Inanna, diosa sumeria. |
El
relato cuenta que, una vez separados el Cielo y la Tierra y creados los
cultivos, a orillas del Éufrates, Inanna, reina del cielo y de la tierra, cuidó
un árbol de Huluppu (para algunos puede referirse a un sauce). Pero el viento
empezó a azotar sus ramas. Temiendo que se troncharan, Inanna trasladó el árbol
a su santuario de Uruk. Allí le dispensó mayores cuidados para que el árbol
creciera y creciera y de él poder sacar tanto una cama como una silla.
Una
vez el Huluppu fue grande, Inanna se dispuso a talarlo, mas se encontró un gran
problema: el árbol estaba infestado por demonios. Tres demonios lo habían
tomado como hogar: una serpiente (a la que no podía lanzar ningún hechizo) se enroscaba en las raíces, un águila habitaba
la copa y un demonio femenino (Lilith) se hallaba en el tronco. ¿Qué podía
hacer?
Como llorar no le sirvió, pidió
auxilio a su hermano Utu, el dios Sol, pero éste no se lo prestó.
De derecha a izquierda, Gilgamesh y Enkidu. |
El
héroe Gilgamesh, su otro hermano (y protagonista de la primera epopeya de la
historia), acudió en su ayuda. Sacó su poderosa hacha. Con ella taló el árbol y
mató a la serpiente, pero se le escaparon los otros dos demonios. Agradecida,
Inanna, además de emplear la madera para la cama y la silla como tenía
planeado, realizó dos objetos (posiblemente armas, pukko y mukko) que ofreció
al salvador como recompensa. No se sabe cómo, pero ambos regalos cayeron al
inframundo. Enkidu, el compañero de aventuras de Gilgamesh, se propuso
recuperarlos. El héroe le explicó cómo debía comportarse allí, pues las normas
se invertían.
Sin embargo,
una vez llegado al inframundo, Enkidu olvidó todos los consejos e infringió
todas las reglas. Quedó, entonces, encerrado allí. Gilgamesh pidió ayuda al
dios Enki, quien abrió un agujero en la tierra para que el héroe pudiera hablar
con la sombra de Enkidu. Ésta le relató las condiciones de los habitantes del
mundo de los muertos: los difuntos con tres hijos disponían de agua; los que
tenían siete se hallaban cerca de los dioses; los no sepultados estarían condenados
a vagar eternamente.
Si te gusta la entrada, suscríbete a El ballet de las palabras: el blog cultural. by Email
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.