Versión del artículo aparecido en L´Artmaniaque y que ahora circula por diferentes páginas de Internet.
La cultura occidental ha considerado este día como de mala suerte (nada menos ha producido películas de terror). El origen parece venir del siglo XIV (sin contar que se supone que Jesús fue crucificado un viernes trece, según se creyó durante mucho tiempo, sin olvidar la mitología nórdica). Concretamente del 13 de octubre de 1307, día en el que el rey de Francia (Felipe IV) había ordenado aniquilar a los templarios que había capturado en una emboscada, incluido el Maestre de esta orden religiosa (Jacques DeMolay). Pero hagamos un recorrido por la historia en vez de por el mito.
Las donaciones – tanto de los integrantes como de los fieles, incluidos los monarcas (especialmente los de Castilla por ser ayudados por aquellos en la reconquista)-, junto a la austeridad y buena organización de la Orden , dieron lugar al enriquecimiento y poder del Temple. La confianza fue tan grande que algunos príncipes quedaron a cargo de la Orden.
Con todo esto, la riqueza y confianza del Temple propició que se convirtiera en “banquero” de Monarcas e, incluso, del Papa, a los que se hacía préstamos.
Eso, junto a la pérdida de Jerusalén (1244), dio lugar, más tarde, a la persecución y caída del Temple.
La caída de Jerusalén supuso la vuelta a occidente de muchos templarios. El gran poder militar, económico y administrativo que había mostrado la Orden hizo templar a los monarcas europeos al considerarlo una amenaza para su propio poder.
De modo que, con la intención de disminuir su protagonismo, se intentó fusionar el Temple con la Orden de San Juan del Hospital, pero, en 1307, el maestre templario se negó- esto produjo desazón en Felipe IV el Hermoso (rey de Francia en ese momento), pues estaba endeudado con los templarios. Una profunda crisis hundía a Francia tras las guerras contra Inglaterra y Flandes; de manera que el Monarca necesitaba conseguir crédito para mejorar la economía. El problema era que el único que podría otorgarle ese crédito era el Temple, al que debía una cuantiosa suma de dinero.
El rey francés intentó convencer al Papa (entonces Bonifacio VIII) a que acataran su mandatos (en vez de los del Papa), con el fin de conseguir el botín por mandato real. Además de negarse a tal proposición, el Papa excomulgó a Felipe IV, que discurre otro plan. En esto muere Bonifacio VIII y, poco después, su sucesor, dando posibilidad a la Corona francesa para proponer a alguien de su confianza: Clemente V, quien, incluso, traslada el papado a Aviñón, síntoma de la intención de complacer los intereses franceses.
El maestre del Temple propuso otra campaña militar en Tierra Santa a Clemente V, quien aceptó y concedió dos bulas. Esto levantó la envidia de la temible Inquisición, que había apoyado a Felipe IV en su enfrentamiento contra Bonifacio VIII. Es decir, el monarca francés tenía una carta muy poderosa e influyente en la manga. La ayuda de la Inquisición se sumaría a la del influyente Guillermo de Nogaret, a quien el rey había librado de la excomunión.
Para colmo, el Temple había criticado las formas de actuación de la Inquisición.
La crisis aumentó hasta tal punto que Guillermo de Nogaret propuso que la Corona se adueñase de los bienes de los judíos. Sin embargo, no dio el resultado esperado. ¿De dónde sacaría el dinero? ¿Quién tenía bienes cuantiosos? Sí, el Temple. Pero para conseguirlos, había que hundir una poderosa y estimada Orden.
La estratagema fue tejer una red de falacias sobre el quehacer de los templarios. Sabían que – como ya habían comprobado en el intento de hundir a Bonifacio VIII- los falsos rumores debían ser acompañados por igual falsos testimonios. El destino – o las influencias de Guillermo de Nogaret- hizo que se cruzara en su camino Esquiu de Floriac, espía que había sido expulsado del Temple, acción que, posiblemente, había provocado la animadversión que daría lugar a falsas acusaciones. ¡Qué fea es la venganza!
Entre otras, las acusaciones eran las siguientes: renegar de Dios escupiendo en la cruz, fidelidad a un ídolo (Bafomet, que para algunos significa “Mahoma”), llevar a cabo sodomía. Como ve, lector, esto huele más a retorcida estratagema que a realidad.
El 13 de octubre de 1307 se ordena detener a los templarios de Francia y confiscar sus bienes. Felipe IV se hizo con los fondos templarios destinados a la nueva cruzada, robo por el que nadie levantó la voz.
Los prisioneros fueron separados e interrogados, primero por la Corona y , después, por la Inquisición. ¡Y ya sabemos qué valor tienen las confesiones salidas de las torturas de la Inquisición ! Hace unos años visité en Santillana del Mar la exposición de los aparatos de tortura que empleaba la Inquisición (¿quién me mandaría a mi entrar allí?), y no deja de recorrerte un escalofrío.
