Durante siete años, el bardo Finneces pescaba a las orillas
del Boyne. Había oído que en sus aguas nadaba el salmón del conocimiento. Quien
lo comiera, recibiría el don de la sabiduría y se lo llamaría Finn.
Un día, un muchacho llamado Demna pidió ser su pupilo. Poco
después lograron pescar al pez, Fintar. Finneces se lo entregó al joven a fin de que lo cocinase, pero le indicó
que bajo ningún concepto lo probase.
Sin embargo, Finneces no sabía que Demna era un apodo que
ocultaba a Finn mac Cool (quien sería, más adelante, un valeroso guerrero). Mientras cocinaba, se quemó un dedo y lo chupó para
aliviar el dolor. Sin ser su intención, acababa de probar el salmón, que le
transmitió su conocimiento.
Cuando Finneces se enteró, se enfureció. ¡Había pasado siete
años esperando pescar ese salmón para que ese mocoso se hiciera con sus
propiedades! Malhumorado, señaló a Finn que había de comerse el resto del
pescado. Y, desde entonces, el muchacho pudo ver el futuro.
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