sábado, 28 de enero de 2012

LA AUSENCIA DEL CUENTO EN LAS GENERACIONES DEL CONSUMO.


Una de las penas que han fundido mi corazón es el saber que la mayor parte de los alumnos con los que me cruzo sienten un vacío existencial enorme (que no pueden llenar con tanto materialismo, recordemos que estas Navidades se ha dado  el récord de móviles para los críos). Unas veces esa sensación es propia exageración adolescente, pero otras  responde a una triste realidad. El abandono que hunde a nuestros jóvenes generaciones se muestra en lo más cotidiano.

La imaginación desarrolla el cerebro.
Pondré un ejemplo. Cuando doy el tema del cuento siempre intento recordarles cuando los padres, abuelos o hermanos se los contaban en su infancia. ¡Sorpresa! Cada vez menos familias pasan suficiente tiempo para educar a sus hijos mediante cuentos. Este acto que debía suceder a diario para no solo enseñar al niño valores e instrumentos con los que enfrentarse al mundo sino para hacerlo sentir querido, brilla por su ausencia en el recuerdo de  los jóvenes.

Ninguna excusa es válida. Ni siquiera la más manida y manoseada por las lenguas de los que quieren exculparse del atroz “olvido”: <<trabajo mucho y estoy cansado. Que se entretenga con el ordenador, la Play, la PSP>> y otros destrozacerebros por el estilo. Tener hijos es una responsabilidad enorme que tenemos que tomar con sus consecuencias y no por moda social (lo que causa esta generación de vidas destrozadas). Ejemplos cercanos y queridos conozco en el que los padres (ambos trabajadores) llegan tras un duro día y pasan el rato con sus hijos dialogando en inglés, contándose el día o relatando cuentos. Por supuesto, los niños son encantadores  y bien educados (difícil de encontrar en la actualidad). Se sienten queridos y eso se nota en la forma de enfrentarse al mundo.

Las nintento, Play, etc. bloquean el desarrollo del niño.
De modo que la primera vez que muchos ven el cuento es en primero de la ESO, cuando ya cuentan once o doce años (algunos más) y es bastante tarde para remediar el daño hecho por la ausencia. Aún así me gusta trabajar con ellos (especialmente cuando, antes de las atrocidades de los recortes educativos, se podía trabajar con un grupo pequeño y más equilibrado por su contexto) sobre el significado  y la importancia psicológica que tiene el cuento sobre sus mentes. Mi experiencia en esto es positiva, porque los alumnos (la mayor parte los que esta sociedad hipócrita considera estiércol) comprenden el mundo y a sí mismos mucho mejor. Sigo afirmando, con todo, que resulta bastante tarde para completar su desarrollo del cerebro (que debía haber sucedido con esta edad después de un acertado proceso en su educación familiar). Ésta, junto a otras, es la causa de esta sociedad que no llega al pensamiento formal – abstracto, que ayuda a comprender la realidad y hacer razonamientos. El problema es que tiene una edad para su consecución. Si no se llega en ese momento (hacia los doce años, pero, como digo, tras un buen proceso), no lo hará jamás.

En nosotros como adultos y padres está la responsabilidad de no destrozar a nuestros hijos y futura sociedad. Queremos a ciudadanos que no sean manipulables, pero sin el pensamiento formal – abstracto es imposible no dejarse engañar. La educación es básica para el desarrollo de nuestro cerebro y para sentirnos completos como personas. Seamos responsables.

En posteriores artículos, me referiré al libro de Bruno Bettelheim, quien analiza la positiva influencia de los cuentos en la mente de los niños.

3 comentarios:

  1. A raíz de lo que comentas en tu artículo me ha venido a la memoria la incapacidad manifiesta de los niños y adolescentes para soñar, imaginarse otros mundos, razonar y divertirse por sí mismos. Cuando se les pide un cuento, suelen remitirse a contarte el último juego de aventuras al que han jugado en la consola de turno, y cuando he tenido la oportunidad de llevarles diferentes juegos de mesa para trabajar con otras dinámicas más distendidas, he descubierto con horror las enormes dificultades para comprender unas mecánicas de juego bastante sencillas (el Trivial, por ejemplo, y ahí queda dicho todo). Está muy bien que los chicos aprendan a moverse con las nuevas tecnologías, pero el uso del móvil y el abuso de las consolas evidencian una gran independencia en chicos muy pequeños que, evidentemente, no saben usarla convenientemente, en primer lugar porque no han sido enseñados para ello, en segundo porque no tienen todavía la madurez física y mental necesaria, y en tercer lugar porque sus padres ni siquiera han pensado en ello, sino que han obrado más pendientes de su comodidad que del futuro de sus hijos.

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    1. A mí me desquicia ver cómo los padres entregan una máquina a sus hijos para olvidarse de ellos, eludiendo su responsabilidad. ¿No se dan cuenta que cortan el desarrollo del cerebro del pequeño? Luego se quejan en la adolescencia, cuando ya no hay mucho remedio para dar la vuelta a la tortilla. Me indigna esta actitud de muchos padres, cuya inconsciencia está destrozando la vida de muchos niños, que llegarán a la edad adulta con la mentalidad de un pequeño. Y esto, tristemente, ya lo hemos comprobado. En especial los profesores, que vemos la sociedad futura antes que el resto y por mucho que avisemos nadie nos hace caso. Luego están algunos "profesores" a los que les importa un pimiento y siguen el modo de actuar de muchos padres actuales. La gente no se da cuenta de hasta qué punto condiciona el desarrollo normal de un niño.

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  2. Estoy leyendo con interés tus entradas sobre los cuentos tradicionales a la vez que recuerdo las clases (cada vez más lejanas) de mitología en la uni, cuando conocíamos a Bettelheim, los mitemas de Levi-Strauss (creo recordar que era un concepto suyo)...
    Los mitos y cuentos hoy están muertos. Llegan a los jóvenes poco y deformados por la industria del entretenimiento. No encontraremos en las nuevas versiones de ellos que las series, películas y relatos actuales ni la necesidad de la astucia, ni la dureza de adaptarse a un mundo hostil. Olvidémonos de los mitos griegos que deben luchar permanentemente contra la desmesura, contra la hibris que hace caer en desgracia al mayor héroe. Ese es el detalle que más me llama la atención, que la sociedad está deformando estos relatos, los edulcora y los priva de su complejidad oculta.
    ¿Puede ser el éxito de los superhéroes en sociedades "jóvenes" como la estadounidense una forma de intentar recuperar esa figuras heroicas que antes recogían los mitos?

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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.