Uno de los
pueblos dayak de Borneo narra que el universo empezó con dos espíritus (Ara e
Irik) en forma de ave. De la inmensa extensión de agua que sobrevolaban tomaron
dos huevos. Con uno de ellos Ara modeló el cielo; con el otro, Irik, la tierra.
Pero ésta resultaba demasiado grande para encajar con el cielo, así que
decidieron comprimirlo, provocando terremotos y surgiendo los ríos. Entonces,
apareció la vegetación.
Como
necesitaban a alguien que poblara el lugar, decidieron crear a los seres
humanos. Primero lo intentaron partiendo de savia blanca y roja de los árboles.
Sin embargo, no fueron capaces de insuflarles vida. Así que modelaron con
tierra a los primeros humanos a los que dotaron de vida mediante gritos.
Me encanta la mitología, la sensibilidad con la que se cuentan las leyendas, la originalidad con la que los pueblos intentan explicar el mundo que les rodea. Y me fascina, principalmente, las coincidencias entre las distintas culturas a la hora de, por ejemplo, mencionar el barro como materia prima para la creación humana, aunque esos puntos en común se dan en múltiples situaciones, como el diluvio.
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