Antonio Machado y Federico García Lorca |
Es conocida por muchos la
humanidad de Antonio Machado, así como su genialidad en el arte de la poesía. Como
sabemos este miembro de los denominados “modernos”, divididos en modernistas y
Grupo del 98, será, a pesar de su humildad, uno de los autores más influyentes y
queridos por el Grupo del 27, que llevó nuestra literatura a la Edad de Plata.
Y parece que el testigo poético
pasó directamente del gran Machado al genio cuya desaparición muchos hemos
recordado durante estos días, con rabia, con mucha rabia y pena por lo injusta y cobarde que resultó la mano que ejecutó tal vil asesinato.
Pero antes de esto recordemos el
inicio, el momento en que el destino nos dio un gran poeta.
Durante 1916, a final de curso, el influido por la
Institución Libre de Enseñanza
Berruela hace una excursión con sus alumnos a Baeza. Aquí Machado lee sus poemas y algunos versos de
Rubén Darío (que había muerto poco antes). Entre esos jóvenes oyentes se halla
un jovencísimo Federico García Lorca, quien deleita con su talento con el
piano. Parece que la experiencia lo impulsa a tomar un nuevo camino, pues pronto
comienza a escribir poesía, donde se siente el influjo tanto de Darío como de
Machado.
En
abril del año siguiente, Berruela y sus alumnos vuelven a Baeza, donde Lorca
–ahora también poeta- actúa junto a Machado (a pesar de la vergüenza de éste y
sus intentos por zafarse) en un concierto en el Casino. De hecho, inspirará a
Lorca en su primer libro, Impresiones y paisajes (1918).
Así que
tenemos la influencia generacional tanto en el arte de crear versos musicales y
profundos como en la solidaridad y humanidad que desprendían. Su diferencia: la
personalidad introvertida de uno frente a la aparente extroversión del otro. Ambos
unidos por la genialidad, el pensamiento, la preocupación social, el cariño (y
el dolor) por su país y por lazos de amistad. De ahí que, ante la horrible
desaparición de Lorca, Antonio Machado lo recordara de un modo tan sentido (sabía muy bien seleccionar las palabras justas y dotarlas de gran significado) en
el poema que podéis leer a continuación:
El crimen
fue en Granada
I
EL
CRIMEN
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico.
-sangre en la frente y plomo en las entrañas-.
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico.
-sangre en la frente y plomo en las entrañas-.
...Que
fue en Granada el crimen
sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada...
sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada...
II
EL POETA YLA MUERTE
EL POETA Y
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
Ya el sol en torre y torre; los martillos
en yunque - yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
"Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!"
sin miedo a su guadaña.
Ya el sol en torre y torre; los martillos
en yunque - yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
"Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!"
III
Se le vio caminar..
Labrad, amigos,
de piedra y sueño, en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
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