Como este año se cumplen
seiscientos noventa (1323) de la canonización de Tomás de Aquino (1225 -1274) a
pesar de la persecución que sufrió, vamos a honrarlo recordando su filosofía.
Antes no hemos de olvidar que
hasta el siglo XIII predomina en occidente una filosofía de base platónica
(aunque dudo que se entendiera debidamente). Esto se debía a la obra de San
Agustín y del desconocimiento de la de Aristóteles.
Es en el siglo XIII cuando Europa
contacta con el pensamiento de éste (gracias a Averroes y la Escuela de Traductores de
Toledo). Conmocionó de tal manera que el Papa previno contra él. Sin embargo,
Tomás de Aquino consideró una filosofía aristotélica cristiana.
La propagación de la filosofía
aristotélica chocó con la concepción agustiniana de la relación entre fe y
razón, dando lugar al averroimo latino, que considera la independencia de la
razón. En realidad, la base del pensamiento de Tomás de Aquino se centra en el
tema de la relación entre fe y razón.
De manera que se aleja de la
postura agustiniana y platónica para acercarse a la aristotélica al considerar
que, aunque nuestro fin de conocimiento es lo inmaterial, éste parte de los
sentidos, por lo que se limita a comprender lo material. Las consecuencias, por
tanto, son dos: la filosofía se construye de abajo a arriba (de lo material a
lo intangible) y la idea que podamos tener de Dios va a ser imperfecta. La
razón presenta unos límites con los que no se topa la fe. Una y otra no entran
en conflicto, sino que perfeccionan a la otra.
Tanto la filosofía como la fe
tienen sus propios métodos, criterios y objetos de estudio, que las hacen
independientes. Sin embargo, a veces, coinciden en el objeto de análisis: el
hombre, Dios y moral. En estos puntos, fe y razón no chocan, se ayudan una a la
otra. Por ejemplo, sirven los procedimientos de ordenación científica, las
armas dialécticas y datos de la filosofía. Pero la fe siempre será el criterio
a seguir.
Comencemos con el hombre. Su
estudio siempre ha partido de la idea de su división en alma y cuerpo (para
Platón el alma está encerrada en el cuerpo como castigo; para Aristóteles el
alma es el principio, mientras que el cuerpo es la forma). Tomás de Aquino
defiende que el hombre es una única sustancia compuesta por alma y cuerpo. El
alma es la forma del cuerpo, de la que puede vivir separada, pero, por
naturaleza, necesita estar unida al cuerpo. El alma sola está incompleta.
Tres son las características
naturales del alma: inmaterialidad, sustancialidad e inmortalidad. Como el fin
del alma es pensar y obrar de forma racional, que es algo espiritual, el alma
ha de ser igualmente in material. El raciocinio es superior e independiente de
los sentidos, de modo que el alma es una sustancia, no necesita nada para
existir. Por último, el alma es incorruptible y espiritual, lo que la hace
inmortal.
Siguiendo a Aristóteles, Santo
Tomás considera que el alma presenta tres tipos de funciones: vegetativas
(nutrición y reproducción), sensitivas (irascibilidad y concupiscencia) e
intelectivas (conocimiento por abstracción).
Esto nos conduce a la teoría del
conocimiento. Según esta, el conocimiento del ser humano se elabora a partir de
los datos de la experiencia suministrados por la percepción sensorial. Pero
¿cómo se pasa de las representaciones sensibles a los conceptos?
Los conceptos son universales (ser humano es un concepto universal),
mientras que las percepciones no lo son (nadie ha visto al ser humano)
El problema viene cuando queremos
saber cómo se pasa de la individualidad de las percepciones a la universalidad
de los conceptos.
El entendimiento extrae los
conceptos desde la experiencia sensible (capacidad de abstracción). Pero ¿cómo
explica Tomás de Aquino la abstracción?
Según el filósofo, ha de
distinguirse en el entendimiento dos capacidades: la abstractiva de
universalizar y la capacidad de conocer universalmente. Además, las
representaciones sensibles dejan en la memoria una imagen o representación
particular que Tomás de Aquino denomina fantasma (especie sensible expresa).
El entendimiento agente actúa
sobre esta imagen despojándola de todo lo que la hace inteligible, lo que tiene
de particular, y hace posible una representación inmaterial (especie
inteligible impresa). El resultado es el concepto (universal y abstracto).
El entendimiento posible o pasivo
elabora un concepto universal con los datos ofrecidos por el entendimiento
agente (capacidad abstractiva).
Por último, el entendimiento
proyecta lo universal sobre lo individual.
En resumen, los sentidos captan
los objetos particulares, que se registran en la fantasía. Ésta origina
imágenes. Sobre ellas trabaja el entendimiento agente para extraer las formas,
en las que el entendimiento pasivo identifica las esencias a fin de llegar al
concepto.
Como podéis ver, es la mimesis de
la teoría del conocimiento de Aristóteles.
