Por fin un hombre de verdad… Acércate,
encanto, deja que te vea de cerca. Ya estaba harta de estos polis de parvulario
que han mandado, niñatos que se creen muy importantes con su placa y su
pistola, pero que luego no tienen lo que hay que tener para mirar de frente a
una mujer como yo. Pero tú… tú eres distinto. Lo noto. Lo huelo. Tú sí que eres
un hombre de verdad, así que ven, acércate un poco más, hasta que pueda sentir
el calor de tu piel en la mía, hasta que pueda sentir tu aliento en mi cuello. Oh,
vamos, no tengas miedo. ¿Es que te estoy intimidando? ¿O es que no te gusta lo
que ves? Deshazte de esta chusma y quédate conmigo esta noche, tú y yo solos,
cariño, ¿qué te parece? Un poli, una puta, la luna… ¿No suena a título de
novela barata? Venga, cielo, sé un buen chico y lárgalos a todos; ellos están
deseándolo, y yo sé que tú también… y si juegas bien tus cartas, tal vez te
diga quién me ha metido esa bala en la cabeza.
José Francisco Garrigós
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¡Vaya! ¿Qué puedo decir? Muchísimas gracias por este honor inesperado. Me alegra que os haya gustado, y espero poder seguir escribiendo cosas que os sigan gustando en el futuro. Un emocionado saludo a todos los que acudís al ballet para leer (pero tened mucho cuidado, no se vaya a enterar el acomodador).
ResponderEliminarEnhorabuena, Patxi. ¡Me ha encantado! Siempre he dicho que la clave de un microrrelato reside en la última oración, en la capacidad para dar la sorpresa final. Tú lo has conseguido (los vellos de punta, oye), y la capacidad para llevar el resto del texto hasta ese punto sin sobresaltos, con un tempo continuo. Muy bueno.
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