lunes, 6 de febrero de 2012

HACE 180 AÑOS LARRA COMENZÓ A PUBLICAR EN “EL POBRECITO HABLADOR”.


El articulista satírico Mariano José de Larra nos dejó una obra que aún hoy está viva. Y esto se debe al hecho de que los problemas de España que tanto criticaba aún continúan en la actualidad ciento ochenta años después, ejemplo claro de que no aprendemos.

Larra es un arquetipo de romántico (no solo por el hecho del suicidio), ya que investigó diversas labores literarias: teatro (Macías), poesía, adaptaciones, traducciones (Roberto Dillon), novelas (El doncel de don Enrique el Doliente). Ejemplo también de su vena romántica, y continuadora de la Ilustración, resulta su interés político en un intento de solucionar los problemas relacionados con la falta de civismo del pueblo español.

Nace en Madrid, el 24 de marzo de 1809, en el seno de una familia afrancesada, hecho que obligó al padre a conducirlos a Francia con la derrota del ejércitho francés. Volverán a España en 1818 –posiblemente como recompensda por los cuidados médicos que el padre de Larra dispensaba al hermano de Fernando VII).

Así, con nueve años, Larra comienza sus estudios en España, en un ambiente de repulsa a todo lo francés. A esto se suma su peregrinación por diferentes escuelas y su inteligencia precoz. Muestra de esto la tenemos en la traducción que hace de la Iliada al francés con dieciocho años, la composición de una Gramática castellana e, incluso, escribe una Geografía de España en verso. Esta madurez intelectual se hace patente ya en su primer artículo: <<El café>>, escrito con diecinueve años.

Durante sus estudios universitarios en Valladolid (1825), Larra sufre un desengaño amoroso. Se enamora de una mujer mayor que él a quien idealiza a pesar de que lo ignora. Pero descubre que dicha dama es amante de su padre. Tal vez, como afirma Carmen de Burgos, este hecho lo catapultara de la inocencia a la madurez.

Sin terminar sus estudios de Leyes, marcha a Valencia con el fin de cursar Medicina. Sin embargo, tampoco llena a nuestro autor, que comienza a frecuentar las tertulias literarias en Madrid desde 1827. momento en el que empieza a componer poesía (cincuenta y cinco, de la que solo doce se publicarían).

A lo largo de su vida escribirá poca poesía, principalmente dejándola para el asunto político. Lo que hace es entregarse al mundo del periodismo.

Estatua de Larra en Madrid.
Joven (en 1829), con veinte años, se casa con Pepita Wetenet y Velasco. Este matrimonio dura poco, terminándose en 1834, hecho que suele identificarse con <<Casarse pronto y mal>>, artículo publicado en 1832. la misma Carmen Burgos presenta una descripción de esta mujer que explica la incompatibilidad con Larra.

Su nieta doña María de Larra, que ha vivido con ella, la retrata admirablemente. Era fría, infantil, inconsciente; tenía empezadas veinte labores y jamás acabó ninguna; le gustaba todo lo bonito más que lo bello; era más capaz de admirar una figurita de biscuit en un bazar que una estatua de Miguel Ángel. Huía de la sociedad; se entretenía con cualquier futesa. Su sensibilidad extraor­dinaria hacía que no pudiese sufrir ni un grito, ni una pa­labra fuerte sin ponerse enferma. Sus mismos hijos, impresionados por su perpetuo infantilismo, la llamaban Pepita en vez de mamá. Esta criatura no podía ser la mujer de «Fígaro». Caído el velo de la ilusión, él la amó como a una amiga o a una hermana, a la que se conside­ra y se quiere, pero nada más.

Posiblemente esto produjo que nuestro autor se sintiera atraido por Dolores Armijo, mujer casada.

Viajó por toda Europa, llegando a Burdeos. Es posible que tuviera la tentación de quedarse en Francia. Sin embargo, parece que la política lo llama con el propósito de mejorar España (acababa de subir Mendizábal al poder).

Larra sería elegido diputado por Ávila (1836), mas el Motín de La Granja invalida las elecciones.

El desaliento que siente Larra parece que podría solucionarse son la reconciliación con Dolores el 13 de febrero de 1837. pero resulta ser la despedida, ya que la mujer solo deseaba recuperar unas cartas que podrían incriminarla.

La suma del desaliento político (no veía solución en la amoralidad de su pueblo) y el amoroso, precipitó su suicidio. Fue su hija de seis años quien encontró el cadáver cuando iba a dar el beso de buenas noches a su padre.

La prensa del momento casi no hace eco de la tragedia. Sin embargo, el hecho de que los liberales gobernaran en ese momento hizo presión para que se permitiera enterrar a un suicida en sagrado.

Pero aquí estamos celebrando que hace ciento ochenta años comenzó a publicar sus artículos en El Pobrecito Hablador (aunque ya había empezado su labor periodística en El Duende Satírico del Día).

El Pobrecito Hablador comenzó a editarse el 17 de agosto de 1832 (en la imprenta de Repullés) hasta febrero del 33. Bajo el pseudónimo de Fígaro escribiría artículos satíricos, de costumbres y de crítica literaria con un fondo que parece ser el capítulo final del hilo de la Ilustración. Así critica el comportamiento del pueblo (<<Reo de muerte>>) y la pereza del español (<<Vuelva usted mañana>>), los que alardean de sinceridad (<<El castellano viejo>>) o reflejo de su propia desdicha (<<Casarse pronto y mal>>).

El 17 de noviembre de 1832, conjuga su labor en El Pobrecito Hablador con la de crítico literario en La Revista Española (publicación continuadora de Cartas Españolas). Pero sus artículos en dicho periódico empiezan a ser de más relevancia posteriormente, haciendo crítica, incluso,  de obras de Moratín y Molière.

Sus artículos, además de procurar solucionar la indecencia del pueblo con el fin de que progresara la nación, son el antecedente no solo de la labor periodística, sino también del ensayo español, introducido con su modalidad moderna por los autores noventayochistas, que beben de la obra de Larra.


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