El segundo objeto de estudio que
fe y razón comparten es Dios. Lo que conduce a la necesidad de demostrar la
existencia de Dios. Para ello acepta la demostración aristotélica basada en el
movimiento y se aparta de la idea agustiniana (las ideas son inmutables y están
dentro del alma del hombre). A esto suma partir del conocimiento basado en la
experiencia sensible. Dios no es evidente por sí mismo. Por ello hay que
recurrir a la demostración racional. Para demostrar la existencia de Dios hay
que partir de sus efectos. Ese es, para Tomás de Aquino, el sistema adecuado
para la demostración: partir de los seres de este mundo (efectos).
Propone cinco argumentos o vías
que se organizan en cuatro pasos: hecho de experiencia como punto de partida,
aplicación del principio de causalidad, es imposible una serie infinita de
causas.
La primera de las vías, basada en
Aristóteles, es la del movimiento. Todas las cosas del mundo se mueven. Han de
tener un motor externo que produzca dicho movimiento: el primer motor que no es
movido por nada más.
La siguiente vía es la de la
causalidad eficiente –también basada en el filósofo griego-, que indica que
todas las causas de este mundo tienen a su vez una causa, hasta que se llega a
la primera causa.
La tercera es la de la
contingencia (basada tanto en Aristóteles como en Maimónides) que indica que
todos los seres de este mundo, aunque existan, podrían no haberlo hecho, porque
ninguno es necesario. El hecho de que existan explica que hay un ser necesario,
causa de todos los seres.
La cuarta vía es la de los grados
de perfección (más basado en Platón que en Aristóteles). Según la cual existe
una jerarquía de seres hasta llegar al perfecto, causa de los demás y del que
participan.
Por último, la quinta es la del
orden cósmico (por influencia de los estoicos). Indica que todos los seres se
dirigen hacia un fin, aunque carezcan de conocimiento (por lo que alguien ha de
conocer por ellos). Esta inteligencia primera ordena los seres hacia una
finalidad.
Como puede apreciarse, todas las
vías están vinculadas entre sí. Todas parten de la experiencia hasta que ya no
se puede explicar dentro de la realidad sensible.
Para Tomás de Aquino, Dios puede
conocerse, aunque de manera imperfecta, por la razón.
Pero ¿cuál es su naturaleza?
Tomás de Aquino deduce que en Dios se identifican esencia y existencia, lo que
da un ser puro e infinito que nada le falta. De modo que es inmutable, eterno y
perfecto.
El último objeto de estudio común
entre la filosofía y la teología es la ética. Santo Tomás acepta del
aristotelismo la idea de que el fin último del ser humano es la felicidad. En
éste hay tres tendencias innatas: como sustancia el hombre busca su
supervivencia, como animal tiende a procrear, como ser racional tiende a
conocer la verdad y a vivir en sociedad. Estas tres tendencias conforman el
contenido de la ley natural, que ha de ser evidente, universal e inmutable. La
ley natural del ser humano es la ley que
regula la moral de todos los hombres y que hay que seguir para actuar
correctamente.
Añade que todo el universo está
ordenado dependiente de Dios, causa creadora. Esa ordenación, que sirve tanto
para animales como para personas, se denomina ley eterna. A los animales los
ordena por las leyes físicas; a los hombres, por la ley moral. Sin embargo, el
hombre es libre de seguirla o no. Es decir, puede obrar bien o mal. Sin
embargo, participa de la bondad de Dios, que es el Bien.
En esta ley moral –inmutable,
universal y evidente- debe basarse la ley positiva. Ésta es la legislación
humana para regular la sociedad (el hombre es un ser social). De todos modos,
si choca la ley humana y la moral, siempre prevalece ésta.
El ser humano tiene como
finalidad llegar a Dios. Lo conseguirá en un estado que conduzca al pueblo a
una vida justa y virtuosa (paz y bienestar común). ¿Y quién es el encargado? La Iglesia., que debe
someter al Estado. El sistema será el de la monarquía con un rey virtuoso, pues
será como el alma en el cuerpo o Dios en el mundo.
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Es curioso cómo la forma de dar una materia puede influir en el individuo. Por los profes que tuve en filosofía (tal vez también víctimas de un programa cruel), nunca le tomé gusto a la filosofía, y por añadidura, a sus figuras, como puede ser Santo Tomás de Aquino. Sin embargo, con artículos como éste veo una nueva dimensión del personaje, abordándolo desde un punto de vista más personal y humano, que es la mejor manera de introducirse en su obra.
ResponderEliminarPues sí, tuvo su mérito. Hay que ver cómo los cristianos, que al fin y al cabo no eran más que una derivación del judaísmo, supieron combinar su religión con lo propio de cada lugar donde se instalaban, especialmente el derecho romano y la filosofía griega. Y Santo Tomás tuvo un papel esencial en esto.
ResponderEliminarPor cierto, el año que viene es el 25º aniversario de una de las mejores películas españolas de todos los tiempos: Amanece, que no es poco, de José Luis Cuerda, en la que se dan varias interesantes lecciones de filosofía, desde el diálogo del cura (Cassen) y el guardia civil (José Sazatornil) sobre el libre albedrío hasta la frase emblemática del film: ¡Alcalde, todos somos contingentes, pero tú eres necesario!
¿Has leído los comentarios que te dejé ayer? Acabo de ver que en el de la narrativa conté una anécdota dos veces, si puedes borrar una...