Me siento doblemente indignada
ante la actitud de TVE –que es la del Gobierno-: por un lado, por televisar un
“espectáculo” de tortura; por otro, por emplear la falacia de considerar esa
bárbara actividad como un bien cultural, sin admitir que lo que pretenden es
entretener a la masa que consideran estúpida para que no se defienda ante las
crueldades de sus acciones.
Primero tenemos a Esperanza
Aguirre que quiere poner en los centros como obligatorias salidas para que los
alumnos presencien las anacrónicas corridas (no obras de teatro, a ver si van a
espabilar y la echan del poder). Después, una vez que el Gobierno puede hacer a
sus anchas en TVE como la
Presidente de la
Comunidad de Madrid en Telemadrid, se televisa de forma abierta tal amoral y,
por tanto, estúpida actividad.
Ya me parece triste y una mala
señal para España que todavía exista el “espectáculo” taurino y el maltrato de
este animal en todas las facetas, como para que el pueblo se deje engañar y
manipular a través de una acción que me recuerda al instrumento que utilizaba
el Imperio Romano para tener tranquila a la gente mientras la ahogaba: la lucha
de gladiadores. Que este Gobierno actúe así es previsible, siendo una muestra
más de lo poco que se preocupa por sus ciudadanos (incluidos los que lo han
votado, y que nadie se lleve a engaño). No hace falta ser muy inteligente para
saber que las corridas de toros, y todo lo que conlleva, es un acto amoral. ¿He
de recordar que la moralidad es una capacidad de la inteligencia? ¿Qué les pasa
a algunas cabezas para seguir defendiendo la tortura? Que lo haga un gobierno
dictatorial para controlar al pueblo, tiene sentido (está mal, pero tiene su
razón de ser); pero que haya gente que defienda el maltrato…Ante este comportamiento
ya entiendo cómo es posible que se engañe a tanta gente a la vez en otros
aspectos cuando no se es capaz de discernir lo que está bien de lo que está mal
en aspectos tan sencillos como éste.
Empleemos un silogismo básico: si
torturar está mal, entonces, querido lector, toda actividad que lleve implícita
la tortura está mal. Hasta aquí bien ¿no? Vamos a suponer que usted no es un
psicópata que no sabe discernir entre el bien y el mal o que encuentra
placentero el dolor ajeno. Pues si todo lo que sea torturar está mal, en
consecuencia, las corridas de toros, por definición, son maldad pura. Espero
que no sea de los que se engaña diciendo que el animal no sufre. Pruébelo usted
mismo, ¿a ver qué le parece?
Sí, es cierto que sólo hace falta
un poco de empatía para comprenderlo. Empatía, otro elemento indispensable de la inteligencia.
Y bien sabemos que la moralidad y
la empatía se aprenden desde la infancia, con unos buenos padres, con un buen
gobierno y, por supuesto, con una buena
educación.
Este temame entristece, especialmente cuando ya trataron de educar al pueblo español intelectuales de la talla de Jovellanos, ya en el siglo XVIII. Siglos después, estamos igual o peor. Y es que se supone que la tecnología nos haría más avanzados, pero aquí ha servido para dar un mayor instrumento de control a los que siempre han ejercido el poder. ¿No le parece, estimado lector, treméndamente lamentable que tras siglos seamos tan manipulables por los que quieren nuestro mal y despreciemos a los que pretenden ayudarnos a ser mejores?
Luego nos quejamos cuando fuera de España nos parodian desde la ignorancia y nos reducen a sevillanas y toros. He tenido la "suerte" de dar clase dos años en pueblos de la periferia de Madrid (Colmenar de Oreja y Chinchón)para comprobar que la España "profunda" no quedó atrás en las películas de Paco Martínez Soria, en blanco y negro, sino que siguen muy vivas en pleno siglo XXI. Como comentas en tu artículo, Patricia, hasta ahí bien, pero claro, cuando esta pobre gente es la que determina el programa político de un gobierno, malo. La masa, en definitiva, tiene la potestad de dar y quitar poder desde su superioridad numérica, pero al igual que pasaba en la Edad Media, el desconocimiento y la ignorancia son aliados de los corruptos, que manipulan fácilmente enmascarando sus verdaderas intenciones bajo un traje de luces.
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