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sábado, 24 de mayo de 2014

COMENTARIO DE TEXTO: LAS CANÉFORAS, DE SALVADOR RUEDA.

Hoy me he levantado modernista, pero no me apetecía comentar a Rubén Darío, ni siquiera al Machado, Valle o Juan Ramón Jiménez de la primera etapa de su obras. Suele afirmarse tajantemente que Rubén Darío trajo a España la lírica modernista, pero eso no es del todo cierto. Antes de que el poeta nicaragüense cruzara el océano y hechizara a los jóvenes autores antiburgueses o  Gente Nueva, había escritores que buscaban ya esas características modernistas. Destaca Salvador Rueda, malagueño que hizo la misma labor renovadora que por ese entonces llevaba a cabo Rubén Darío en Hispanoamérica (recordemos que influyó en un joven Manuel Machado). Sin embargo, acabará por imitar al propio poeta nicaragüense.
A pesar de que su poesía –acusada de gongorina en su época- se  caracteriza por el colorido, la musicalidad y temas variados, la realidad es que sus versos no son del todo cuidados. Hecho que lo desbancaría al llegar Rubén Darío.

A continuación, voy a comentar uno de sus poemas: Las Canéforas.

Deteniendo severo magistrado
su pie ante las canéforas preciosas,
mira en sus caras de purpúreas rosas
el pudor por carmines dibujado.

El temblador ropaje replegado
les da esbeltez de vírgenes graciosas
y llevan en las manos primorosas
ricas bandejas de oro cincelado.

Sobre el metal que espejeando brilla,
del sacrificio llevan la cuchilla
que al magistrado, cándidas, ofrecen.

Y le bridan también trigo flamante,
que en las caneas de oro rutilante
rubios granizos con el Sol parecen




Tras la lectura, que espero que hayáis hecho todos, voy a comentar el poema de manera somera. Para ello seguiré tanto los modelos de comentario de Díez Borque y Lázaro Carreter como la teoría de las funciones del lenguaje de Bühler y Jackobson. De modo que lo analizaremos mediante los niveles lingüísticos.
En primer lugar, ha de caracterizarse el texto. Es literario (presenta interés por la belleza del mensaje y el uso de extrañadores; es decir, que destaca la función poética), concretamente, pertenece al género lírico –en este caso en verso-, ya que constituye un soneto que destila sensaciones.
En cuanto al punto de vista de la voz, el yo lírico describe la preparación de un ritual grecolatino, siendo los personajes el magistrado y las vírgenes muchachas que portan bandejas con los utensilios del ritual. De modo que el tema se vincula con el Modernismo, pues resulta una huída de la realidad a otros mundos, especialmente el clásico. Esto puede percibirse también en el empleo de los cultismo grecolatinos.
Respecto a la estructura externa, se ha indicado más arriba que el poema se compone por dos cuartetos y dos tercetos de rima consonante que conforman el soneto. Por otro lado, según la estructura interna, resulta difícil dividir el texto, pues presenta una descripción gradual, de lo general a lo específico o concreto. Así, distinguimos tres partes; a saber: el yo lírico presenta a los personajes (primer cuarteto), se centra en las muchachas que portan las bandejas (segundo cuarteto) y, por último, la mirada  se dirige a dichas bandejas y su contenido (los tercetos: cuchillo, en el primero; trigo, en el segundo).
Si pasamos al análisis por niveles, comencemos con el fonológico, relevante en tanto en cuanto nos hallamos ante un texto en verso, por lo que presenta los siguientes elementos: pausa, acento, rima, estructura. Al observar la pausa versal, nos percatamos de la existencia de cierta esticomitia que otorga la sensación de lentitud, elegancia y misticismo a la descripción poética. Por otro lado, el acento estrófico es llano, par. Respecto al resto de los acentos, destaca el rítmico sobre el extrarrítmico, pero hay que mencionar que este soneto mezcla endecasílabos de distinto tipo: propio (tanto heroico como melódico), sáfico y mixto. Si tomamos en cuenta los acentos en grupos de tres, también existe mezcla del ritmo, aunque empieza con el sosegado anapéstico concluye con el dactílico.
En cuanto al nivel morfosintáctico, destaca el ámbito nominal sobre el verbal, en especial la adjetivación, cuyo uso se vincula estrechamente con la forma elocutiva empleada: la descripción.
Los sustantivos son concretos, bastantes veces sin un determinante que los concrete: <<severo magistrado>>, <<ricas bandejas>>, <<trigo flamante>>, <<rubios granizos>>. En el resto de los casos, van acompañados por un artículo determinado que muestra que de lo que se habla es conocido. Sólo hay dos  adjetivos determinativos, en este caso posesivos, para referirse: uno, al magistrado; otro, a las vírgenes y a su juventud: <<sus caras de purpúreas rosas>>, que recuerda a versos de Garcilaso.
Por otro lado, los adjetivos calificativos destacan como antepuestos al sustantivo, lo que subjetiviza la expresión: <<severo magistrado>>, <<temblador ropaje>>, <<rubios granizos>>.
No hemos de olvidar los verbos, empleados en presente, para actualizar la imagen grecolatina como si nuestros ojos vieran una escena de película. Para ello utiliza también el gerundio.
Las oraciones, aunque compuestas, no son complejas. Cada una ocupa una estrofa y las pausas sintagmáticas coinciden, en la mayoría, con la pausa versal. Podemos observar la adverbial inicial y la coordinada del segundo cuarteto, mientras que en los tercetos destaca las relativas.
Entre los recursos retóricos de este nivel, destacan: por un lado, la enumeración que constituye todo el soneto; por otro, el hipérbaton del primer terceto: <<del sacrificio llevan la cuchilla>>, desajuste sintáctico que produce cierto desasosiego, lo que se vincula con el contenido que se sugiere.
Si nos centramos en el nivel léxico-semántico, el poema presenta un pretendido estilo culto que recupera cultismos grecolatinos (canéforas, purpúreas, carmines, flamante, canea), por lo que fue comparado con Góngora y repudiado por ciertos autores.
Destacable es el campo semántico vinculado a la luz con los siguientes términos: oro, espejeando brilla, flamante, Sol. Pero también el del rojo de la juventud de las canéforas: purpúreas, rosas, carmines.
Entre los recursos retóricos de este nivel, sobresale la comparación (rubios granizos con el Sol parecen) y la metáfora (purpúreas rosas), que, a diferencia de lo que se supone al Modernismo, no resultan demasiado originales.



En conclusión, este texto pertenece a uno de los primeros autores en procurar la renovación lírica de la llamada Edad de Plata de la literatura española (proceso que se inicia a finales del XIX y que se ve truncado con la Guerra Civil). Influirá en autores del movimiento denominado de los Modernos (que incluirá Modernismo y 98), como Manuel Machado, pero, también al novecentismo (primer Juan Ramón Jiménez) y al grupo del 27 (primer Lorca). Será criticado –se consideraba el Modernismo, de base parnasianista, como amanerado, afrancesado y extranjerizante, como indicaba, entre otros, Clarín-, aunque diversas revistas y autores saldrán en su defensa. A su muerte, en 1933, aparecerán numerosos estudios sobre su obra. Destacables son los de Juan Ramón Jiménez,  José Dolmenicha y Cernuda.



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