Uno de las efemérides
que se cumple este año es la publicación (1902) de La Voluntad ,
de Azorín, pseudónimo de José Martínez Ruiz, perteneciente al Grupo del 98.
Las tres
obras comparten el mismo personaje Antonio Azarín, pseudónimo que tomará
definitivamente el autor en 1904.
En La
Voluntad se ve el proceso de desintegración del modelo
tradicional de novela, es decir, la impuesta durante el siglo XIX con el
Realismo y el Naturalismo. De este modo, se amplía tanto la manera técnica como
la temática para convertir la novela en un género de gran riqueza formal al
poder incluir citas, cartas, discursos, etc.
También se
rompe con la forma decimonónica respecto a la idea de reflejar la ambientación
en su totalidad. Azorín, en cambio, la presenta la realidad de manera
fragmentada. Se centra tanto en la descripción como en la reflexión, lo que lo
aleja de la objetividad novelística y se centra en el punto de vista subjetivo
del personaje. Él no pone de relieve la intriga, sino que pretende mostrar los
matices de la realidad, destacando cómo trata la intriga amorosa. Por lo tanto
entiende la novela no como acumulación de acción. De hecho los acontecimientos
resultan bastante anecdóticos, como ocurre cuando prueban un torpedo en el
pueblo.
De manera que
se centra en elementos que no hacen avanzar la acción, sino más en las
reflexiones. De ahí que predomine un ritmo lento, e incluso, estático. Puede afirmarse,
entonces, que predominan los procesos interiores de los personajes.
Destacable también
es el dominio de lo cotidiano, de lo que Unamuno denominó intrahistoria.
Por otro
lado, es un relato lineal centrado en el protagonista: Azorín, personaje que se
va configurando de manera discontinua, de tal modo que a veces no se sabe cuánto
tiempo ha pasado de un capítulo a otro. Nos falta información, como los
antecedentes familiares. Incluso, su edad sólo puede sospecharse por el lector.
Los verdaderos datos que se dan giran en torno a su intelectualidad y su carácter.
Lo que importa es el mundo interior del personaje, no los acontecimientos. Sin embargo,
no se nos aportan procesos psicológicos completos, sino que da la sensación que
el narrador actúa de manera subjetiva seleccionando fragmentos que considera
relevantes, lo que lo acerca a la novela lírica.
Es obvio que
al no ser importante la acción, el peso cae sobre el lenguaje, muy cuidado.
Por otro
lado, el paisaje toma protagonismo desde las sensaciones que motivan la reflexión
sobre el espíritu del español. Son descripciones impresionistas que reflejan la
variación de la luz y se centra en las notas cromáticas con una adjetivación
que mueve incluso las sensaciones tanto gustativas como olfativas.
Otro aspecto
de gran importancia en esta nueva forma de hacer novela es el diálogo. Éste se
aleja de lo convencional para acercarse a la realidad con oraciones inacabadas,
digresiones, pausas…Por otro lado, mezcla modalidades de reflejar las palabras
de los personajes: mediante verbo dicendi, dramático.
Si nos
centramos en la estructura, ésta es la propia de una novela de aprendizaje,
donde el personaje evoluciona desde etapa de formación. Después, el protagonista confronta sus
conocimientos con la realidad, para terminar viendo las consecuencias.
El prólogo no
corresponde al típico. Aquí se reflexiona sobre los temas que aparecen en la
novela, como la idea de la religión como consuelo o que todo lo que pasa se
repite.
En la primera
parte, el momento de formación, Azorín protagonista se limita a escuchar y a
mirar el paisaje, por lo que resulta relevante el narrador omnisciente.
En la segunda,
se pasa a Madrid y Azorín se convierte en la figura central, aunque desde el
punto de vista de su interior. Todo desemboca en el fracaso vital del
personaje.
En la tercera,
se cambia de escenario (Yelca y alrededores). Aquí Azorín reflexiona sobre la
falta de voluntad. Resulta muy importante la luz.
El final es
relativamente abierto, aunque bastante previsible.
Por último,
aparece un epílogo, una carta del autor a Pío Baroja en primera persona –implicándose
con el protagonista-, lo que consigue romper límites realidad/ ficción. Parece que
la esperanza es que el protagonista se
rebela contra el ambiente que anula su voluntad.
En cuanto a
los temas de la obra, se suele poner como principal la autobiografía, pero no
es una transposición de su vida. La temática gira en torno al mundo interior de
los personajes, el desequilibrio entre voluntad e inteligencia. La voluntad se
entiende como la capacidad de acción o afirmación de la vida. Pero la
inteligencia hace que la realidad se perciba como dolor que lleva a la conclusión
de que la acción es inútil.
Otro motivo
en la elección entre inteligencia y fe. Por un lado se valora la fe de las
personas humildes capaces de encontrar consuelo en la fe frente a los
intelectuales que no pueden. A este pensamiento se vincula el de la muerte.
También se
refleja la historia de España del
momento: la política marcada por la corrupción (¿os suena?); lo efímero de la
gloria literaria, cambio de valores estéticos; vida religiosa; situación del mundo rural desde dos puntos de
vista: crítica de clases por su abandono del campo y crítica a los usureros que
provocan que el pueblo entre en crisis.
En definitiva,
en esta obra, como en otras de la época (de Baroja, Unamuno, Valle-Inclán) se
comienza ha ver la novela desde otro punto de vista, ampliando las forma técnica
de la misma. Además se centra en el espíritu del ser humano para reflexionar
sobre la personalidad del español y para criticar algunas realidades que
acercan el principio del siglo XX con nuestra actualidad.
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