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sábado, 31 de diciembre de 2011

LA CORPORACIÓN: ANÁLISIS DE NUESTRO MUNDO III.

Ver antes parte I  y parte II





La tercera parte de este documental comienza con una descripción sobre el caso de unos universitarios (¡¡!!) que piden la patrocinio de corporativas. Muy revelador resulta el texto de uno de sus anuncios ( <<patrocínenos y nos comeremos sus cereales aún sin hambre>>), así como sus exageradas alabanzas y la idea de que hay que confiar en el mundo corporativo. ¿Estupidez?

El documental responde entrevistando a Marc Barry, un espía comercial (no consigo comprender cómo se dejan convencer para estas cosas), un mercenario que roba los prototipos e ideas para ciertas corporativas. Si no se respetan entre sí, que podemos esperar los míseros ciudadanos. Los comentarios amorales de este individuo son alucinantes: <<¿si fueras presidente de una empresa, crees que a tus accionistas les importa que seas o no buena persona?>>.

Esto es muy duro, ya que nos hace ver a qué clase de gentuza le hemos concedido el poder (sí, nosotros; aunque ahora nos escondamos ante la pasividad, el encogimiento de hombros y el victimismo).

Con todo. Estos espías son meros peones empleados como satélites. Si les crea beneficios por el robo de información, excelente; sin embargo, si les acarrea algún problema, se desentienden de él. ¡Y el hombre lo cuenta tan tranquilo!

La voz en off vuelve a ponernos sobre aviso: las corporativas contratan a especialistas para crear una imagen de seducción, que nos convexa de lo buenas y necesarias que son, así como los productos que nos ofrecen.

Si lo analizamos bien, vemos que estamos dejando que nos esclavicen (y, por tanto, a nuestros hijos) una panda de malhechores a quienes hemos otorgado poder para hacerlo.

Esto se vincula con el siguiente apartado.: <<La gestión de las percepciones>>.

Richard Grossman afirma que las corporativas seducen a nuestra mente, creando una serie de necesidades (como ya nos advirtió Chomsky) en todos los ámbitos de la vida (una serie de ideales y convicciones que quedan durante nuestra vida y que consideramos una real y buena visión del mundo). La publicidad y la educación son los artífices de enseñarnos una manera concreta de ver el mundo. Si éstas están controladas por corporaciones (grandes empresas), se presentarán a sí mismas como imprescindibles (así como lo hacen las dictaduras y tiranías). Es decir, mediante la publicidad y la educación privada (o controlada por el pensamiento empresarial) nos convencen de que las corporaciones son una serie de santos sin los cuales no podríamos vivir, presentando una falsa imagen de sí mismas y sus “hazañas”. Claro ejemplo lo tenemos en las palabras edulcoradas de políticos (VER COMENTARIO A DISCURSO DE RAJOY ) que se preocupan más por seducir mediante apariencias a un ciudadano irresponsable que se deja manipular, como es el caso de la Comunidad Autónoma de Madrid (como bien sabrá, lector, como inteligente ciudadano).

Se presentan estas corporaciones (grandes empresas privadas) como los artífices <<del progreso y de la buena vida>>, engañando al ciudadano, mientras consigue convertirlo en un ente manipulado y consumista de necesidades creadas (y, por tanto, falsas).

Así que nos están mintiendo al indicarnos, por ejemplo, la panacea de la educación  y sanidad privadas, ocultando el interés por el benefició económico individual aunque eso conlleve la irresponsabilidad social e ineficacia del servicio. Todo esto da lugar a un debilitamiento social, incapacitando para enfrentarse al agresivo ataque de las corporaciones.

Chris Komisor se refiere a cómo ayuda a las grandes empresas a hacer que se extienda dicha imagen “axiomática” de ellas mismas. Lo más eficaz es aparentar ser lo más cercano posible a nosotros, un vecino más (eso sí, con miles de euros que ganan a costa de nuestra propia estupidez o abulia (rasgo que compartimos con la sociedad de la crisis de la Restauración).

Del ejemplo personificado en Pfizer, se hablará en el siguiente artículo. Ahí va solo un aperitivo: Tom Kline quiere mostrar qué bien ha hecho las cosas su empresa para mejorar el metro, mientras nos dedica una fraudulenta sonrisa. El resultado ya lo conoceremos, pero lo invito, querido lector, a detectar semejanzas con nuestro entorno.

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