domingo, 13 de enero de 2013

MITOLOGÍA NÓRDICA: NOCHE Y DÍA.


El gigante Narfi tenía una hermosa hija, aunque muy diferente a las mujeres vikingas, pues ella tenía la piel y el cabello (decorado con brillantes estrellas) del color del ébano. Noche era tan hermosa que no le faltaban pretendientes. Se casó con tres de ellos.

El primero era Naglfari (“oscuro”), posiblemente uno de sus primos. A pesar de que  el matrimonio no duró mucho tiempo, tuvieron un hijo: Espacio.

Del siguiente esposo sólo se conoce el apodo, Otro. ¿Quién sería? Como en esa época todavía no se habían creado otros seres,  era posiblemente un dios. ¿Tal vez ese dios no quería que supieran que se había casado con un gigante? El caso es que tuvieron una hija a la que llamaron Tierra. Mmmm. ¡Qué casualidad que el propio Odín tuviera una hija del mismo nombre!

El último marido de Noche fue Delling (“Alba”). Parece ser que pertenecía a la familia de los dioses. Su cabellera era de un rubio dorado que heredó su hijo Día.

Los dioses los incorporaron en su plan del universo. Por ello decidieron que cada uno se encargara de doce horas del día y les regalaron un carro. Y así, cada uno, comenzó a recorrer el mundo alrededor. Noche, delante; Día, tras su hermana. Uno de los caballos del carro que monta ella, Crines de Escarcha, se encarga de dejar el rocío con su saliva.


Pero esta historia no está completa sin contar cómo surgieron el sol y la luna. Estos fueron creados en los primeros momentos junto a las estrellas a partir de las llamas de Muspellheim. Al principio se movían sin control. En esa época, Mundilfari  (“Giramundos”) – un pariente de los dioses o de los gigantes-. Tuvo dos hermosos hijos: Luna (el muchacho) y Sol (la  muchacha). Tanto era así que Muspellheim se vanaglorió de que nada en la creación podría superarlos. Claro, los dioses se enteraron y se sintieron profundamente ofendidos ante esa actitud orgullosa. Le quitaron los hijos y los colocaron en el cielo para que trabajaran. Ella, Sol, tuvo que montar sobre uno de los caballos que tiraba del carro del sol. Para proteger a los caballos y a quien los dirigiera del calor ardiente,  los dioses decidieron crear una capa protectora, un escudo con el nombre de Svalin (“Hierro frío”).

Su hermano Luna fue destinado al carro de la luna, pero su trabajo era mucho más complicado, pues cada noche variaba  según menguara o creciera el astro. Por ello decidió raptar a dos pequeños. El padre de éstos los había mandado a la cumbre de una montaña para obtener agua.  En un descuido de los pequeños, Luna atrapó a Bil y Yuki. Ellos, los niños lunares,  son  los que se encargan del cuarto menguante y del creciente. ¿Cómo lo hacen? ¿Despliegan una cortina? ¿Hacen que Luna gire la cabeza de un lado a otro? No se sabe.

Sin embargo, existe otro relato en el que se explica que el sol y la luna no sólo recorren la tierra porque van tirados por caballos, sino que tienen prisa. Pero ¿por qué? ¡Son perseguidos por lobos!

Muy lejos, en el este de Midgard existe un invierno casi perenne.  Un barranco poblado por árboles de tronco de hierro viven unas malvadas brujas, las Bosquehierro. La más malvada de ellas engendró a numerosos gigantes. Como su padre, Fenrir era un hombre lobo, los gigantes crecieron como unos monstruosos lobos. Dos de ellos se hicieron tan grandes que pudieron lanzarse contra el sol y la luna. Y así, con brincos y  sus amenazantes fauces persiguen a sol y luna hasta el fin de los días. Y es que las profecías advierten que llegará el momento en que los engullirán, dejando tras de sí abundante sangre.

2 comentarios:

  1. Siempre lo digo y no me canso de hacerlo: la sensibilidad a la hora de narrar la mitología, presente en todos los pueblos, independientemente de su procedencia, consigue que los relatos me lleguen al corazón. En este caso me quedo con la imagen del caballo de Escarcha, que deja el rocío con su saliva. ¡Qué ocurrente, vistoso y mágico a la vez!

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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.