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Cuántos amigos extranjeros o de otras provincias han exclamado horrorizados que los madrileños somos unos mal educados y unos cerdos?
Bien cierto es que la capital española nunca ha podido alardear de ser una ciudad limpia (¡una lástima!). Siempre hemos arrojado cualquier tipo de inmundicia sin preocuparnos lo más mínimo de la salubridad.
Ya en el siglo XVI, reinando Felipe II, hubo que poner remedio mediante unas Ordenanzas de la Villa. Se dice que para limpiar en torno a El Prado un mes entero necesitó la inversión de 206.717 maravedíes. Una auténtica burrada que a ningún ciudadano le importó lo más mínimo, pero luego bien que nos quejamos de que la calidad de vida no es buena, qué caro está todo…. Normal, ¿de dónde va a sacarse el dinero para este gasto que podríamos evitar?
Lo peor no es que seamos unos auténticos puercos, que no respetemos las zonas comunitarias – tener la casa como una pocilga es cosa de cada uno, pero impulsar la propagación de enfermedades en una sociedad resulta totalmente amoral e irracional-, sino la imagen que damos a los extranjeros de todos los tiempos (luego no nos quejemos de que nos consideren los barriobajeros de Europa, un apéndice molesto del que físicamente no se pueden librar). Recordemos que en el siglo XIX recorrer España por los intelectuales europeos se puso de moda, porque se la veía como un país anclado en el pasado y misterioso (¿se la veía en pasado?). Así en Viaje a España, del barón Davillier y Guastave Doré, aparecen descripciones vergonzosas pero reales sobre Madrid.
De manera que el enamorado español que pasa por la calle sin hacer ruido, se ve inundado algunas veces desde la cabeza hasta los pies, aunque se haya perfumado antes de salir de su casa, se ve obligado a volver a toda prisa a cambiarse. Esta es una de las mayores incomodidades de la ciudad y la hace tan sucia y maloliente que no se puede transitar en las mañanas por ella.
Pero como no aprendemos y somos así de irrespetuosos (especialmente en el Metro: ser arrollado cuando queremos salir del vagón por unos seres de mentes obtusas incapaces de imaginar que <<dejen salir antes de entrar>> no son unas meras palabras antojadizas), Tierno Galván en sus bandos aseguró:
Una de las mayores preocupaciones que atosigan a esta Alcaldía es la de la falta de educación cívica. Hay algunos madrileños que no tienen conciencia clara de que convivir significa tener respeto a la Ciudad y a quienes viven en ella.
Merece especial mención, en cuanto a la educación cívica se refiere, el tema de la limpieza urbana: la falta de respeto mutuo, en algún sector del pueblo madrileño, está dejando la Ciudad fea, triste y sucia. Aumentar la limpieza de Madrid es un quehacer de todos, y también lo es que cada uno de nosotros se convierta en censor de los demás, advirtiéndoles que no ensucien o dañen. Nada conseguirá la Alcaldía en este aspecto si no cuenta con sus convecinos.
(…)Recuerdo, por último, que Madrid cuenta con más de 40.000 papeleras, que se utilizan poco, observándose que en torno a ellas y a los ceniceros que las acompañan hay más residuos que en el resto de la calle.
Como alcalde, acudo a los vecinos de la Villa y Corte de Madrid pidiéndoles ayuda, tanto para que cumplan lo que la buena crianza y la educación cívica requieren, como para que inciten a que lo hagan quienes no cumplan como deben. Todos debemos contribuir, en nuestro cotidiano vivir, en el círculo de nuestros conocidos, amigos, familiares y, en general, convecinos, para que Madrid se convierta en una Ciudad limpia y tranquila.
Me gustaría creer que este artículo pueda concienciar; sin embargo no es racional tener esperanza en una sociedad que atrofia los pulmones de los niños echándoles el humo tabaquil, en una comunidad que ve a embarazadas de pié y no les ofrecen su asiento, en una sociedad donde los valores como el respeto y el esfuerzo se han perdido.
Solo me queda dar la razón a los extranjeros (especialmente a los europeos) cuando se alarman ante esta situación, porque yo pertenezco a esa irrespetuosa comunidad y me avergüenzo.
Leer completo el bando de Tierno Galván.
