lunes, 27 de febrero de 2012

RETAZOS DE LA VIDA DE ANTONIO MACHADO.


En el centenario de Campos de Castilla, obra a la que dedicaremos artículo el viernes, parece obligado conocer algunos datos de la vida de este autor para comprender mejor sus versos.

Nace en 1875, en el seno de una familia republicana y de maestros. Él y su hermano Manuel beben de los estudios sobre el folclore que lleva a cabo su padre.

En 1883, la familia marcha de Sevilla con el fin de que sus hijos entren a estudiar en la escuela más progresista y avanzada del momento: la Institución Libre de Enseñanza. Giner de los Ríos y los suyos hicieron honda mella en los hermanos –recordemos que la mayor parte de los intelectuales de la Edad de Plata surgen o tienen vínculos con la Institución Libre de Enseñanza-. Muestra del cariño, admiración y agradecimiento a Giner de los Ríos se encuentra en el texto que Antonio Machado dedicó a la muerte de su antiguo maestro:

Los párvulos aguardábamos, jugando en el jardín de la Institución, al maestro querido. Cuando aparecía don Francisco corríamos a él con infantil algazara y lo llevábamos en volandas hasta la puerta de la clase. Hoy, al tener noticia de su muerte, he recordado al maestro de hace treinta años. Yo era entonces un niño; él tenía ya la barba y el cabello blancos.
En su clase de párvulos, como en su cátedra universitaria, don Francisco se sentaba siempre entre sus alumnos y trabajaba con ellos familiar y amorosamente. El respeto lo ponían los niños o los hombres que congregaba el maestro en torno suyo. Su modo de enseñar era socrático: el diálogo sencillo y persuasivo. Estimulaba el alma de sus discípulos –de los hombres o de los niños- para que la ciencia fuese pensada, vivida por ellos mismos. Muchos profesores piensan haber dicho bastante contra la enseñanza rutinaria y dogmática recomendando a sus alumnos que no aprendan las palabras, sino los conceptos de textos o conferencias. Ignoran que hay muy poca diferencia entre aprender palabras y recitar conceptos. Son dos operaciones igualmente mecánicas. Lo que importa es aprender a pensar, a utilizar nuestros propios sesos para el uso a que están por naturaleza destinados y a calcar fielmente la línea sinuosa y siempre original de nuestro propio sentir, a ser nosotros mismos, para poner mañana el sello de nuestra alma en nuestra obra.
Don Francisco Giner no creía que la ciencia es el fruto del árbol paradisiaco, el fruto colgado de una alta rama, maduro y dorado, en espera de una mano atrevida y codiciosa, sino una semilla que ha de germinar y florecer y madurar en las almas. Porque pensaba así, hizo casi tantos maestros como discípulos tuvo.

A pesar de los esfuerzos del padre de los Machado por hacer triunfar sus trabajos sobre el folclore, las dificultades para alimentar a sus siete hijos dan lugar a que abandone su sueño y acepte un puesto como abogado en Puerto Rico. Allí enfermará gravemente. Uno de los hermanos de su mujer –capitán de barco- lo lleva a Cádiz, donde lo  espera su esposa. Pero muere. De él, uno de los maestros de la Institución y buen amigo del fallecido dice: <<era nuestro simpático colaborador criatura bondadosa como pocas, afanoso por todo lo bueno, y de labor tan perseverante, que le permitía trabajar con lucidez y provecho en el edificio de la civilización y la regeneración de la patria y de la humanidad>>.

En ese mismo año -1893- los hermanos Machado inician su andanza literaria, comenzando a colaborar en el semanario La Caricatura (donde habían publicado autores como Clarín, Pardo Bazán o Dicenta). Se hace patente la sombra de Larra en los artículos de Machado, que hace críticas hacia el caos y la hipocresía del momento: contra <<Padres de Familia>>, contra los malos políticos, contra los toreros…

En sus artículos, sobre temática contemporánea, como vemos, Antonio Machado pone nombres a sus personajes de este estilo: Tristán Gómez Puñoférreo (<<hombre fuerte>>) o Eleuterio López Bamballina (<<joven aficionado al arte teatral>>, como indica Ian Gibson). Figuras, éstas, caracterizadas en los brillantes diálogos que crea en sus textos de denuncia social.

También aparece su interés, junto con su hermano, por el teatro, en decadencia en ese momento. Parece, según indica Iam Gibson, que es de tan mala calidad que el único entretenimiento que queda es el fútbol.

Así, Yorick, posible pseudónimo de Antonio Machado, indica lo siguiente en La Caricatura:

Mientras el arte dramático se encuentra en estado tan lamentable, Emilio Mario inaugura una temporada en el tea­tro de la Comedia en que el público de Madrid verá como siempre un variado repertorio de pestilentes arreglos del francés y comedias insulsas de autores adocenados, y los tea­tros por horas, centros de todas las inmundicias sociales, pa­tente de todos los extravíos del arte, se encuentran favoreci­dos por un público que gusta de espectáculos obscenos y aplaude las groseras pantomimas de bárbaros histriones.
El arte escénico español que no ha tenido nunca un bri­llante apogeo nos abandona, tal vez por ventura nuestra, por­que en efecto, para que se inicie una regeneración y pueda el teatro Español figurar con honra entre los demás teatros de la Europa civilizada, es preciso olvidar su pasado y comenzar de nuevo a formarla sobre bases más sólidas.

