Violencia intrafamiliar |
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No solamente
aprenden de lo que ven e imitan (e interiorizan) comportamientos sino que
también lo hacen por lo que se les permite o no hacer. Pongamos otro ejemplo.
En la actualidad se comente un error monumental con la expresión: <<son
niños>> o <<son adolescentes>>. Uno u otro estado no los
convierte en <<monstruos>>; lo hace nuestro trabajo (o falta de él)
con los niños desde que son bebés. El ser humano tiene un periodo larguísimo de
desarrollo guiado. Mínimo va desde el nacimiento a la época adulta, cada vez
más lejana. Si el adulto no se hace responsable de guiarlo (no me refiero a
comprarle el móvil, la consola, las zapatillas de marca), el niño y el
adolescente, presentarán problemas (una adolescencia <<mala>> es
consecuencia de que no se ha trabajado bien con él en la infancia) y, por
tanto, el adulto tendrá taras conductuales, que, a su vez, <<heredarán>>,
aumentadas, sus hijos. Pensemos en los padres que permiten que los niños
jueguen al balón en un centro comercial o que ponen la tableta a todo volumen
al niño en un restaurante en vez de enseñarles (que cuesta más esfuerzo) a cómo
ha de comportarse en cada lugar. Obviamente, el adolescente estará acostumbrado
a que lo <<entretengan>>, a ser el centro de atención, a que se
cubran sus antojos rápidamente, entre otras lindezas. Las consecuencias
principales serán: por un lado, la falta de autonomía y el no saber enfrentarse
a la frustración; por otro, no ser capaz de ponerse en lugar de la persona o
ser que tenga ante sí.
Hemos hecho
referencia a la base educacional, cada vez más deficiente, la de la familia. Los
padres (no distingo entre padres y madres, porque forman un grupo; sé que esa
palabra es genérica y no caigo en la trampa manipuladora de los políticos) no
son expertos en educación, aunque deberían tener unos conocimientos básicos de
las consecuencias de sus actos. Un rasgo de las personas inteligentes es seguir
consejos de los que saben más, de los que sí son expertos en el tema. Sin embargo,
nuestra sociedad no se comporta tan inteligentemente, sino que lo hace como un
<<mal>> adolescente: cree que lo sabe todo aunque sea ignorante. Creo
firmemente que esta sociedad necesita Escuelas de Padres de asistencia
obligatoria. El error con los hijos lo paga toda la sociedad. Un país educado
es un país civilizado, empático, inteligente y adulto.
El siguiente
escalón es el de la educación en la escuela. La buena civilización la configura la
Educación: primero en casa (siguiendo consejos de quienes saben) y, luego, en
la Escuela. Claro está que no a todo el mundo le interesa que la sociedad esté
formada por ciudadanos sino que prefiere esclavos del siglo XXI. De ahí la
política de denigración a la Educación, los recortes y el maltrato generalizado
a los docentes. Nadie sabe tan bien como los docentes las trabas reales que
hay. Son quienes sufren los ataques desde la Administración, las familias y
algunos compañeros. La Escuela, principalmente, ha de aportar conocimientos y
desarrollar habilidades para que los niños y adolescentes consigan desarrollar
su mente hasta el pensamiento formal abstracto con ayuda de las familias. La triste
realidad es que gran parte de los alumnos de Bachillerato no ha alcanzado, ni
lo harán jamás, ese nivel, por lo que el desarrollo intelectual y de
habilidades es inferior que los discentes de hace una década. Consecuencia:
formarán una sociedad con dificultades de comprensión de mundo y con más
facilidad para ser manipulados, además de no saber tratarse unos a los otros.
Sé que para los ajenos a la profesión es difícil de creer, pero es lo que vemos
todos los días. Lo avisamos hace años y el horror ha llegado. Querido lector, ¿se
acuerda de lo que comentábamos de las consecuencias del no buen trabajo de las
familias con el niño?