Hablar de la situación es intentar poner soluciones, y hay tantas teclas que tocar...En el 2000 (lo digo porque no sé si seguirá así o no) estuve en Gijón, y ha sido el lugar más limpio que he visitado de España. Había carteles dirigidos a los dueños de perro de las suculentas multas que podían sufrir si no recogían los desperdicios de sus animales. No sé cómo lo vigilarían, pero los resultados eran maravillosos.
ResponderEliminarotra piedra de toque (¡como tantas!) está en la educación. Tanto rollo con ciudadanías y horas de relleno, en vez de enseñar en las escuelas estas normas cívicas de educación. Pero lleva tiempo. La sociedad actual está con un claro síndrome de inferioridad, y se limitan a intentar no quedar por debajo en la calle ya que se sienten pisoteados en sus trabajos, con los bancos, a veces en sus casas...El ejemplo del niño que juega en un campo y es echado por los mayores, cuando se hace mayor hace lo mismo con los que son más débiles, al grito de "Yo también lo sufrí..." o los veteranos de empresa (o de instituto), que hacen la vida imposible y pisotean al recién llegado porque es "ley de vida". Sólo así se explica el "quítate tú para ponerme yo en el metro" o el "salgo yo primero" aunque todos tengamos las mismas ganas de abandonar el local, o no ceder el paso con el coche...Los ejemplos son múltiples (ahora recuerdo que ayer, en el Carrefour, me encontré con varios productos abiertos, de gente que come allí y se va sin comprar, dejando la basura. Sí, estamos en un país con escasos valores. Sin embargo, no podemos bajar los brazos. Si un artículo como éste abre una sola conciencia, ya habrá merecido la pena. Igual es el principio de una cadena que remueve las mentes. ¡Ánimo!
Estoy totalmente contigo en que la educación (desde casa, primero, que es lo que perfila la personalidad de los niños) en estos y otros valores es lo que da una sociedad cívica. Muestra de ello está en que, como bien dices, lugares como Gijón son (o han sido capaces)de educar a sus infantes en estos valores. <>. ¿No es más normal (no confundir con <>), inteligente y cívico (que suelen ir en el mismo saco)tirar el envoltorio del caramelo a la papelera, que gastar una gran suma de dinero público, destinado a otros menesteres, a recogerlo?
ResponderEliminarSobre la materia de Ciudadanía, ya me parece muy triste que el Estado se vea obligado a poner una asignatura (quitando las horas a otra)para enseñar (ya tarde) a los adolescentes unos valores que debían haber aprendido en casa en su infancia; pero, encima, la asignatura que ha quedado no es lo mismo, para nada, que lo que fue originariamente, desde que se empezaron a hacer los libros sobre la materia. De todos modos, deberíamos enseñarles normas básicas como que se camina por la derecha, que no se pone música por la calle, que no se habla a gritos, que nuestra libertad termina cuando invadimos la de otro, que libertad no significa que se pueda hacer lo que dé la gana. Vamos, lo que intentamos inculcarles sin tan estúpida asignatura (repito, tal como ha quedado) . De todos modos, tengo la sensación de que está muy extendido el error común y usual (que no normal) de considerar al profesor el artífice que ha de inculcar estos valores, a los que luego muchos de los padres se oponen (vamos, que dan al hijo el modelo contrario de lo que se enseña en clase). Craso error, porque el no educar en valores al niño, esperando a que lo hagan en el instituto da lugar a adolescentes mal educados y sin comprender los valores y normas que rigen la convivencia. Al niño hay que educarlo desde pequeño (no cuenta llamarle la atención con desgana cuando se tira por el suelo del centro comercial y luego seguir a lo tuyo). Si esto no se hace, se está destrozando la vida del hijo.
Me encanta tu análisis del origen de tal comportamiento absurdo y poco inteligente que se está extendiendo como una plaga por nuestra sociedad: el síndrome de inferioridad. La idea de si a mí me lo han hecho, yo hago lo mismo. A la porra la empatía,que (como advierto en la reseña de "La República Mejor") está desapareciendo de nuestro vocabulario social. Me recuerda a doña Irene en "El sí de las niñas". y eso es una muestra de falta de educación básica en casa, dando lugar a un atontamiento en la convivencia al fracasar la inteligencia social por incomparecencia.
Ja, ja, ja. Cuando empiezo no paro y se me ha olvidado darte las gracias por tu comentario y genial análisis de la sociedad.
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