martes, 24 de enero de 2012

SETENTA AÑOS DE LA MUERTE DE MIGUEL HERNÁNDEZ. PARTE II.



C
omo ya se mencionó en el artículo de ayer, se va a pasar revista cronológica al II Congreso Internacional de Miguel Hernández por el setenta aniversario de la desaparición del poeta, de manera que empezaremos por el día veintisiete de octubre de 2003.
Miguel Hernández.
En dicho día, tuvo lugar, en el Ateneo de Madrid, un homenaje a aquellas personas que compartieron alguna situación con nuestro poeta orihuelense. Es lógico pensar, entonces, que el grupo de homenajeados estaba compuesto por personas ancianas. En general resultó una tarde muy conmovedora al compartir estas personas anécdotas acaecidas con Miguel Hernández durante la Guerra Civil, lo cual dio un carácter muy politizado a la sesión. Sin embargo, era perdonable pues no se trataba de análisis literario, ya que se suponía que ese fin sería el de las conferencias de días posteriores.

            El primero en intervenir fue LEOPOLDO DE LUIS , quien, basándose en Correo para la Muerte  de García Sol, nos leyó una carta que había escrito dirigida al amigo muerto. En dicha epístola, se hacía un recorrido por el destino de las amistades de Miguel Hernández; es decir, se habla de lo sucedido a éstos tras la muerte del poeta orihuelense. Así, Leopoldo de Luis menciona a Pablo Neruda, a Buero Vallejo, García Sol, Antonio Machado, Aleixandre, Lorca, Prados, entre otros.

            A continuación, don Alejandro Sanz dio la palabra a JOSÉ  RAMÓN CLEMENTE , quien compartió prisión con Miguel Hernández. De esta intervención es destacable la idea de la obsesión  que Miguel Hernández tenía con la muerte, sobre todo agravada al tener constancia de la precaria situación de su esposa y de su hijo. Además nos recuerda que en diciembre, nuestro poeta, enfermo de tuberculosis, entraría la enfermería. Mas no podría ser visitado por su esposa al no estar casados por la Iglesia. Nuestro poeta moriría sin conocer al hijo.
            Tras esta intervención hablará ROSARIO, la Dinamitera . Esta mujer conocería a Miguel Hernández, junto a otro poeta (Antonio Aparicio), en el ejército.
Rosario, la Dinamitera.
Rosario nos hizo ver a los jóvenes que asistíamos la importancia que tuvo Miguel Hernández como  artífice de expansión de la cultura entre los soldados. Ella coincidiría con el poeta siendo éste comisario de cultura. Miguel Hernández motivaba a los soldados para que escribieran, y colocaba el resultado en un mural. Los mejores escritos eran enviados a periódicos por Miguel Hernández.
Pues bien, Miguel Hernández dedicó un poema a Rosario, que había perdido una mano al explotarle la dinamita. Los versos fueron leídos en la radio en aquel tiempo, y Rosario los compartió con nosotros leyéndolos con su quebrada voz. El poema cobró más valor e interés al ser leído por la destinataria directa del mismo.
            Por último, vamos a referirnos a la intervención de JOSÉ ALDOMAR, quien recuerda el siguiente aforismo de Miguel Hernández: <<si analizas tu alegría, te entristeces>>.
Este buen hombre también coincidió con Miguel Hernández en la cárcel. Hace memoria para recordar cómo Antonio Buero Vallejo  hace el retrato a nuestro poeta y cómo imparte un cursillo de arte a un grupo de rojos de la prisión, compuesto por universitarios y Miguel Hernández.

            De este primer apartado podemos concluir que fue una sesión muy emotiva, que acercó a los oyentes a la parte humana  y real de Miguel Hernández, haciéndonos entender que no sólo fue un ente importante, un nombre en la Historia de la literatura, sino una persona que también fue relevante en la Historia de nuestro país. Además, también se nos acercó a lo que Unamuno llamaría intrahistoria, es decir, a la historia personal de este poeta y al sufrimiento que padeció por su propia situación, por la de su familia y por la de su país.
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