Había
una vez una mujer que vivía sola. Un día, que trabajaba en el jardín, apareció
una serpiente. Se dio tal susto, que dio un salto hacia atrás, pero el animal
seguía inmóvil, observándola. La mujer, algo más tranquila, también la miró y
le pareció que la serpiente estaba embarazada. Y sin ningún ruido, ésta se
marchó.
Al
poco, la mujer sintió que estaba embarazada, con el asombro consecuente, pues
no había yacido con hombre alguno. Al ir a dormir, tuvo un extraño sueño en el
que aparecía aquella serpiente del día anterior hablándole. El animal le decía
que había sido él quien la había dejado encinta. Esta noticia provocó que
despertara de golpe.
Pasaron
los meses y la mujer dio a luz a dos hijas, pero, ante su horror, no ambas eran
humanas. ¡Una de ellas tenía forma de serpiente! Sin embargo, una noche soñó que
la hija serpiente le hablaba para decirle que ella no debía vivir allí, sino
que había de dejarla en el jardín, en el mimo lugar donde había sido concebida.
La mujer,
bastante aliviada por poder solucionarlo así, sacó a la pequeña al jardín y su
hija serpiente se marchó rectando.
Pasaron
los años y la mujer y su hija humana vivieron juntas henchidas de felicidad. La
hermosa muchacha había tenido muchos pretendientes, pero los había rechazado a
todos para quedarse con su adorada madre. Mas, un día, llegó un hombre de otra
aldea y con él se casó. Su marido, entonces, le advirtió que debía marchar
hacia su hogar para dar la noticia a su familia y que volvería a por ella.
Cuando
él partió, la joven oyó un ruido en el jardín. Miró hacia allí y vio a una
serpiente que comenzó a hablar. Le
aseguró que su esposo volvería y que le pediría que viajara en un caballo. Sin
embargo, le aconsejó que no lo hiciera y que empleara como montura un asno, que
encontraría cerca, pero había de viajar al final de la comitiva. Le instó,
además, a que llevara consigo algodón , lana, jabón un peine y tijeras. La joven
no reconoció en la serpiente a su hermana, pues ni siquiera sabía que tuviera
una.
Pasado
el tiempo, volvió el esposo, con un hermoso caballo para su mujer, pero ésta
prefirió montar sobre un asno con la excusa de que aquél resultaba muy nervioso
para ella. El hombre la ayudó a subir y dirigió al pollino hacia el inicio de
la comitiva. La muchacha volvió a intervenir para argumentar que sería mejor
que fuera al final, pues el lento paso del asno entorpecería la marcha de toda
la comitiva.
Tras
horas de viaje, la joven ya notaba el agotamiento. Agradeció que se toparan con
una granja, pues allí podría descansar. Sin embargo, a medida de que iban
acercándose, tuvo un mal presentimiento. Las puertas de la granja se abrieron
solas y la joven, que echó un vistazo desde su posición, se dio cuenta de que
su marido la conducía hacia el infierno. Unió todas las fuerzas que le quedaban
y, aprovechando que estaba al final de la comitiva, marchó al galope con su
pequeño asno. Pero el poderoso caballo de su esposo se acercaba veloz. La
muchacha giró la cabeza para comprobar cuánto los separaba. Lo que vio, la
aterrorizó: su marido se había transformado en un ser monstruoso. ¡Era el
demonio!
Aterrada,
la muchacha instigó al asno para que corriera más. Recordó, entonces, las palabras
de la serpiente. Metió la mano en la alforja y sacó las hebras de algodón. Las lanzó
tras de sí sin saber muy bien qué utilidad iban a tener. Una vez que tocaron el
suelo, las hebras de algodón se transformaron en niebla. La oscuridad debió
bloquear la visión al horrible jinete, pues, por unos momentos, la joven no oyó
los cascos del caballo. Mas no duró mucho esa paz y pronto volvió a sentirlos
tras de sí. Lanzó, entonces, el jabón. Éste se transformó en una torrencial
lluvia que hizo tan resbaladizo el camino que el esposo tuvo que frenar. Pero pronto
la muchacha volvió a sentir el caballo tras de sí. Decidió lanzar el peine, que
se convirtió en una zarza de enormes espinos, bloqueando el paso durante un
tiempo al perseguidor. Pronto volvió a acercarse a la muchacha.
Ya estaba
cerca de su casa, pero podía sentir la respiración del demonio, tan próximo
estaba. Lanzó la lana, de la que brotó un espeso bosque. Cuando estaba a unos
palmos de la puerta, miró hacia atrás y vio que el demonio-esposo había
atrapado la cola del asno. En la alforja sólo le quedaban las tijeras. Sin saber
qué hacer con ellas al final las lanzó contra el perseguidor. Las pisadas
cesaron y se hizo el silencio. miró hacia atrás y vio que las tijeras habían
tomado la forma de una enorme cruz verde que separaba a ambos. Al no poder
traspasarla, el demonio se marchó.
Sólo
entonces la joven descabalgó y condujo hacia el interior del jardín al asno, a
quien acariciaba el hocico. De pronto, el animal desapareció y en su lugar
surgió la serpiente, que era quien siempre la había acompañado. Le aconsejó que
la próxima vez se casara con alguien que conociera bien y se marchó.
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Muy bello cuento, me gustaria saber si es de tu propia autoría, o es una leyenda inca.
ResponderEliminarsaludos