Las creencias religiosa mayas han llegado en gran medida gracias a Popul Vuh (“colección de las leyes escritas”) o Libro sagrado de los avisos, posiblemente escrito en el XVII por un miembro de la tribu quiché. En este caso vamos a recuperar el mito de la creación según los mayas.
En el principio solo había oscuridad y silencio sobre el cielo y el mar. Éste estaba habitado por Tepeu (Creador de las formas) y Gucumaz (Hacedor de las formas). Allí conversaban filosóficamente sobre el cielo, que se componía por tres deidades: Caculhá Huracán (Relámpago), Chipi Caculha (Rayo) y Raxa Caculha (Trueno). En una de las charlas decidieron dar luz al cielo. Y con un “hágase la luz” el mundo se iluminó. Personalmente, me recuerda al poder mágico que se da a la palabra en religiones como la egipcia de Menfis.
Pretendían que todos los seres creados los adoraran, pero éstos no eran capaces más que de soltar gruñidos. A contrarreloj, pues el amanecer se acercaba y no tenían a nadie que los adorara, crearon a los seres humanos. Primero con el barro del fondo del mar modelaron un hombre. Pero no les gustó el resultado porque era blando, deforme y la cabeza le caía hacia un lado. Era capaz de hablar, mas sin comprender. El agua lo disolvió, por lo que tal ser no servía para su propósito. Necesitaban la ayuda de otras divinidades, por eso consultaron a la Abuela del Día y a la Abuela del Amanecer, capaces de ver el futuro. Ambas hicieron hombres y mujeres de madera, que fueron procreando y extendiéndose por el territorio. Sin embargo, seguían desprovistos de entendimiento. De hecho, apenas eran capaces de caminar erguidos.
Como no les servían tampoco, decidieron destruirlos. Con este fin provocaron una gran inundación y enviaron a grandes aves a atacar a los hombres y mujeres. Consiguieron también que todos los seres (animales, piedras, etc.) los persiguieran y maltrataran.
Intentaron ponerse a salvo: subiéndose a los tejados, pero éstos se hundían bajo su gran peso; encaramándose a los árboles, mas éstos huían al verlos; entrando en las cuevas, sin embargo, éstas obstruían su acceso.
Algunos consiguieron guarecerse en la selva. Sus descendientes se convirtieron en monos.
Ante todo lo sucedido, los dioses volvieron a reunirse y, antes del amanecer, fabricaron los primeros seres humanos. ¿Cómo? La carne se creó a partir del maíz blanco y del amarillo, que añadieron a la masa, también de maíz, que formaba el esqueleto. Con un brebaje, dieron fuerza a los huesos y músculos. Aparecieron así los primeros hombres: Balam – Quizé, Balam –Acab, Manucutab e Iqui –Balam. Eran sabios y buenos, pero los dioses quisieron probarlos. Los cuatro hombres alabaron a sus creadores por el maravilloso mundo y por el entendimiento que les habían proporcionado. Los dioses parecían satisfechos; pero ¿y si aquellos cuatro hombres acababan siendo demasiado sabios? Temiendo esto, Corazón del Cielo sopló sobre los ojos de los seres, con lo que éstos perdieron su aguda percepción de la realidad que les hacía comprender y admirar el mundo. A cambio les dieron el don del sueño.
Mientras dormían, aparecieron cuatro mujeres con las que procrearían y habitarían el mundo de manera pacífica, compartiendo la misma lengua y orando a los mismos dioses. Rezaban pidiendo hijos y luz, porque todavía no existía el sol, ya que las inundaciones habían provocado una tierra oscura y húmeda.
Tras largo tiempo, cada uno de los cuatro primeros hombres fueron a Talan –Zuiva, donde se reunieron con las divinidades. Allí, cada uno de los dioses protegería a uno de los clanes: el dios del clan Balam –Quizé fue Tohil, que proporcionó el fuego. Las otras tribus quisieron compartirlo, pero Tohil pidió sacrificios humanos a cambio.
Buscando el calor, se dieron cuenta de que en esas tierras húmedas nunca verían la Estrella de la Mañana. Así que se pusieron en camino. Anduvieron mucho y atravesaron numerosas regiones hasta que llegaron a Hacavitz. Allí apareció el sol. Pero este nuevo sol no calentaba con fuerza, aunque resultaba bastante cálido. De tal modo que secó la húmeda tierra. Mas el lugar estaba poblado por gigantescas fieras. Sin embargo, gracias a los dioses, se transformaron en piedra. De esta manera, los ancestros de la tribu Quiché ubicaron allí su hogar.
Leer también otros artículos sobre religiones del mundo.
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Estupendo e instructivo. Me encantan estos artículos. Tu ballet de palabras es una delicia.
ResponderEliminarGracias. Ya sabes que estos artículos van dedicados especialmente para ti, aunque en éste también me acordé de Felipe Galán y su novela "La sombra de Nayá".
ResponderEliminarNos encontramos el próximo domingo con otra cultura y su mitología.
Gracias. Ya sabes que estos artículos van dedicados especialmente para ti, aunque en éste también me acordé de Felipe Galán y su novela "La sombra de Nayá".
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