domingo, 1 de julio de 2012

CREACIÓN DEL MUNDO DE ARDA


Ya que este año celebramos el aniversario de Tolkien me parece bastante interesante recuperar uno de sus relatos en torno a la creación, en este caso de Arda. Sabemos que este autor era muy minucioso a la hora de crear un microcosmos, de ahí que no sólo inventara una lengua, sino también la mitología en la que sus seres habrían creído.

La base de este recordatorio es El Silmarillión, concretamente el libro “Ainulindalë”. En él se cuenta que al principio, en medio de la oscuridad y el vacío, vivía un ser primigenio en absoluta soledad: Eru el único (luego los elfos le daría el nombre se Ilúvatar).

A lo largo del relato se narra cómo de los pensamientos (lo que, personalmente, me recuerda a uno de los mitos egipcios) surge una raza de dioses: los Ainur (los  “santos”) a los que otorgó la vida eterna gracias al poder de su espíritu (Llama Imperecedera).

Ya que necesitaban un lugar donde habitar, creó los Palacios Interpersonales, donde les enseñó a cantar. De las celestiales voces de estos dioses surgió una forma esférica, un mundo que giraba en ese vacío original. De manera que así surgió Arda. A mí me recuerda a las civilizaciones religiosas más avanzada que consideraban la palabra como un instrumento mágico en todas sus formas, desde el pensamiento al canto. De tal modo se le daba una gran importancia a la palabra, medio para hacer sortilegios.

Continuando con el mito ideado por Tolkien, Arda –nomenclatura en alto elfo- fue modelándose gracias a la participación de todas las divinidades, incluido el diabólico Melkor. Sus melodías giraban en torno a la  discordia y la guerra..

De cualquier manera, el canto de este coro no había creado en sí el mundo, sino un esbozo, una visión de él. Para hacerlo realidad fue de gran importancia que Ilúvatar empleara la palabra y ordenara –ayudado por la Llama Imperecedera-  que se hiciera real en la forma de Eä (“el mundo que es”).

Los primeros en poblar ese nuevo mundo fueron los Ainur que más habían participado en el dibujo y que querían culminar su obra, dándole forma. Lo que resultó más arduo de lo esperado.

Primero, estos espíritus consiguieron ser materia doble –al igual que las divinidades  griegas y nórdicas, que tan del gusto de Tolkien fueron-: por un lado, los elementos de la naturaleza; por otro, también tomaron forma física.

Tras esto, los Ainur que habían bajado al mundo –al autor ya no le interesan los que se han quedado con el dios primigenio- se dividen en dos grupos: los Valar (dioses) y los Maiar (semidioses).

La primera  clase estaba formada por quince individuos, a saber: Manwë (“el bueno”) es el Señor del Aire o Señor del Viento, cuyo animal sagrado es el águila (¿os recuerda a alguien?) y sus seres preferidos son los elfos vanyar (maestros en el arte de la poesís); Varda, Reina de las Estrellas y bella esposa del anterior; Ulmo (“Señor de las Aguas”) es el Señor del Océano, ordenando las aguas de la Tierra Media; Nena, la Plañidera, se dedica al luto y se dice que sus lágrimas son curativas;  Yavanna Kementári (“la reina fructífera de la tierra”); Oromé (“soplador del cuerpo”) es el Señor de los Bosques; Vána, la siempre joven, es la feliz la representación de la primavera; Mandos, el Guardián de los Mueros o Señor del Destino, ya que es el Juez de los Muertos; Vaire es la mujer del anterior y está encargada de los destinos, creando enormes tapices que decoran la Casa de los Muertos; Lórien (“país de los sueños”) es el Señor de los Sueños, que además otorga las visiones; Estë (“descanso”) o la curadora es la esposa de Lórien; Tukas, el luchador, es un fortachón que recuerda al héroe griego Heracles (Hércules para los romanos); Nessa, la bailarina, es la mujer del anterior; Melkor (“aquel que se alza en poder”), quien luego recibiría el nombre de Morgoth por los elfos (el Enemigo Oscuro), es el Señor de las Tinieblas.

Respecto a los Maiar o semidioses eran numerosos, aunque sólo se nombran unos pocos: Eönwë cuya labor era la de  hacer de heraldo de Mnwë: Ilimarë, la doncella de Varda; Ossë, Señor de las Olas, servía a de Ulmo; Uinen era la esposa del anterior y representaba la calma de las aguas; Melian cuidaba de los árboles en la Tierra de los Sueños, pero después marchó a la Tierra Media y se enamoró de Elwe, con el que fundó el reino de los sindar o elfos grise; Arien se encargaba del sol, por lo que es la más querida por los hombres; Tilian protegía la Luna; Sauron (“el aborrecido”), Señor de los Anillos; Gothmog es el lugarteniente más poderoso de Morgoth y señor de los balrogs; Thuringwethil (“mujer de las Sombras”) es una vampiro un ser monstruoso que, además de realizar una serie de atrocidades, se encarga de los mensajes entre Sauron y Melkor;  Ungoliant es una enorme araña; Praugluin era el Señor de los Licántropos por orden de Sauron; Baya de Oro era una bella espíritu de la naturaleza e hija del río; Iarwain Ben-adar (Tom Bombadil para los hobbits) era el excéntrico señor del Bosque Viejo; cinco magos: Olórin (Gandalf), Curunir (Saruman), Aiwendil (Radagast), Alatar y Pallando.

Arda se organizaba en dos regiones: la de los mortales  (Tierra Media) y la de los inmortales (Tierras Imperecederas o continente Aman).

Una vez llegaron a este mundo los Ainur comenzó a contarse el tiempo. Pero todavía no existía el sol ni la luna, así que el método de medida era el año Valeriano, cada uno de los cuales equivale a diez de los nuestros. A su vez, cada edad valeriana (que contiene cien años valerianos) equivale a mil nuestros.

De manera que, más o menos desde la creación de Arda al Final de la Tercera Edad del Sol (tras la Guerra de los Anillos), pasarían unos 37.063 años humanos.

Lo que aquí nos interesan son las primeras edades en las que se va dando forma equilibrada al mundo hasta la discordia entre los Ainur por influencia de Melkor, provocando la Primera Guerra. En consecuencia, la armonía pasó a confusión y, a pesar que el diabólico espíritu fue vencido, la lucha había desgarrado Arda de tal modo que la visión del canto de los Ainur desapareció, quedando un mundo imperfecto.

3 comentarios:

  1. Un día muy tolkieniano... Siempre encantado de bailar en tu ballet... Besos enormes

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    1. Gracias. Espero que te haya gustado. Esta entrada te está dedicada a ti especialmente ;). Que el busto no sienta envidia, cuando lea los textos de Lovecraft intentaré honrarlo.

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  2. Siempre me maravillo (con envidia sana, si es que tal cosa existe) de aquellas cualidades que otros tienen y yo carezco. La meticulosidad en la preparación de un mundo ficticio es una de ellas. ¡La de tiempo que le llevaría hilar todo esto!
    Por otro lado, me encanta el mapa. Siempre he querido tener la manera de hacer mapas de ese calibre o de poseer el programa informático preciso para que me facilite la tarea, je je.

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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.