miércoles, 21 de marzo de 2012

NUESTRA ANTOLOGÍA EN HONOR A LA POESÍA Y SUS MAGOS CREADORES.


Poema de Huidobro.
Hoy 21 de marzo, coincidiendo con el inicio de la primavera, se celebra el Día Mundial de la Poesía. Un modo literario que une a la Humanidad por ser poligenésico, ya que es base de expresión del sentir del hombre en su mundo.

En 1999 –ya tardó- la UNESCO decidió este día fuera protagonizado por los versos, ya narrativos ya líricos.
Hoy se lleva a cabo numerosas actividades en torno a la poesía: encontramos Alcalá de Henares, Callao y Rivas, por ejemplo puntos donde el día de hoy se venera la creación versal.
En Alcalá de Henares (Salón de Actos Santa María la Rica) se celebra hoy a las  19:00 el Festival Internacional de Poesía  dedicado especialmente a Machado, aunque habrá recital de poesía de poetas actuales, como Fernando López.
También habrá una lectura de poemas en el Fnac de Callao a las 19:00. Se han seleccionado poetas contemporáneos de varios países. Por ejemplo, tendremos la posibilidad de oír a Aridana G. García. 
En el municipio de Rivas , se ha decidido centrar el evento a las poetisas de habla hispana y con la intención de  mostrar la importancia de acercarse al público con la musicalidad sonora del verso, del recital, meta propuesta por la actriz Carolina Barreira y el escritor Antonio Daganzo.
Recordemos que el verso ha sido la manera en que muchas culturas han hecho llegar su forma de sentir, comportarse y comprender; pasando de generación en generación. Así el Mahabharata ha ido pasando de boca en boca gracias a su musicalidad. O las hazañas del Cid llegaron a los oídos  gracias a la tarea memorística de rítmicos versos.
Pero el verso, principalmente empleado en sus inicios para narrar, presenta otra cara en la que se muestra de manera sutil el sentir del ser humano desde lo más cotidiano hasta lo más elevado y filosófico, haciendo, por supuesto, una parada por los problemas sociales.  Esta poesía lírica necesita un trabajo más elevado, sería el siguiente escalón de la evolución cultural y lingüística de una sociedad. Los versos liricos necesitan una técnica depurada para ser capaces de transmitir un espíritu más complejo.
Para mí la creación poética se encuentra entre el don y un gran esfuerzo, sustentado en una  educación desde la lectura y escucha de numerosos versos. Un individuo puede estar condicionado genéticamente para componer poesía, pero sin haber llevado a cabo un gran labor de lectura, sus versos escasearán en depuración, belleza y contenido. El poeta nace y se hace. Y, por supuesto, ha de ser capaz de observar el mundo con unos ojos diferentes a los nuestros, sacando la música a lo más inesperado. Complicada tarea la del poeta. Pero a pesar de esto hemos tenido, tenemos y tendremos grandes compositores versales: poetas árabes (ya sólo su lengua clásica es poética), los goliardos, Garcilaso de la Vega (que nada hubiera sido sin la práctica y el error de artistas anteriores: lírica tradicional o el Marqués de Santillana), Herrera, Fray Luis, Shakespeare, Góngora, Quevedo, Espronceda, Bécquer, Rubén Darío, Antonio y Manuel Machado, Unamuno, Valle, Lorca, Cernuda, Salinas, Guillén, Vallejo, Neruda, Lovecraft, Octavio Paz, Hierro, Blas de Otero, Ángel González, Gil de Biedma, Alberti, Miguel Hernández,  Ariadna G. García, Antonio Daganzo, Fernando López y un largo etc. que incluye a los poetas conocidos y no citados y, lo que más miedo da, los que por alguna razón fueron talentosos pero no dejaron la huella de su paso por el tiempo.

A continuación, haremos una breve antología poética para celebrar este día:
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!
                            Bécquer

  A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían;
 
  de áspera corteza se cubrían                  
los tiernos miembros que aun bullendo 'staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
 
  Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía              
este árbol, que con lágrimas regaba.
 
  ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
 
               Garcilaso de la Vega.

  Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.
 
  Salíme al campo: vi que el sol bebía         
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
 
  Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,             
mi báculo más corvo y menos fuerte.
 
  Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
 
               Quevedo.
La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero;
a la moda de Francia realista,
un poco al uso de París pagano,
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste
cuando se digna usar de la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero,
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora;
España de la rabia y de la idea.


¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! Canta el martillo,
el garrote alzando están,
canta en el campo un cuclillo,
y las estrellas se van
al compás del estribillo
con que repica el martillo:
¡Tan! ¡Tan! ¡Tan!
El patíbulo destaca

trágico, nocturno y gris,
la ronda de la petaca
sigue a la ronda de anís,
pica tabaco la faca
y el patíbulo destaca
sobre el alba flor de lis.
Áspera copla remota
que rasguea un guitarrón
se escucha. Grito de jota
del morapio peleón.
El cabileño patriota
canta la canción remota
de las glorias de Aragón.
Apicarada pelambre
al pie del garrote vil,
se solaza muerta de hambre.
Da vayas al alguacil,
y con un rumor de enjambre
acoge hostil la pelambre
a la hostil Guardia Civil.
Un gitano vende churros
al socaire de un corral,
asoman flautistas burros
las orejas al bardal,
y en el corro de baturros
el gitano de los churros
beatifica al criminal.
El reo espera en capilla,
reza un clérigo en latín,
llora una vela amarilla,
y el sentenciado da fin
a la amarilla tortilla
de yerbas. Fue a la capilla
la cena del cafetín.
Canta en la plaza el martillo,
el verdugo gana el pan,
un paño enluta el banquillo.
Como el paño es catalán,
se está volviendo amarillo
al son que canta el martillo.
¡Tan! ¡Tan! ¡Tan!
Valle – Inclán.

Este buitre voraz de ceño torvo,
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero,
labra mis penas con su pico corvo.
El día que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre quiero
que me dejéis con él, solo y señero,
un momento, sin nadie como estorbo.
Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía,
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría
mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.
Unamuno.



¡Inteligencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!.

Juan Ramón Jiménez.

Te quiero.
Te lo he dicho con el viento, 
jugueteando como animalillo en la arena 
o iracundo como órgano impetuoso;
Te lo he dicho con el sol, 
que dora desnudos cuerpos juveniles 
y sonríe en todas las cosas inocentes;
Te lo he dicho con las nubes, 
frentes melancólicas que sostienen el cielo, 
tristezas fugitivas;
Te lo he dicho con las plantas, 
leves criaturas transparentes 
que se cubren de rubor repentino;
Te lo he dicho con el agua, 
vida luminosa que vela un fondo de sombra; 
te lo he dicho con el miedo, 
te lo he dicho con la alegría, 
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta: 
más allá de la vida, 
quiero decírtelo con la muerte; 
más allá del amor, 
quiero decírtelo con el olvido.
Cernuda.

Córdoba.   
Lejana y sola. 
Jaca negra, luna grande,   
y aceitunas en mi alforja.   
Aunque sepa los caminos   
yo Nunca llegaré un Córdoba.  
Por el llano, Por El viento,   
jaca negra, luna roja.   
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba. 
¡Ay que camino tan largo!   
¡Ay mi jaca valerosa!   
¡Ay que la Muerte Me Espera,   
los antes de Llegar A Córdoba! 
Córdoba.   
Lejana y sola.
Lorca

      UNIDAD EN ELLA
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos, 
rostro amado donde contemplo el mundo, 
donde graciosos pájaros se copian fugitivos, 
volando a la región donde nada se olvida.
Tu forma externa, diamante o rubí duro, 
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra, 
cráter que me convoca con su música íntima, con esa 
indescifrable llamada de tus dientes.
Muero porque me arrojo, porque quiero morir, 
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera 
no es mío, sino el caliente aliento 
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.
Deja, deja que mire, teñido del amor, 
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida, 
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas 
donde muero y renuncio a vivir para siempre.
Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo, 
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente 
que regando encerrada bellos miembros extremos 
siente así los hermosos límites de la vida.
Este beso en tus labios como una lenta espina, 
como un mar que voló hecho un espejo, 
como el brillo de un ala, 
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo, 
un crepitar de la luz vengadora, 
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza, 
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
Vicente Aleixandre.

   
¡Beato sillón! La casa 
corrobora su presencia 
con la vaga intermitencia 
de su invocación en masa 
a la memoria. No pasa 
nada. Los ojos no ven, 
saben. El mundo está bien 
hecho. El instante lo exalta 
a marea, de tan alta, 
de tan alta, sin vaivén.
Jorge Guillén.

