jueves, 3 de enero de 2013

LA MALA EDUCACIÓN

Todavía recuerdo esos momentos en los que los peatones o los otros conductores hacían una señal de agradecimiento por haberlos dejado pasar o en los que esperando en la marquesina uno preguntaba si molestaba que fumara y si lo hacía se alejaba , aunque perdiera su puesto en la cola. Ahora eso parece un mundo idealizado, una utopía, pero prometo que hace no tantos años esto era lo que ocurría. Y los pocos que no se comportaban así eran unos seres extraños. En cambio, ahora, parece que los peatones y los otros conductores nos lanzan una mirada de inquina, de superioridad (irreal, como es obvio) por hacerte parar o por colarse por la derecha porque tú, educadamente, en un cruce con atasco has seguido la norma tanto cívica como lógica de pasar un coche de un lado y luego otro del   otro y ellos, a riesgo de su vida y la tuya, han quemado rueda para colarse. O esa gente que cree que lo normal es drogarse en medio de la calle molestando a los demás (e incluso a sus propios niños, que es grave la cosa), se ponen en la marquesina o apoyados en algún sitio, fuera de donde lógicamente se hace la fila. Pero ahora son los que mandan. No sólo te hacen toser sino que además te das cuenta de que donde se han colocado y han obligado a formar la cola no dejan pasar a nadie a  otras marquesinas. Además producen desconcierto -aprovechado por algunos para llevar a cabo uno de los actos más imbéciles: colarse- entre algunos viajeros: ¿Dónde ponerse: siguiendo la fila lógica que habría de salir de la marquesina o tras esa tira de ansiosos fumadores?(parece mentira que con tantos supuestos adelantos exista tanta gente que haya caído en esta trampa irracional). Y, al final, se sigue al que no es conducido por lo racional, cívico y, por tanto, humano.

Y ese es el problema de nuestro país: dejamos que los más idiotas, los que no saben comportarse y no poseen capacidad cívica (pobrecillos, que no han tenido unos buenos padres que se lo enseñaran) hagan lo que se les antoje, aún a perjuicio del grupo (que suele ser la mayor parte de las veces) e incluso los seguimos. Algunos recordaréis algún bando de Tierno Galván. Para los que no vivís en Madrid, éste era un intelectual  que fue alcalde (el mejor) de la capital. Con su estilo paternaliza reglaba para que todos los madrileños pensaran en el prójimo (un bello propósito muy típico de la verdadera ideología de izquierda). Recordaba, por ejemplo. el empleo de las papeleras y que si algún ciudadano veía que otro tiraba algo al suelo tenía la obligación moral, la responsabilidad de llamar la atención. Así, la condición de vida en la ciudad mejoró notablemente. Pero todo esto se ha olvidado (o nos han obligado a ello y nos hemos dejado).


Si ya cometemos este tremendo error en nuestro entorno más cercano, ¿qué no permitiremos en un nivel superior, véase el Gobierno?


1 comentario:

  1. Está claro que en muchos casos quedamos impotentes ante la posibilidad de cambiar las cosas que funcionan mal en el mundo. Pertenecen a estamentos a los que no tenemos acceso (¿o sí?). En cualquier caso, el movimiento creo que empieza por aquellos aspectos que sí podemos mejorar, y qué mejor manera de hacerlo que pensar en los demás en las cosas que llevamos a cabo. Mi libertad acaba donde empieza la de los demás, y hay que tenerla en cuenta en todo momento: cuando entramos o salimos de un sitio, cuando hablamos en voz alta o ponemos un volumen elevado de televisión, cuando preguntamos algo...Es posible que estemos hartos de recibir mala educación y que no nos salga hacer lo contrario (caemos en el tópico de "no se lo merece. A mí me han hecho igual"), sin darnos cuenta de que nosotros podemos poner el primer granito de arena para que cunda el ejemplo.

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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.