Las tres
regiones que conforman Oceanía (Melanesia, Micronesia y Polinesia) poseen
variedad lingüística, así como creencias y maneras diferentes de estructurar el
mundo. De modo que su mitología resulta distinta: en algunas zonas no se habla
de dioses, sino de héroes; en otros, la cosmogonía es sólo conocida por los
iniciados, quedando en estricto secreto.
De cualquier
manera, los relatos más relevantes sobre la creación del mundo proceden de
Polinesia y Micronesia.
Destaca el
maorí, en el que se narra que los dos creadores, Rango (el cielo) y Papa (la
tierra) estaban unidos en un estático abrazo en medio de la nada. Entre ambos,
se hallaban atrapados sus hijos (Tare, Tagaroa, Tu, Rongo, Haumia y Tawhiri)
que pensaron en la forma de separarlos, llegando, incluso, a idear su
asesinato. Sin embargo, el dios de la vegetación (Tane) medió para que cada uno
procurara deshacer el eterno abrazo. Ninguno de ellos lo consiguió. Sólo
quedaba el propio Tane. Decidió apoyar la cabeza sobre su madre y los pies
sobre su padre para empujar. Así consiguió dejarlos en su posición actual.
Sin embargo,
el logro de Tane trajo la envidia de sus hermanos. De modo que Tawhiri,
iracundo, levantó el viento y provocó tanto tormentas como huracanes con el fin
de destruir los bosques protegidos por aquel dios. El terror ante la catástrofe
hizo que los peces, que entonces vivían en la tierra, huyeran al reino de
Tangaroa, divinidad del mar. Enfadado, Tane comienza la lucha con su hermano
acuático, batalla que aún hoy continúa, de ahí que el mar pretenda inundar la
tierra y la madrea de los bosques de Tane produzcan canoas para que el hombre
dome al océano.
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