sábado, 5 de enero de 2019

LLAMEMOS A LAS COSAS POR SU NOMBRE: LA VIOLENCIA ES VIOLENCIA

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Violencia intrafamiliar
Con esta entrada no voy a hacerme muy popular. Tampoco lo pretendo. Sin embargo, se va extendiendo una actitud que me preocupa, de otras tantas: la separación, el distanciamiento de unos y otros. Así hacemos referencia (usando una nomenclatura que inventó el sector político) a <<violencia machista>> o la mal llamada <<violencia de género>>. No se confunda, querido lector. No estoy defendiendo la violencia a la mujer ni afirmando que no la haya (que la hay, y mucha; incluso, ejercida por las propias mujeres). Lo que pretendo es hacerle consciente (aunque seguramente ya lo es) de que erramos al condenar por separado la violencia según el destinatario. La violencia ha de condenarse en conjunto y tener la misma penalización. Es lo mismo el maltrato sexista (ya sea a mujeres u hombres, pues a causa de mi profesión he sido consciente de que lo hay y que se siente pudor a comentarlo porque <<te puede una chica>>), que el de la infancia, el laboral, el terrorista o a los animales. Todo es VIOLENCIA. Y se diluye el concepto si lo vamos dividiendo como síntoma de lo desconectados que estamos entre nosotros y nosotros con nuestro entorno en un individualismo egocéntrico. Hay que combatir cualquier acto de violencia, cualquier tipo de agresión de manera unida. Ha de combatirse ese comportamiento inhumano.

