lunes, 6 de mayo de 2013

CENTENARIO DE LA MUERTE DE LUPERCIO LEONARDO DE ARGENSOLA


Se cumplen cuatrocientos años de la muerte de este poeta español.

Nació en Barbastro (Huesca) en 1559 (unos años antes que su hermano, también escritor, Bartolomé Leonardo Argensola). Estudió Humanidades en Huesca y Zaragoza, aunque al terminar marchó a Madrid para adentrarse en los círculos literarios. Y lo hizo primero con un seudónimo -"Bárbaro"- extraído con un juego típico: el anagrama. Seleccionó una serie de letras del nombre de su esposa: Mariana Bárbara de Albión. Como se ve no muy trabajado, a diferencia de otros autores de los Siglos de Oro. Aquí ya se aprecia un calificativo que suelen poner junto a este autor: mediocre.

Ocupó cargos públicos de relevancia, como la secretaría del duque de Villahermosa, la secretaría de la Emperatriz María de Austria o el de Cronista Mayor del Reino de Aragón (desde 1599 hasta su muerte).
Volvió a Zaragoza a la muerte de la Emperatriz (1603), pero acompañó al conde de Lemos cuando este fue nombrado virrey de Nápoles. Allí participó en la creación de la Academia literaria de los Ociosos, que reunía a los mayores intelectos (masculinos y femeninos) tanto de España como Italia (Quevedo, Conde de Villamediana). Poco después le sobrevino una enfermedad y murió (1613).

Como a su hermano, le atraen los clásicos, alejándose del estilo culteranista y conceptista de la época (con Góngora y Quevedo a la cabeza). Pretende emular, principalmente, a Horacio con un tono moralizante. Creó tanto poesía como teatro, aunque se conserva poco, pues el autor quemó gran parte de sus manuscritos. Destacan dos obritas de las que se habla en El Quijote, pero que no han llegado a nuestros días. Posiblemente a Cervantes le llamó la atención esa crítica contra la comedia nueva y su falta de valor moral.


Decidme, ¿no os acordáis que ha pocos años que se representaron en España tres tragedias que compuso un famoso poeta destos reinos, las cuales fueron tales, que admiraron, alegraron y suspendieron a todos cuantos las oyeron, así simples como prudentes, así del vulgo como de los escogidos, y dieron más dineros a los representantes ellas tres solas que treinta de las mejores que después acá se han hecho?’’ ‘‘Sin duda –respondió el autor que digo–, que debe de decir vuestra merced por La Isabela, La Filis y La Alejandra’’. ‘‘Por ésas digo –le repliqué yo–; y mirad si guardaban bien los preceptos del arte, y si porguardarlos dejaron de parecer lo que eran y de agradar a todo el mundo. Así que no está la falta en el vulgo, que pide disparates, sino en aquellos que no saben representar otra cosa. Sí, que no fue disparate La ingratitud vengada, ni le tuvo La Numancia, ni se le halló en la del Mercader amante, ni menos en La enemiga favorable, ni en otras algunas que de algunos entendidos poetas han sido compuestas, para fama y renombre suyo, y para ganancia de los que las han representado’’. Y otras cosas añadí a éstas, con que, a mi parecer, le dejé algo confuso, pero no satisfecho ni convencido para sacarle de su errado pensamiento.

Palabras del canónigo en el capítulo XLVIII de la primera parte de El Quijote


En este texto están hablando del teatro (de la comedia nueva) que no deja paso a buenas obras porque se pone de excusa que el vulgo pide entretenimiento. Esto mismo se refleja en la actualidad con la existencia de la telebasura.

De modo que las obras dramáticas de este autor son de cuidada factura y de limitada acción, a diferencia de las de moda en la época. Se suma a esto su carácter moralista.

Además, como se ha advertido más arriba, escribió también poesía de base clasicista. Su modelo principal es, por tanto,Horacio (del que tradujo seis odas), excepto en sus versos satíricos donde asoma la influencia de Marcial e incluso de Juvenal. El hilo conductor de su poesía es el paso del tiempo y la contemplación de la decadencia.

Los pocos versos que quedaron tras la quema, fueron reunidos y publicados por su hijo en 1634.

Os dejo una selección de textos del autor extraídos de POESÍA D EDAD DE ORO II BARROCO, de Blecua (Clásicos Castalia).


A LA ESPERANZA 

          Alivia sus fatigas 
       El labrador cansado 
       Cuando su yerta barba escarcha cubre, 
       Pensando en las espigas 
       Del agosto abrasado 
       Y en los lagares ricos del octubre; 
       La hoz se le descubre 
       Cuando el arado apaña, 
       Y con dulces memorias le acompaña. 
          Carga de hierro duro 
       Sus miembros, y se obliga 
       El joven al trabajo de la guerra: 

       Huye el ocio seguro, 
       Trueca por la enemiga 

       Su dulce, natural y amiga tierra; 
       Mas cuando se destierra 
       O al asalto acomete, 
       Mil triunfos y mil glorias se promete. 
          La vida al mar confía, 
       Y a dos tablas delgadas, 
       El otro, que del oro está sediento. 
       Escóndesele el día, 
       Y las olas hinchadas 
       Suben a combatir el firmamento; 
       Él quita el pensamiento 
       De la muerte vecina, 
       Y en el oro le pone y en la mina. 

