lunes, 17 de septiembre de 2012

ANIVERSARIO: DESCUBRIMIENTO DE LA TUMBA DE TUTANKHAMÓN.



Este año se cumplen noventa (1922) del descubrimiento de la tumba de Tutankhamón. Pero la historia comienza antes, en 1898, con un acontecimiento fortuito.

Howard Carter había llegado a  Egipto como artista encargado de copiar los jeroglíficos. Después se levantó su interés arqueológico y el deseo de conocer más sobre aquella civilización de arte con una espiritualidad inigualable.

En invierno de dicho año sucedió una enorme y extraña riada que lo obligó a marchar hacia el oeste de Tebas con el fin de comprobar  los daños que habían sufrido los templos además de copiar los relieves. Sin embargo, todo cambió cuando una mañana su caballo tropezó con algo, haciendo caer al jinete. Carter descubre entonces que, entre la arena, despunta un ladrillo: un escalón piensa que ha hallado una tumba de faraón intacta. A partir de aquí su aventura. Comienza a buscar la financiación de la excavación (abogado jubilado Theodore Davis). Pero todo acaba en una enorme humillación cuando, tras una gran inauguración, descubre una cámara vacía.

En 1905, junto a su esposa,  un aristócrata británico  llegó a Luxor con el fin de recuperarse de un accidente: Lord Carnarvon.

En esa época se consideraba que quedaban tres tumbas de faraones por descubrir y todo el mundo quería encontrar  el “Santo Grial”  egipcio: una tumba de faraón intacta. Al aristócrata le llamó la curiosidad y buscó a Carter para introducirse en el mundo de la arqueología. Descubrión en el artista una gran pasión por el arte y cultura egipcias.
Y así comenzó su alianza. Pero no poseían permiso para cavar en el Valle de los Reyes (sólo concedido a Theodore Davis –un personaje prepotente y a quien interesaba más presumir que la propia civilización egipcia-).

La desilusión llegó a su yacimiento cuando descubrieron que Davis había hecho el hallazgo de una nueva tumba que consideraba de Tutankhamón. Pero Carter tenía la corazonada de que eso no era un sepulcro.

Theodore Davis se marchó de Egipto asegurando que ya no podía encontrarse nada más. Sin embargo, Lord Carnarvon pidió la concesión para excavar.

Carter decidió un lugar como posible, pero estaba cubierto por escombros de otras excavaciones (bastante chapuceras, hay que advertir). Así que antes debían hacer una ardua tarea de limpieza, además de llevar un sistema meticuloso para saber dónde habían buscado.

Durante la I Guerra Mundial, la excavación se paralizó. El propio Carter fue empleado como traductor por la Inteligencia Británica en el Cairo.

 Tras la lucha, llegaron los felices años veintes y la vuelta a las excavaciones. Pero cada vez quedaban menos cuadrículas donde perforar y también comenzaba a peligrar la economía del aristócrata. Así que le concedió un mes antes de abandonar los costes y el sueño de Carter de descubrir más sobre la cultura egipcia. El artista comenzaba a dudar de su intuición cuando el arqueólogo que había trabajado con Davis le contó que éste había ocultado durante mucho tiempo vasijas con material para embalsamar y objetos con el nombre de Tutankhamón en su sótano, lo que probaba que su tumba debía seguir todavía en el Valle de los Muertos que entonces peinaba Carter. Esta debió ser la motivación extra que necesitaba el futuro descubridor. Pero eso no convenció a su benefactor en un principio hasta que consiguió una prórroga de tres meses de duro trabajo para explorar las siete cuadrículas que aún quedaban.

Y el Santo Grial apareció: una tumba intacta. Primero una sala con grandiosos tesoros, moviliario y enseres que el faraón se llevaría al otro mundo (muchos recordaréis la exposición que hubo sobre Tutankhamón). Después, otra habitación con la tumba aún sellada.  Pero existía el peligro de los saqueadores. Así que se cerró con candado.

Carter reunió a un grupo de expertos para trasladar y catalogar los tesoros de la cámara.  Tenían que trabajar a contrarreloj por el público y periodistas que se agolpaban en la entrada.

Parece que además empezó a haber tensiones entre Carter y su benefactor cuando algunos miembros del grupo de especialistas se marcharon.

Lord  Carnarvon enfermó gravemente, lo que dio credibilidad al bulo de la maldición que había comenzado en la prensa. Mas le había picado un mosquito que debía portar una enfermedad que lo llevó a la muerte. Eso sí, había dejado la concesión a nombrar de Carter para seguir trabajando.

Sin embargo, al descubrirse el sarcófago de Tutankhamón dentro de la tumba. Se le prohibió enseñarlo a familiares de los expertos. Esto enfureció tanto a Carter que parece que hizo unas declaraciones contra la actitud de la administración (encargada a un francés) para la prensa y se negó a trabajar en esas condiciones.

Las consecuencias no se hicieron esperar. El aludido (acompañado por soldados) le exigió que le entregara la llave de la tumba.

Años después se le pidió que volviera para aumentar el turismo a Egipto en un momento difícil para el país. Así que regresó a trabajar allí, pero no con todo su grupo, pues ya había muerto otro miembro.

Descubrieron que el sarcófago interior era de oro macizo, pero también que los rostros eran diferentes. Así que intuyeron que debía haberse enterrado con tanta premura que tuvieron que emplear el de otro.
Las tareas terminaron y Carter tuvo que despedirse del faraón que lo había hecho famoso y que él había recuperado para todos nosotros. A pesar de ello nadie le reconoció su labor, ni en Egipto ni en su país. A su muerte, en 1939, pocos asistieron a su funeral (parece que fue poco sociable).

De cualquier modo, nosotros hemos de celebrar su tenacidad para encontrar la tumba que nos haría conocer un poco más esta civilización tan increíble.


Fotografías tomadas en la exposición de Tutankhamón en Madrid.

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