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Campaña contra la violencia
 hacia animales.
Quien maltrata a un animal o a la naturaleza también lo hará al ser humano, sea mujer u hombre, adulto o niño, pues es una tara conductual y emocional. Una persona empática, un ser humano sano emocionalmente no es un maltratador. Hemos de solucionarlo trabajando desde todos los prismas. Primero: condenando, como indicaba más arriba, ese comportarse inhumanamente, esa actitud violenta sea el que sea el destinatario (seres humanos, animales o la naturaleza) y sea el que sea el mecanismo (físico o psicológico). Segundo: centrándonos en el valor de la educación desde la más tierna infancia. Los adultos tenemos la responsabilidad de guiar el desarrollo de los niños para que se configuren como seres humanos completos y felices, no como seres vacíos, egocéntricos, infelices y carentes de empatía. Los seres humanos son empáticos por naturaleza, somos los adultos quienes ayudamos a que se desarrolle ese rasgo o que lo corrompamos. La labor de la familia es vital, pero tener un hijo no hace a uno experto en la materia. Los niños son esponjas. Aprenden lo que ven y de lo que se les permite. Tengo un caso muy cercano que puede valer de ejemplo. La mujer, resentida, denigra al marido, incluso en público. La consecuencia primera: los hijos también maltratan al padre. La segunda: no saben tratarse entre ellos ni a los demás. Tristemente, no es un caso aislado. Se está generalizando esa falta de empatía.
No solamente aprenden de lo que ven e imitan (e interiorizan) comportamientos sino que también lo hacen por lo que se les permite o no hacer. Pongamos otro ejemplo. En la actualidad se comente un error monumental con la expresión: <<son niños>> o <<son adolescentes>>. Uno u otro estado no los convierte en <<monstruos>>; lo hace nuestro trabajo (o falta de él) con los niños desde que son bebés. El ser humano tiene un periodo larguísimo de desarrollo guiado. Mínimo va desde el nacimiento a la época adulta, cada vez más lejana. Si el adulto no se hace responsable de guiarlo (no me refiero a comprarle el móvil, la consola, las zapatillas de marca), el niño y el adolescente, presentarán problemas (una adolescencia <<mala>> es consecuencia de que no se ha trabajado bien con él en la infancia) y, por tanto, el adulto tendrá taras conductuales, que, a su vez, <<heredarán>>, aumentadas, sus hijos. Pensemos en los padres que permiten que los niños jueguen al balón en un centro comercial o que ponen la tableta a todo volumen al niño en un restaurante en vez de enseñarles (que cuesta más esfuerzo) a cómo ha de comportarse en cada lugar. Obviamente, el adolescente estará acostumbrado a que lo <<entretengan>>, a ser el centro de atención, a que se cubran sus antojos rápidamente, entre otras lindezas. Las consecuencias principales serán: por un lado, la falta de autonomía y el no saber enfrentarse a la frustración; por otro, no ser capaz de ponerse en lugar de la persona o ser que tenga ante sí.
Hemos hecho referencia a la base educacional, cada vez más deficiente, la de la familia. Los padres (no distingo entre padres y madres, porque forman un grupo; sé que esa palabra es genérica y no caigo en la trampa manipuladora de los políticos) no son expertos en educación, aunque deberían tener unos conocimientos básicos de las consecuencias de sus actos. Un rasgo de las personas inteligentes es seguir consejos de los que saben más, de los que sí son expertos en el tema. Sin embargo, nuestra sociedad no se comporta tan inteligentemente, sino que lo hace como un <<mal>> adolescente: cree que lo sabe todo aunque sea ignorante. Creo firmemente que esta sociedad necesita Escuelas de Padres de asistencia obligatoria. El error con los hijos lo paga toda la sociedad. Un país educado es un país civilizado, empático, inteligente y adulto.
El siguiente escalón es el de la educación en la escuela.  La buena civilización la configura la Educación: primero en casa (siguiendo consejos de quienes saben) y, luego, en la Escuela. Claro está que no a todo el mundo le interesa que la sociedad esté formada por ciudadanos sino que prefiere esclavos del siglo XXI. De ahí la política de denigración a la Educación, los recortes y el maltrato generalizado a los docentes. Nadie sabe tan bien como los docentes las trabas reales que hay. Son quienes sufren los ataques desde la Administración, las familias y algunos compañeros. La Escuela, principalmente, ha de aportar conocimientos y desarrollar habilidades para que los niños y adolescentes consigan desarrollar su mente hasta el pensamiento formal abstracto con ayuda de las familias. La triste realidad es que gran parte de los alumnos de Bachillerato no ha alcanzado, ni lo harán jamás, ese nivel, por lo que el desarrollo intelectual y de habilidades es inferior que los discentes de hace una década. Consecuencia: formarán una sociedad con dificultades de comprensión de mundo y con más facilidad para ser manipulados, además de no saber tratarse unos a los otros. Sé que para los ajenos a la profesión es difícil de creer, pero es lo que vemos todos los días. Lo avisamos hace años y el horror ha llegado. Querido lector, ¿se acuerda de lo que comentábamos de las consecuencias del no buen trabajo de las familias con el niño?
La Escuela no se queda solamente en el conocimiento (que es mucho) sino que la metodología procura continuar el trabajo de las familias y, en ocasiones, corregirla. Pero un poco. Uno de los problemas que encontramos los docentes para poder trabajar, ya no es la Administración, sino la actitud de los propios niños y adolescentes. Cada vez resulta más extraño tener a un alumno en clase que sea respetuoso y se comporte de manera civilizada. Muy, muy extraño. Y da igual la clase social o el ambiente familiar. Es muy difícil trabajar con clases de tantas personas que no han adquirido habilidades y hábitos sociales básicos que deberían estar interiorizados desde la más tierna infancia. Muy muy difícil. Sin embargo, no voy a centrarme en eso. Los docentes, o parte de ellos, procuran corregir esos comportamientos que han provocado que el desarrollo intelectual de los actuales alumnos sea inferior, y eso es una muy triste verdad, que los de hace diez o veinte años. Se centran en: el valor del esfuerzo, contrario a la tónica general de dar al niño todo lo que pide sea bueno o no, lo merezca o no; la empatía y la idea de formar parte de un grupo y querer el bien a los demás, y, a sí mismos, porque por muy egocéntricos que se los haya hecho, no se aprecian ni valoran a sí mismos; y un largo etcétera que nadie que está fuera de la profesión puede imaginar. Se habrá percatado de que es todo lo contrario a cómo se está dirigiendo a los niños y a los adolescentes por las familias, los medios de comunicación y los políticos. Pero es la única forma de configurar personas de bien que formen una sociedad sana que no maltrate a los demás ni a sí misma (es doloroso ver cómo se tratan los niños y adolescentes entre ellos y lo que permiten que les hagan). Sin embargo, luchar contra esa corriente es complicado. Lo sabrán bien las familias coherentes que no quieren que sus niños y adolescentes tengan móvil. No niego que ser padre en la actualidad resulta mucho más complicado puesto que hay más gente que  no dirige bien a sus hijos.  Tampoco niego que ahora resulte mucho más complejo ser docente. La Administración impone todos los obstáculos posibles. Ni se lo imagina, querido lector. A esto se suma que los políticos han implantado una opinión generalizada lejos de la realidad y que enfrenta a las familias con los docentes cuando aquellas deberían trabajar con éstos. Igual que ese tornado de actitudes defectuosas en las familias llegan a arrasar a otras sucede en la Educación (y siempre me refiero a la Pública, que lo otro son negocios), donde algunos docentes han empezado a seguir la corriente en vez de sobre esforzarse. Forman parte de ese tornado que cada vez se hace más poderoso y produce mayor destrozo: bajada de nivel a índices inauditos (los alumnos de ahora no tienen habilidades y conocimientos adecuados a su edad y no se pretende que se tengan); notas hinchadas, muy infladas para evitar quejas y maltrato desde arriba y desde alumnos y familias; no exigir esfuerzo; no exigir comportamiento adecuado; mentir y defraudar (en el sentido de llevar a cabo actividades fraudulentas, como es <<inventarse>> notas y engañar a alumnos, familias y Administración: no hay que fiarse de las estadísticas; <<pasar>>, en definitiva. Resultado: alumnado que cree que sus notas son reales, que sabe más de lo que realmente sabe; falta de autonomía; egocentrismo y considerar que hay que cumplirse sus deseos (si quiere un nueve <<hay>> que ponérselo aunque no tenga conocimientos y habilidades de esa calificación); no llevar bien la frustración (no conocía esa sensación) cuando topa con un docente profesional que le exige un mínimo y pone las notas adecuadas a la realidad de conocimientos y habilidades o cuando inserta en el mundo real; es y será fácil víctima de la manipulación; está acostumbrado a maltratar.
Mucho más se podía escribir, pero voy a ir dejándolo ya; sin embargo, se habrá percatado de que el problema de la violencia es responsabilidad de todos y  de que separarla y clasificarla se debe a nuestro miedo a autoanalizarnos y comprobar que hemos sido causantes de un gran mal. Debemos trabajar juntos, debemos apoyarnos unos en otros y en los que saben más sobre un asunto

Se habrá fijado, querido lector, que hago referencia a <<seres humanos>> y no distingo hombres, mujeres, niños o ancianos. Todos formamos parte de un mismo grupo y la estrategia que hemos sufrido en las últimas décadas ha sido  <<divide y vencerás>>. Y hemos caído en la trampa. Igual que no deseo mal para mis padres, mis hermanas ni mi pareja (mi familia más cercana, en definitiva) tampoco lo quiero para el ser humano que viva en Tokio o en Alaska. Cuando la Humanidad ha evolucionado y avanzado ha sido en los momentos en que ha buscado el bien común. No tenemos garras ni fauces poderosas. Nos tenemos unos a los otros.



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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.