          Deja el lecho caliente 
       Con la esposa dormida 
       El cazador solícito y robusto; 
        Sufre el cierzo inclemente 
       La nieve endurecida, 
       Y tiene de su afán por premio justo 
       Interrumpir el gusto 
       Y la paz de las fieras, 
       En vano cautas, fuertes y ligeras. 
          Premio y cierto fin tiene 
       Cualquier trabajo humano, 
       Y el uno llama al otro sin mudanza, 
       El invierno entretiene 
       La opinión del verano, 
        [p. 208] Y un tiempo sirve al otro de templanza: 
       El bien de la esperanza 
       Sólo quedó en el suelo, 
       Cuando todos huyeron para el cielo. 
          Si la esperanza quitas, 
       ¿Qué le dejas al mundo? 
       Su máquina disuelves y destruyes: 

       Todo lo precipitas 
       En olvido profundo, 
       Y, ¿del fin natural, Flérida, huyes? 
       Si la cerviz rehuyes 
       De los brazos amados, 
       ¿Qué premio piensas dar a los cuidados? 
          Amor, en diferentes 
       Géneros dividido, 
       Él publica su fin, y quien le admite. 
       Todos los accidentes 
       De un amante atrevido 
       (Niéguelo o disimúlelo), permite. 
       Limite pues, limite 
       La vana resistencia; 
       Que, dada la ocasión, todo es licencia.




Dentro quiero vivir de mi fortuna 
y huir los grandes nombres que derrama 
con estatuas y títulos la Fama 
por el cóncavo cerco de la luna. 
 
Si con ellos no tengo cosa alguna 
común de las que el vulgo sigue y ama, 
bástame ver común la postrer cama, 
del modo que lo fue la primer cuna. 
 
Y entre estos dos umbrales de la vida, 
distantes un espacio tan estrecho, 
que en la entrada comienza la salida, 
 
¿qué más aplauso quiero, o más provecho, 
que ver mi fe de Filis admitida 
y estar yo de la suya satisfecho? 





Esos cabellos en tu frente enjertos 
(por más que disimules y los rices) 
en otros cuerpos dejan las raíces, 
y por ventura en otros cuerpos muertos. 
 
¿Por qué pueblas, o Gala, los desiertos 
de la Libia? ¿Por qué con tus barnices 
ofendes nuestros ojos y narices, 
cual si viesen sepulcros descubiertos? 
 
Que aunque vuelvas a ser la que solías, 
no puedes competir con Galatea; 
oye, verás si la ventaja es poca: 
 
en ti son años los que en ella días; 
está en duda si el tiempo la hará fea, 
y está en verdad que nunca la hará loca. 



Lleva tras sí los pámpanos otubre,
y con las grandes lluvias, insolente,
no sufre Ibero márgenes ni puente,
mas antes los vecinos campos cubre.
 
    Moncayo, como suele, ya descubre
coronada la nieve la alta frente,
y el sol apenas vemos en Oriente
cuando la opaca tierra nos lo encubre.
 
    Sienten el mar y selvas ya la saña
del Aquilón, y encierra su bramido
gente en el puerto y gente en la cabaña.
 
   Y Fabio, en el umbral de Tais tendido,
con vergonzosas lágrimas lo baña,
debiéndolas al tiempo que ha perdido.




Romper con furia las herradas puertas, 
O al sobornado siervo el hierro oculto. 
 
El otro sus riquezas, descubiertas 
Con llave falsa ó con violento insulto, 
Y dexale al amor sus glorias ciertas. 



LLEVÓ tras sí los pámpanos otubre, 
 
Y con las grandes lluvias insolente, 
No sufre Ibero márgenes ni puente, 
Mas antes los vecinos campos cubre. 
 
Moncayo, como suele, ya descubre 
Coronada de nieve la alta frente ; 
 
Y el sol apenas vemos en oriente, 
Cuando la opaca tierra nos lo encubre. 
 
Sienten el mar y selvas ya la saña 
Del Aquilón, y encierra su bramido 
Gente en el puerto y gente en la cabana. 
 
Y Fabio, en el umbral de Tais tendido 
Con vergonzosas lágrimas lo baña, 
Debiéndolas al tiempo que ha perdido. 




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1 comentario:

  1. Es curioso que un autor, o artista, de la disciplina que sea, dependa en muchos casos de sus contemporáneos para triunfar o no. En el Siglo de Oro español, hay muchas personalidades que quedan en segundo plano y no por malas, sino por el excelso nivel de las primeras espadas.

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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.