Pared arriba, valiente, sin descenso posible.
Tan solo algún instante en que sus ramas juegan
A palmera en oasis, a laguna escondida,
A verdemar sin agua, a escalador de montes
Sin equipo y sin botas.
¿Qué no ha visto la hiedra? El cielo sigue arriba
En espera angustiosa, mientras van las raíces
Exprimiendo sustancias
De energía y de amor en la turba negruzca.
Y también hay ventanas que exigen asomarse
Y rozar con dulzura un sueño delicado.
Un labio que se frunce o una planta que brinca
Y desorienta al mundo.
Un solo brote basta para tejer aprisa
Un tapiz que nos vive y nos late en las manos.
¡Cómo esquiva la cal, cómo huye subiendo
Del insecto hervidor que ansía retenerla!
El vaso quedó chico. El muro se le encoge
Con el paso del tiempo y crecemos con ella
Sin apenas sentirlo.
¿Dónde crujen las hojas que urdieron el otoño?
¿Es invasión o encuentro? La red espesa y verde
Se cruza y entrecruza a la par que la vida.
De pronto no sabemos si somos o no somos
Ese enjambre tupido que palpita en nosotros.
El extremo de un tallo como trémulo obsequio
Nos regala su hojilla tan tierna y diminuta.
¿Qué nos pide la hiedra con su don de esmeraldas
Que casi no balbucen?
La ascensión ritual se hace inevitable.
¿Qué húmedo secreto nos revela y nos guarda
Ese telar augusto de vegetal belleza
Mientras algo invisible pretende estrangularnos?

Ernestina de Champourcin.






Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
Blas de Otero



Despertador
Entre los precipicios de la madrugada
hay momentos en los que el mundo deja de existir. Todo parece detenerse.
Son recuerdos fugaces de un eco más anciano que el universo.
Sufro la maldición de tomar conciencia en esos instantes.
Me mantengo inmóvil, haciéndome el dormido para que la oscuridad no me devore.
Finjo que no escucho susurrar a sus sirvientes por el cuarto
bajo los latidos de mi propio corazón. Intento
apaciguar esa campana que galopa acelerando en mi cerebro,
que pide huir,
que pide a gritos huir igual que verdad entre olas.
Pero no hay profundidad donde esconderse de uno mismo. Acabo devorado
y devorándome como esas pescadillas de ojos lechosos en su cama de hielo.
Desnudo sobre un mostrador bajo la luz de los fluorescentes: teatro de ansia y hambre.
El hedor a muerte se mezcla con el perfume de las compradoras
mientras el crepitar de billetes baila con el de las espinas bajo el cuchillo.
Risas, bolsas granates de plástico que destiñen y crepitan,
chorrear de fluidos pardos pudriéndose entre las baldosas
y yo mordiéndome el culo con cara de pez y formando un cero de sangre brillante.
Un enorme cero rojo parpadeando a la izquierda de las siete de la madrugada.
Segundos antes de astillarse el silencio, cuando todo parece detenerse.


Escúchame
agitar el agua secreta y perezosa,
memoria de la suave ablución que convocaba,
doblar los juncos,
dar al insecto un motivo de lucha
en su indolencia,
vulnerar a la par que el martinete.
Escucha esta energía desatada, rebosante,
elemental,
silbar por fin bajo tu cuerpo,
chocando contra sus vallas escondidas
y ascendiéndote el alma hasta el desnudo,
allí donde claudica el artificio.
Escucha cómo el aire está en ti,
soy yo, y me he hecho viento
en el instante que ha sido mi ventura:
te he erizado la piel,

te he emocionado.
Vencida, que ensordeciste tu alma en las lagunas.

No dudéis en añadir vuestro poema o poemas preferidos.

3 comentarios:

  1. Que pudo decir... Gracias. Eres muy grande.
    El gato quisiera hablar...
    Pero no le dejo.

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    Respuestas
    1. Es una pena no tenerlos declamados, porque ganan un montón dándoles esa vida que vuestra voz de poetas proporciona a los versos.

      Muchas gracias por comentar.

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    2. Puedes añadir y aconsejar poemas que te gusten. A mí ya me has abierto los ojos con alguno.

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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.