domingo, 16 de junio de 2013

MITOLOGÍA DE LOS INDIOS AMERICANOS: SIETE HERMANAS.


Una tarde de verano, un joven fue a pescar al lago. Cuando ya estaba cayendo el sol, decidió recoger para marcharse. Entonces  oyó un hermoso canto. Miró a su alrededor, pero no vio nada. Su vista se alzó. Del cielo descendía  una cesta. El joven se ocultó con el fin de descubrir el misterio. En poco tiempo, el cesto tomó tierra y de él salieron siete muchachas que cantaban y danzaban con suaves movimientos. La belleza de las mujeres, de su baile y de su voz dio lugar a que el joven se uniera al canto. Las muchachas, asustadas, corrieron hasta la cesta, que se elevó por los aires hasta que no se pudo atisbar desde la tierra.

El día siguiente el joven lo pasó pensando en aquellas preciosas mujeres vestidas de blanco y de dulces voces y movimientos. Decidió volver al lago. Esperó oculto entre la vegetación. Volvió a sonar la canción. Contempló cómo descendía la cesta y, después, cómo salían de él las muchachas. Todas eran hermosas, pero lo hechizó la más pequeña. Quiso verla más de cerca, mas sus pies toparon con una pequeña rama en el suelo. El crujido espantó a las muchachas, que huyeron a toda prisa.

Al atardecer siguiente volvió a ocupar su lugar. Sin embargo las jóvenes tardaban en bajar. ¿Las habría asustado y ya no volverían? De pronto, escuchó la música. Esta vez salieron del cesto agrupadas, mirando de uno a otro lado como si quisieran comprobar que allí no había nadie. Una de ellas indicó que parecía que todo estaba tranquilo, pero le asustaba aquella voz que se había unido a ellas y el ruido de la noche anterior. ¿Y si las espiaban? Otra consideró que la voz sólo era el sonido del viento; el ruido, un animalillo.

Más tranquilas, comenzaron a danzar y cantar de nuevo. Mientras, con cuidado, el joven se fue acercando a ellas. Cuando la muchacha de la que se había enamorado estaba más lejos de las demás, la tomó de un brazo. Las otras corrieron hacia el cesto llamando a la que había sido atrapada. Ésta logró escabullirse y agarrarse al borde, pero el joven la volvió a atrapar y la sujetó con fuerza. La muchacha se vio obligada a soltar la cesta. Cayó, junto a su captor, al suelo.

Una vez allí, ella le pidió explicaciones. No entendía  con qué intención la había separado de sus hermanas. El joven declaró su amor y su intención de casarse con ella. La muchacha se tranquilizó y explicó que no podía permanecer en la tierra. Sus hermanas y ella eran las Pléyades, las hijas del Sol y la Luna. Tenía que volver al cielo. El joven le pidió que le permitiera ir con ella. Fue entonces cuando la muchacha confesó que bajaban a la tierra a bailar a escondidas. Su padre se enfadaría. Al final, el joven la convenció para que le dejara subir con ella e intentar convencer al mismo Sol.

La muchacha empleó el viento para enviar un mensaje a sus hermanas pidiéndoles que volvieran a bajar el cesto.

Así, a la tarde siguiente, la pareja subió al cielo.

Las Pléyades.
El Sol enfureció al enterase de que sus hijas habían desobedecido su prohibición de bajar a la tierra. Entonces intervino el joven de manera elocuente. El astro aceptó el matrimonio, pero, con la finalidad de que no sucediera otra vez algo parecido, desterró a todos a la parte más alejada del cielo. El joven pidió poder visitar la tierra de vez en cuando. El Sol se lo permitió sólo a la nueva pareja.


Y así, las siete hermanas fueron obligadas a instalarse en el lugar más lejano del cielo. Algunas veces los esposos viajan a la tierra. Por eso  se ven seis estrellas en las Pléyades.

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1 comentario:

  1. ¡Qué bonito! Las historias mitológicas, vengan de la cultura que vengan, rezuman por todos sus poros una sensibilidad especial, entre la leyenda y el cuento infantil.

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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.