Antonio Machado comienza a frecuentar las tertulias literarias de Madrid, donde el tema ya empieza a ser Rubén Darío y su impactante obra Azul.


Sucede, entonces, la muerte del abuelo (que era catedrático), quien les había inculcado –junto a su padre- el amor por el saber. Además, desaparecía el principal medio de sustento.

 Manuel Machado publica su primer poemario (Tristes y alegre), introducido por Salvador Rueda y en el que se ve la base modernista. Antonio tardará más en publicar, ya que, en ese momento, se centra en el teatro.   Entra en la compañía de María Guerrero, pero sale en 1897, aunque sin dejarle de interesarle el mundo de las tablas.

Tras haber marchado a Sevilla con el fin de completar sus estudios, Manuel vuelve a Madrid. Es entonces cuando los hermanos participan en la creación de Diccionario de ideas afines. Parece que ellos se encargan de lo referente a los verbos.

En abril de 1898 visitan juntos su ciudad natal – Sevilla-, cuyos recuerdos nebulosos brotan en la mente de nuestro poeta. Allí tienen noticia de la guerra entre EEUU y España. Posiblemente participen en las manifestaciones estudiantiles contra la misma. Tras el Desastre, Rubén Darío vuelve a España con el encargo de plasmar la situación del país después del suceso. Además pretende presentar sus nuevas obras: Los raros y Prosas Profanas. Le sorprendió el triste estado de Madrid, opuesto a su recuerdo: desolación social de la que no hace eco la política ni la prensa (¡como ahora!).

En esos momentos (1899), Antonio Machado conoce a Valle – Inclán, a quien admira. Los hermanos se reúnen en París, donde Antonio se impregnará del simbolismo.

Manuel comienza a colaborar con El País, plasmando sus impresiones de la capital francesa: como la descripción de la vida bohemia o el encuentro de su hermano con el escritor caído en desgracia Oscar Wilde.

Coinciden allí con Pío Baroja, quien describe cómo, en una manifestación, Antonio, <<que como yo no andaba muy bien de indumentaria>>, perdió parte del zapato en la huída.

Cuando Antonio Machado regresa a Madrid, se encuentra con Villaespesa y un jovencísimo Juan Ramón Jiménez (diecinueve años), con el que coincide en el gusto por el simbolismo. Es posible que ya conociera personalmente a Darío.

En 1901 aparece Electra, obra dramática en la que Galdós ataca el fanatismo clerical y la presión que ejerce la Iglesia sobre la mente del individuo (la acción gira en torno a un suceso real bien conocido en el momento). El caos nace: manifestaciones en contra y a favor de la obra ocupan Madrid, lo que aterroriza al Gobierno. Un grupo de escritores –entre ellos Valle, Baroja, Azorín, Manuel Machado- crea una revista con el nombre de la obra con el fin de la renovación social desde la base progresista y republicana. Colaborarán autores de la talla de Rubén Darío y Unamuno. Es aquí donde aparecen los primeros poemas de Antonio Machado, en los que ya se hace patente el protagonismo de la fuente, influencia del simbolismo de Paul Verlaine, del que se había empapado en París.

Así, esta revista, donde se reúnen el grupo de los modernos, es el estreno poético de Antonio y la consolidación de Manuel. Sin embargo, la publicación desaparece en mayo del mismo año, siendo el último número el nueve. Pero en octubre crean  Juventud, que se inaugura con un texto de Ramón y Cajal (<<Horizontes nuevos>>) y otro de Giner de los Ríos (<<La idea de la Universidad>>). Mas su andadura termina en el número doce, cuando Manuel prepara la publicación de Alma, fruto de su contacto con el simbolismo francés.

Los hermanos marchan, de nuevo, a París en abril de 1902. Pero Antonio volverá con el enfermo Joaquín en agosto. En ese momento Villaespesa saca  el segundo número de Revista Ibérica, uniendo a anteriores colaboradores de Electra (Benavente, Valle, Manuel y Juan Ramón Jiménez) con nuevos autores (Eduardo Marquina o Ramón Pérez de Ayala son algunos ejemplos). A partir del tercer número, Antonio publica poemas, colección que reunirá en su primer libro, que aparece a finales de enero de 1903: Soledades, basado en la influencia del simbolismo francés y del psicoanálisis de Freud (sin olvidar las bases españolas como el romanticismo de Bécquer).

Este parece un buen momento para dejar la biografía de Machado hasta la semana que viene.

Leer también:

Retazos de la vida de Antonio Machado II
Retazos de la vida de Antonio Machado III
Retazos de la vida de Antonio Machado IV

Centenario de "Campos de Castilla"

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