El
poeta Fernando López, dirigió la tertulia sobre la literatura de terror en el
pasado Café Literario Covibar de Escritores de Rivas. Junto a él charlaron
Javier Quevedo (ganador del Premio Esmater),
Teo Rodríguez y el experto en estudios sobre el Anticristo en el Medioevo José
Guadalajara.
Tras
agradecer a los espectadores y los escritores participantes su presencia,
Fernando confesó que el género de terror es uno de sus preferidos. Tras esto
advirtió que olvidamos que hay muy buenos escritores de disco subgénero en España,
prueba de ello es Gustavo Adolfo Bécquer con textos como El monte de las Ánimas
(con un fragmento se inició el Café Literario). Además recuerda que es el
momento de la representación de Don Juan Tenorio y yo añadiría la importancia
del Estudiante de Salamanca, su analepsis y su descripción del horrendo mundo
fantasmagórico.
A continuación,
el poeta presenta a Javier Quevedo como uno de los escritores de terror más
relevantes de España. Fernando López lo considera “un escritor de gran calidad
literaria y un narrador muy eficiente”.
Después
presenta a José Guadalajara, como una figura relevante en Escritores de Rivas. Recuerda
que aunque normalmente se ha dedicado a la novela histórica, usualmente
ambientada en la Edad Media, está presentando una nueva obra, definida por el
poetacomo una novela exquisita, escrita con lápiz de labios pero que también
tiene mucho que ver con el miedo. Miedo de una mujer: al compromiso, a estar
sola, a estar en pareja.
El tercer
invitado que participa en la tertulia es Teo Rodríguez (Oscuro). Fernando López,
por recomendación de otro poeta (José Luis Morante), leyó dicha novela.
Unos
invitados de lujo, como indica el propio Fernando López.
Se
inicia la tertulia con José Guadalajara para que explique el terror desde la
Edad Media, ya que es un experto en la figura del Anticristo (¿No habéis leído
su novela Signum? Ya os vale).
¿Cómo
se vivía el terror en aquella época? Especialmente el miedo a la llegada del
Anticristo y del fin del mundo.
José
Guadalajara empieza indicando que existe una vertiente más y menos miedo. La primera
tiene gran importancia, porque es un medio de autodefensa para no lanzarnos de
manera inconsciente al peligro. Por tanto, es un medio de autoconservación. Pero
también existe la vertiente negativa, que puede conducirnos hasta el terror y
la parálisis.
En cuanto
al miedo en la Edad Media, primero ha de tenerse en cuenta que es innato y
propio al ser humano. De tal manera que se da a lo largo de la Historia de la
Humanidad, ya desde la Prehistoria. Mas también nace con el mito del combate
entre las fuerzas del Bien cotra las del Mal que se representa en la Edad
Media occidental por Dios y el
Anticristo, aunque aparece en numerosas civilizaciones.
El miedo
al Anticristo recorrió todo el largo periodo de la Edad Media (V – XV), pero de
manera diferente. De hecho, José Guadalajara recuerda que, a pesar de que se ha
creado mucha literatura en torno al supuesto miedo al año mil, eso no sucedió
así. Es un invento del Romanticismo.
Abreviando,
José Guadalajara indica que sí que hubo oleadas de pánico provocando profecías
en torno al Anticristo. Se plasmó en obras de teatro, biblias, relieves de las
catedrales…
Los siglos
donde más protagonismo tiene esta figura son el XIV y el XV.
A esto
añade que hay que tener presente la relevancia que durante la Edad Media
tuvieron los signos que anunciaban el supuesto Juicio Final. Forman un conjunto
muy curioso que van recopilándose durante siglos. El poeta Gonzalo de Berceo (XIII)
advierte que son quince señales, por ejemplo: el mar crecerá cuarenta codos de
altura, para luego volver a retroceder; las aves y los peces darán gritos y
alaridos; los árboles sudarán sangre; los
esqueletos se levantarán de las tumbas; las piedras chocarán unas con otras;
habrá terremotos; etc.
A través
de la literatura y las profecías se sumió a la población en un tremendo terror.
Y todo esto fue asociado a la llegada del Anticristo. José Guadalajara recuerda
que esta figura no es el Diablo.
El siguiente
en intervenir es Juan Quevedo para pasar al miedo actual, aunque tiene que ver
al haber aparecido, como indica Fernando López, una “psicosis por el fin del
mundo”, partiendo del temor del calendario maya y su fecha 21 de diciembre 2012
(aunque he de recordar que lo que se indica en esta civilización es un cambio
de ciclo).
El poeta
le pregunta que qué ha querido representar con su novela, Cuerpos descosidos.
Javier
Quevedo indica que él es escritor de terror porque es lo que había leído desde
la infancia.
Confiesa
que cuando comenzó a escribir esta novela, no se había planteado que fuera de
terror, aunque sí inquietante. Y tal vez esa inconsciencia ha hecho que tenga
tanta fama.
¿Qué
tipo de terror se sigue?
No es
explícito, sino que es sugerido, provocando inquietud. Lo que suele denominarse
novela de terror psicológico. Para el autor sería también de terror emocional,
ya que se hacen patentes sensaciones que todos tenemos, pero las lleva al
extremo en la obra. De lo que menos aparece es el terror físico o visceral,
pues prefiere sugerirlo, que la mente del lector construya. Así se impacta más
y se evita caer en el ridículo de las típicas películas de terror adolescente
estadounidense.
En
cuanto a Teo Rodríguez, comenta que el cúmulo de catástrofes provoque que el
pueblo actúe de una manera que no es normal. ¿Hay una fuerza que ejerce
determinado poder sobre las personas?
Además
del terror, para una buena obra debe haber algo más: historia de amor
fraternal, amigos, etc.
Tras
la tertulia, Javier Quevedo lee un relato publicado en una antología dedicada a
la Noche de los Muertos. Pero él se desmarcó un poco, recordando en su
microrrelato la celebración mejicana. Es un texto espectacular: Chiringón.
Teo Rodríguez
lee unos textos muy breves, tamaño twitter. De manera que la lectura dura pocos
segundos y como nosotros somos castizos hicimos como en el ballet, que no se
aplaude hasta el final y no en cada una de las piezas.
A continuación,
se regala a los invitados un ejemplar de la antología de microrrelatos de
Escritores de Rivas (hay unos relatos geniales).
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