Aunque me gusta conocerlas, no sigo ninguna de las religiones existentes. Mi fe se vincula con las normas morales que creo que están en nosotros como seres humanos, aunque se necesite de la educación para no olvidarlas y desarrollarlas plenamente. Yo entiendo estas fiestas, cúmulo de culturas distintas y no de base cristiana (debería decir Católica no vayan a identificarlas los lectores), pese a quien pese, como celebración de la Humanidad, de la gente buena que nos rodea y que tenemos suerte de seleccionar, a diferencia de lo que sucede con la familia biológica que nos toca, a veces con premio y, si no has nacido con una estrella, sin él.
Lo que no podemos hacer es celebrar una supuesta festividad de la bondad y el amor y comportarnos como unos incivilizados: adelantar por la derecha sumando papeletas para provocar un accidente; alardear de lo "bueno" que se ha hecho, pues pierde todo su valor y descubre la clase de persona que se es (y no precisamente buena); dar empellones; escupir; no cumplir con un acuerdo; fumar ante otras personas (especialmente si es un niño, un anciano y peor si es el propio hijo); colarse y un largo etcétera que me hace sorprender de que nos sigamos aguantando unos a los otros.
Se ha perdido el sentido porque nos hemos olvidado de comprenderlo, y que celebrar algo no debe circunscribirse, como bien dices, a un día concreto. Celebramos nuestro cumpleaños un día, pero no nos olvidamos de vivir los otros 364 días del año. Esto es igual. En cualquier caso, los valores se inculcan. La libertad nos dice que cada uno debe pensar qué es lo que celebra, y si en esa celebración entran valores morales o religiosos, encargarse de recordarlos a los que le rodean, para que perpetúen ese sentido en generaciones futuras. Hemos llegado a un punto en la sociedad en el que no nos preguntamos nada. Hacemos lo que hacen los demás simplemente por aparentar, o porque toca, sin entender siquiera el motivo por el que lo hacemos. Ahí hemos perdido el sentido de vida, y evidentemente, perdemos el criterio de transmitirlo a los demás, con lo que la bola de ignorancia y vacuidad se va haciendo más grande.
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