Y se dieron confesiones – dudosas, como indico-, pero también muchos se quitaron la vida para no pasar el calvario o murieron a causa de las heridas.
El 27 de noviembre Clemente V ordena la detención y la expropiación de dicha Orden.
Más tarde quiso ser el juez (para interrogar él mismo) en Poitiers; mas, temeroso de lo que pudieran hacerle los franceses o la propia Iglesia, desistió, dejando desamparados a los templarios (se descubrió un texto en el que el Papa desestimaba los cargos hechos al Temple, pero, seguramente, temiéndose la ruina de la Iglesia a causa también de las acusaciones al fallecido Bonifacio VIII – recuérdese que es época en que triunfan las herejías que casi hundieron la Iglesia Católica-, no lo sacó a la luz). Además promulgó otra bula que amenazaba con excomulgar a todo aquel que ofreciera ayuda a los templarios.
De hecho, aquellos que iban a encargarse de su defensa en el Concilio fueron quemados vivos. Sin embargo, en Castilla, Aragón, Chipre, Inglaterra y Portugal se defendía al Temple. En este último reino, el rey creó la Orden de Caballeros de Cristo como sucesora de aquella.
Llegó el Concilio de Vienre (1311), cuya conclusión fue que los confesados irían a monasterios.
Pero el 18 de marzo de 1314, de cara a la Catedral de Notre – Dame, los prisioneros morían en la hoguera.
Se dice que el maestre – Jacques de Molay- afirmó, antes de morir, que tanto el Rey como el Papa morirían antes de un año. Y así fue.
Sin duda, la realidad supera siempre a la ficción. Y además, esto es una prueba más de lo dominados que estamos por los americanos, creyendo que las fiestas que hacemos se las debemos a ellos, cuando no son más que niños de teta (históricamente hablando), en relación con los europeos. ¡Ah, por cierto! Recuerdo perfectamente el museo de Santillana del Mar. Y para cualquiera que vaya a un sitio así, que vaya acompañado: no es plato de buen gusto, sobre todo si tienes la capacidad de imaginarte tales lindezas en plena tortura.
ResponderEliminarTienes toda la razón con los estadounidense (hablando en general)tanto en que suelen adueñarse de lo que no es suyo y venderlo como propio (y creérselo, encima) como en que parecen no percibir que están en pañales históricamente. Recuerdo que mi padre, por trabajo, ha tenido que viajar mucho. El caso es que fue a EEUU. Además de lo mal que lo trataron en el aeropuerto le sucedió un hecho que cuando nos lo contó nos provocó dos sentimientos contrarios: risa y lástima. El hecho es el siguiente: en ese viaje iba con mi madre y tuvo un poco de tiempo para hacer alguna escapada cultural de la que tanto les gusta, pero se encontraron con que uno de los monumentos históricos del que estaban más orgullosos en dicha localidad era... ¡un aparcamiento de los años sesenta!
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Conocí la historia hace tiempo, cuando me dio por devorar todo lo relacionado con el Temple, hoy recordé de nuevo la historia gracias a tu buen aporte.
ResponderEliminarUn saludo.
Yo también tenía entendido que todas las acusaciones contra los templarios eran falsas, que la cuestión era, simplemente, que la orden disponía de una fuerza militar bastante temible y de unas riquezas muy deseables, por tanto...
ResponderEliminarMe parece interesante la alusión que has hecho a la mitología nórdica, pues siempre me ha llamado la atención que así como en los países latinos el día nefasto es el del dios de la guerra, en los germanos sea el de la diosa del amor. En mi modesta opinión la clave está en unos versos de la Edda Mayor, concretamente la estrofa 14 del Discurso del Embozado, la cual dice que en las batallas Odín elige la mitad de los muertos y Freyja la otra mitad. De los elegidos de Odín ya sabemos que iban al Valhalla a pasar el día peleando y la noche comiendo jabalí y bebiendo hidromiel y de los elegidos de Freyja no se nos dice nada, pero, considerando que ésta era la diosa del amor y la fertilidad... Por tanto, convertir al cristianismo a los adoradores de Odín y Thor debió ser fácil, pero con los adoradores de Freyja -y de su gemelo y amante Frey- tuvo que costar algo más. Por eso el día consagrado a esta diosa fue considerado como el día más perverso, aciago, diabólico, etc.
A lo mejor todo esto no es más que una elucubración, quién sabe; agradeceré que alguien más experto diga si es verosímil o no.
Por cierto: no he visto el museo de Santillana del Mar, pero la última vez que fui a Alemania estuve en Buchenwald; aunque ahí no había la variedad de instrumentos de tortura de la Inquisición, el ambiente era más duro.