Hoy me
he levantado modernista, pero no me apetecía comentar a Rubén Darío, ni
siquiera al Machado, Valle o Juan Ramón Jiménez de la primera etapa de su
obras. Suele afirmarse tajantemente que Rubén Darío trajo a España la lírica
modernista, pero eso no es del todo cierto. Antes de que el poeta nicaragüense
cruzara el océano y hechizara a los jóvenes autores antiburgueses o Gente Nueva, había escritores que
buscaban ya esas características modernistas. Destaca Salvador Rueda, malagueño
que hizo la misma labor renovadora que por ese entonces llevaba a cabo Rubén
Darío en Hispanoamérica (recordemos que influyó en un joven Manuel Machado). Sin
embargo, acabará por imitar al propio poeta nicaragüense.
A pesar
de que su poesía –acusada de gongorina en su época- se caracteriza por el colorido, la musicalidad y
temas variados, la realidad es que sus versos no son del todo cuidados. Hecho
que lo desbancaría al llegar Rubén Darío.
A continuación, voy a comentar uno de sus poemas: Las Canéforas.
Deteniendo
severo magistrado
su pie ante las canéforas preciosas,
mira en sus caras de purpúreas rosas
el pudor por carmines dibujado.
El temblador ropaje replegado
les da esbeltez de vírgenes graciosas
y llevan en las manos primorosas
ricas bandejas de oro cincelado.
Sobre el metal que espejeando brilla,
del sacrificio llevan la cuchilla
que al magistrado, cándidas, ofrecen.
Y le bridan también trigo flamante,
que en las caneas de oro rutilante
rubios granizos con el Sol parecen
Tras la
lectura, que espero que hayáis hecho todos, voy a comentar el poema de manera
somera. Para ello seguiré tanto los modelos de comentario de Díez Borque y
Lázaro Carreter como la teoría de las funciones del lenguaje de Bühler y
Jackobson. De modo que lo analizaremos mediante los niveles lingüísticos.
En
primer lugar, ha de caracterizarse el texto. Es literario (presenta interés por
la belleza del mensaje y el uso de extrañadores; es decir, que destaca la
función poética), concretamente, pertenece al género lírico –en este caso en
verso-, ya que constituye un soneto que destila sensaciones.
En cuanto
al punto de vista de la voz, el yo lírico describe la preparación de un ritual
grecolatino, siendo los personajes el magistrado y las vírgenes muchachas que
portan bandejas con los utensilios del ritual. De modo que el tema se vincula
con el Modernismo, pues resulta una huída de la realidad a otros mundos,
especialmente el clásico. Esto puede percibirse también en el empleo de los
cultismo grecolatinos.
Respecto
a la estructura externa, se ha indicado más arriba que el poema se compone por
dos cuartetos y dos tercetos de rima consonante que conforman el soneto. Por otro
lado, según la estructura interna, resulta difícil dividir el texto, pues
presenta una descripción gradual, de lo general a lo específico o concreto. Así,
distinguimos tres partes; a saber: el yo lírico presenta a los personajes
(primer cuarteto), se centra en las muchachas que portan las bandejas (segundo
cuarteto) y, por último, la mirada se
dirige a dichas bandejas y su contenido (los tercetos: cuchillo, en el primero;
trigo, en el segundo).
Si
pasamos al análisis por niveles, comencemos con el fonológico, relevante en
tanto en cuanto nos hallamos ante un texto en verso, por lo que presenta los
siguientes elementos: pausa, acento, rima, estructura. Al observar la pausa
versal, nos percatamos de la existencia de cierta esticomitia que otorga la
sensación de lentitud, elegancia y misticismo a la descripción poética. Por otro
lado, el acento estrófico es llano, par. Respecto al resto de los acentos,
destaca el rítmico sobre el extrarrítmico, pero hay que mencionar que este soneto
mezcla endecasílabos de distinto tipo: propio (tanto heroico como melódico),
sáfico y mixto. Si tomamos en cuenta los acentos en grupos de tres, también
existe mezcla del ritmo, aunque empieza con el sosegado anapéstico concluye con
el dactílico.
En cuanto
al nivel morfosintáctico, destaca el ámbito nominal sobre el verbal, en
especial la adjetivación, cuyo uso se vincula estrechamente con la forma
elocutiva empleada: la descripción.
Los sustantivos
son concretos, bastantes veces sin un determinante que los concrete: <<severo
magistrado>>, <<ricas bandejas>>, <<trigo
flamante>>, <<rubios granizos>>. En el resto de los casos,
van acompañados por un artículo determinado que muestra que de lo que se habla
es conocido. Sólo hay dos adjetivos determinativos,
en este caso posesivos, para referirse: uno, al magistrado; otro, a las
vírgenes y a su juventud: <<sus caras de purpúreas rosas>>, que
recuerda a versos de Garcilaso.
Por otro
lado, los adjetivos calificativos destacan como antepuestos al sustantivo, lo
que subjetiviza la expresión: <<severo magistrado>>,
<<temblador ropaje>>, <<rubios granizos>>.
No hemos
de olvidar los verbos, empleados en presente, para actualizar la imagen grecolatina
como si nuestros ojos vieran una escena de película. Para ello utiliza también
el gerundio.
Las oraciones,
aunque compuestas, no son complejas. Cada una ocupa una estrofa y las pausas
sintagmáticas coinciden, en la mayoría, con la pausa versal. Podemos observar la
adverbial inicial y la coordinada del segundo cuarteto, mientras que en los
tercetos destaca las relativas.
Entre los
recursos retóricos de este nivel, destacan: por un lado, la enumeración que
constituye todo el soneto; por otro, el hipérbaton del primer terceto:
<<del sacrificio llevan la cuchilla>>, desajuste sintáctico que
produce cierto desasosiego, lo que se vincula con el contenido que se sugiere.
Si nos
centramos en el nivel léxico-semántico, el poema presenta un pretendido estilo
culto que recupera cultismos grecolatinos (canéforas, purpúreas, carmines, flamante,
canea), por lo que fue comparado con Góngora y repudiado por ciertos autores.
Destacable
es el campo semántico vinculado a la luz con los siguientes términos: oro,
espejeando brilla, flamante, Sol. Pero también el del rojo de la juventud
de las canéforas: purpúreas, rosas, carmines.
Entre los
recursos retóricos de este nivel, sobresale la comparación (rubios granizos
con el Sol parecen) y la metáfora (purpúreas rosas), que, a diferencia de lo que se supone al Modernismo, no resultan demasiado originales.
En
conclusión, este texto pertenece a uno de los primeros autores en procurar la
renovación lírica de la llamada Edad de Plata de la literatura española
(proceso que se inicia a finales del XIX y que se ve truncado con la Guerra
Civil). Influirá en autores del movimiento denominado de los Modernos (que
incluirá Modernismo y 98), como Manuel Machado, pero, también al novecentismo (primer Juan Ramón Jiménez) y al grupo del 27 (primer Lorca). Será criticado –se consideraba
el Modernismo, de base parnasianista, como amanerado, afrancesado y
extranjerizante, como indicaba, entre otros, Clarín-, aunque diversas revistas
y autores saldrán en su defensa. A su muerte, en 1933, aparecerán numerosos
estudios sobre su obra. Destacables son los de Juan Ramón Jiménez, José Dolmenicha y Cernuda.
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