La Escuela no
se queda solamente en el conocimiento (que es mucho) sino que la metodología
procura continuar el trabajo de las familias y, en ocasiones, corregirla. Pero
un poco. Uno de los problemas que encontramos los docentes para poder trabajar,
ya no es la Administración, sino la actitud de los propios niños y
adolescentes. Cada vez resulta más extraño tener a un alumno en clase que sea
respetuoso y se comporte de manera civilizada. Muy, muy extraño. Y da igual la
clase social o el ambiente familiar. Es muy difícil trabajar con clases de
tantas personas que no han adquirido habilidades y hábitos sociales básicos que
deberían estar interiorizados desde la más tierna infancia. Muy muy difícil. Sin
embargo, no voy a centrarme en eso. Los docentes, o parte de ellos, procuran
corregir esos comportamientos que han provocado que el desarrollo intelectual
de los actuales alumnos sea inferior, y eso es una muy triste verdad, que los
de hace diez o veinte años. Se centran en: el valor del esfuerzo, contrario a
la tónica general de dar al niño todo lo que pide sea bueno o no, lo merezca o
no; la empatía y la idea de formar parte de un grupo y querer el bien a los
demás, y, a sí mismos, porque por muy egocéntricos que se los haya hecho, no se
aprecian ni valoran a sí mismos; y un largo etcétera que nadie que está fuera
de la profesión puede imaginar. Se habrá percatado de que es todo lo contrario
a cómo se está dirigiendo a los niños y a los adolescentes por las familias,
los medios de comunicación y los políticos. Pero es la única forma de
configurar personas de bien que formen una sociedad sana que no maltrate a los
demás ni a sí misma (es doloroso ver cómo se tratan los niños y adolescentes
entre ellos y lo que permiten que les hagan). Sin embargo, luchar contra esa
corriente es complicado. Lo sabrán bien las familias coherentes que no quieren
que sus niños y adolescentes tengan móvil. No niego que ser padre en la
actualidad resulta mucho más complicado puesto que hay más gente que no dirige bien a sus hijos. Tampoco niego que ahora resulte mucho más
complejo ser docente. La Administración impone todos los obstáculos posibles.
Ni se lo imagina, querido lector. A esto se suma que los políticos han implantado
una opinión generalizada lejos de la realidad y que enfrenta a las familias con
los docentes cuando aquellas deberían trabajar con éstos. Igual que ese tornado
de actitudes defectuosas en las familias llegan a arrasar a otras sucede en la
Educación (y siempre me refiero a la Pública, que lo otro son negocios), donde
algunos docentes han empezado a seguir la corriente en vez de sobre esforzarse.
Forman parte de ese tornado que cada vez se hace más poderoso y produce mayor
destrozo: bajada de nivel a índices inauditos (los alumnos de ahora no tienen
habilidades y conocimientos adecuados a su edad y no se pretende que se
tengan); notas hinchadas, muy infladas para evitar quejas y maltrato desde
arriba y desde alumnos y familias; no exigir esfuerzo; no exigir comportamiento
adecuado; mentir y defraudar (en el sentido de llevar a cabo actividades
fraudulentas, como es <<inventarse>> notas y engañar a alumnos,
familias y Administración: no hay que fiarse de las estadísticas; <<pasar>>,
en definitiva. Resultado: alumnado que cree que sus notas son reales, que sabe
más de lo que realmente sabe; falta de autonomía; egocentrismo y considerar que
hay que cumplirse sus deseos (si quiere un nueve <<hay>> que
ponérselo aunque no tenga conocimientos y habilidades de esa calificación); no
llevar bien la frustración (no conocía esa sensación) cuando topa con un
docente profesional que le exige un mínimo y pone las notas adecuadas a la realidad
de conocimientos y habilidades o cuando inserta en el mundo real; es y será fácil
víctima de la manipulación; está acostumbrado a maltratar.
Mucho más se
podía escribir, pero voy a ir dejándolo ya; sin embargo, se habrá percatado de
que el problema de la violencia es responsabilidad de todos y de que separarla y clasificarla se debe a
nuestro miedo a autoanalizarnos y comprobar que hemos sido causantes de un gran
mal. Debemos trabajar juntos, debemos apoyarnos unos en otros y en los que
saben más sobre un asunto
Se habrá
fijado, querido lector, que hago referencia a <<seres humanos>> y
no distingo hombres, mujeres, niños o ancianos. Todos formamos parte de un
mismo grupo y la estrategia que hemos sufrido en las últimas décadas ha sido <<divide y vencerás>>. Y hemos
caído en la trampa. Igual que no deseo mal para mis padres, mis hermanas ni mi
pareja (mi familia más cercana, en definitiva) tampoco lo quiero para el ser
humano que viva en Tokio o en Alaska. Cuando la Humanidad ha evolucionado y
avanzado ha sido en los momentos en que ha buscado el bien común. No tenemos
garras ni fauces poderosas. Nos tenemos unos a los otros.
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