrícola que dependía
de ésta.
Las ciudad
fue destruida hacia el siglo XIII antes de Cristo. Hasta nosotros han llegado
algunas tablillas en mal estado donde se relatan, especialmente, las hazañas de
Baal, el dios de las tormentas hijo de El, el creador.
Baal, dios de las tormentas |
Es
en él en quien vamos a centrarnos. Baal (señor), que vivía en el monte
Safon, era el dios de las tormentas (en especial las del otoño), de ahí que se
lo llamara Jinete de las Nubes. Aunque suele ser derrotado por sus
enemigos, se caracteriza por resurgir con fuerza y vitalidad, simbolizada en el
toro con el que se lo asocia.
En
las tablillas sobre Baal se cuenta que tras darse un baño, la diosa Anat (la Destructora)
se dirige a la orilla del mar (cuyo dios es Yam, enemigo de Baal) y comienza
una batalla encarnizada. Empapada con la viscosa sangre de las víctimas y las
cabezas de las mismas en las manos marcha a lavarse de nuevo, esta vez con
rocío y lluvia.
Le llega
una carta de Baal (de quien es amante). Éste le pide que vaya a reunirse con él
al monte Safon. Se queja de que, a diferencia de los demás, no tiene una
residencia y corte. Anat le promete que lo solucionará, por lo que marcha a
visitar a su padre El, (el creador). Éste responde con evasivas.
Sin desalentarse,
Anat marcha a Egipto para hablar con un brillante constructor, Kathar- Haris,
quien abandona su hogar para encargarse de la residencia de Baal.
Mientras,
Yam, habiendo convencido a El para que le ceda su palacio, conspira contra
Baal. Éste tiene un sueño premonitorio donde la corriente lo arrastra entre las
piedras. Yam insta a El a que le entregue a Baal. El Jinete de las Nubes
resiste lo que puede, pero resulta vencido. El dios del mar va al palacio inconcluso
de Baal y lo hace su residencia, pero quiere otro palacio aún más grande. Envía
una misiva a Kathar- Haris, mas éste habla con Baal para convencerlo de que
recupere lo que es suyo. Con este fin le entrega dos armas mágicas. Baal se enfrenta a Yam, lo vence y lo hace
preso.
Tras
ello, el dios de la tormenta viaja junto a Anat a Astarté, esposa de El. Pretenden
convencer al dios creador de que permita continuar con la construcción del
palacio. Necesitan la ayuda de Astarté para que interceda por ellos, con lo que
han llevado bellas ofrendas para ella. Tan hermosas son, que la divina reina
accede a ayudarlos. Complacido con la visita, El les da su bendición para que
se continúen los trabajos en la residencia, de modo que vuelve a llamarse a Kathar-
Haris. Baal le pide algo sorprendente: que el palacio no disponga de ventanas.
Ya todo
concluido, El celebra un gran banquete para festejar. Tras asediar noventa
ciudades, Baal vuelve y pide a Kathar- Haris que coloque ventanas.
El dios
de las tormentas alza la voz, con lo que la tierra tiembla, y es entronizado en
su palacio. Pero tiene otra premonición: ha de descender por la garganta de Mot
(divinidad de la muerte). Para reforzar esa premonición, siente que se acercan
tormentas de arena (mensajeros de Mot). Decide mandar una invitación a Mot,
pero éste la declina y lo amenaza con engullirlo. Baal ha de bajar al
inframundo, para lo que se le entregan unas instrucciones.
De camino
copula con una vaquilla (que suele emplearse como símbolo de Anat), relación de
la que surgirá el buey hermano gemelo.
Al tiempo
llega un mensaje al palacio de El para informar de la muerte de Baal,
fallecimiento que todos lloran. Es Anat quien marcha en busca del cuerpo de
Baal para darle sepultura en el monte Safon.
Entretanto,
El descubre que Astar (hija de Astarté) desea colocar en el trono de Baal a su
propio vástago. Sin embargo, resulta muy pequeño para el monumental sitial.
Anat
llega al inframundo y descubre que Mot se ha comido a Baal. Airada, descuartiza
al dios de la muerte, lo quema y lo muele. Además pide a El que descubra si
Baal aún está vivo. El dios creador sueña que
llueve aceite y los ríos están surcados por miel. El entiende que eso
significa que su hijo no está completamente muerto. Así que envía a Anat, esta
vez acompañada por Shapash (diosa solar), a por Baal. Ésta indica a Anat que
vierta vino y lleve guirnaldas.
El
dios de las tormentas vuelve, pero, pasado siete años, Mot también resurge y
quiere venganza ante los agravios. Con este fin ordena asesinar a uno de los
hermanos de Baal. Éste, sin embargo, le entrega familia del propio Mot, quien
lo engulle. Cuando se da cuenta del engaño, el dios de la muerte marcha hacia
el monte Safo y reta a Baal. A pesar de la lucha encarnizada, ninguno consigue
vencer al otro. La diosa solar interviene y advierte a Mot que como siga
enfrentándose con Baal El se quedará el inframundo. Así que Mot no tiene más
remedio que retirarse.
Se
celebra un gran banquete y todos los asistentes piden a Shapash que cobije a
los espíritus. Para lo que se vuelve a llamar al constructor Kathar- Haris.
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