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domingo, 19 de octubre de 2014

MITOLOGÍA INCA: HERMANA SERPIENTE


Había una vez una mujer que vivía sola. Un día, que trabajaba en el jardín, apareció una serpiente. Se dio tal susto, que dio un salto hacia atrás, pero el animal seguía inmóvil, observándola. La mujer, algo más tranquila, también la miró y le pareció que la serpiente estaba embarazada. Y sin ningún ruido, ésta se marchó.
Al poco, la mujer sintió que estaba embarazada, con el asombro consecuente, pues no había yacido con hombre alguno. Al ir a dormir, tuvo un extraño sueño en el que aparecía aquella serpiente del día anterior hablándole. El animal le decía que había sido él quien la había dejado encinta. Esta noticia provocó que despertara de golpe.
Pasaron los meses y la mujer dio a luz a dos hijas, pero, ante su horror, no ambas eran humanas. ¡Una de ellas tenía forma de serpiente! Sin embargo, una noche soñó que la hija serpiente le hablaba para decirle que ella no debía vivir allí, sino que había de dejarla en el jardín, en el mimo lugar donde había sido concebida.
La mujer, bastante aliviada por poder solucionarlo así, sacó a la pequeña al jardín y su hija serpiente se marchó rectando.
Pasaron los años y la mujer y su hija humana vivieron juntas henchidas de felicidad. La hermosa muchacha había tenido muchos pretendientes, pero los había rechazado a todos para quedarse con su adorada madre. Mas, un día, llegó un hombre de otra aldea y con él se casó. Su marido, entonces, le advirtió que debía marchar hacia su hogar para dar la noticia a su familia y que volvería a por ella.
Cuando él partió, la joven oyó un ruido en el jardín. Miró hacia allí y vio a una serpiente que comenzó a hablar.  Le aseguró que su esposo volvería y que le pediría que viajara en un caballo. Sin embargo, le aconsejó que no lo hiciera y que empleara como montura un asno, que encontraría cerca, pero había de viajar al final de la comitiva. Le instó, además, a que llevara consigo algodón , lana, jabón un peine y tijeras. La joven no reconoció en la serpiente a su hermana, pues ni siquiera sabía que tuviera una.
Pasado el tiempo, volvió el esposo, con un hermoso caballo para su mujer, pero ésta prefirió montar sobre un asno con la excusa de que aquél resultaba muy nervioso para ella. El hombre la ayudó a subir y dirigió al pollino hacia el inicio de la comitiva. La muchacha volvió a intervenir para argumentar que sería mejor que fuera al final, pues el lento paso del asno entorpecería la marcha de toda la comitiva.
Tras horas de viaje, la joven ya notaba el agotamiento. Agradeció que se toparan con una granja, pues allí podría descansar. Sin embargo, a medida de que iban acercándose, tuvo un mal presentimiento. Las puertas de la granja se abrieron solas y la joven, que echó un vistazo desde su posición, se dio cuenta de que su marido la conducía hacia el infierno. Unió todas las fuerzas que le quedaban y, aprovechando que estaba al final de la comitiva, marchó al galope con su pequeño asno. Pero el poderoso caballo de su esposo se acercaba veloz. La muchacha giró la cabeza para comprobar cuánto los separaba. Lo que vio, la aterrorizó: su marido se había transformado en un ser monstruoso. ¡Era el demonio!
Aterrada, la muchacha instigó al asno para que corriera más. Recordó, entonces, las palabras de la serpiente. Metió la mano en la alforja y sacó las hebras de algodón. Las lanzó tras de sí sin saber muy bien qué utilidad iban a tener. Una vez que tocaron el suelo, las hebras de algodón se transformaron en niebla. La oscuridad debió bloquear la visión al horrible jinete, pues, por unos momentos, la joven no oyó los cascos del caballo. Mas no duró mucho esa paz y pronto volvió a sentirlos tras de sí. Lanzó, entonces, el jabón. Éste se transformó en una torrencial lluvia que hizo tan resbaladizo el camino que el esposo tuvo que frenar. Pero pronto la muchacha volvió a sentir el caballo tras de sí. Decidió lanzar el peine, que se convirtió en una zarza de enormes espinos, bloqueando el paso durante un tiempo al perseguidor. Pronto volvió a acercarse a la muchacha.
Ya estaba cerca de su casa, pero podía sentir la respiración del demonio, tan próximo estaba. Lanzó la lana, de la que brotó un espeso bosque. Cuando estaba a unos palmos de la puerta, miró hacia atrás y vio que el demonio-esposo había atrapado la cola del asno. En la alforja sólo le quedaban las tijeras. Sin saber qué hacer con ellas al final las lanzó contra el perseguidor. Las pisadas cesaron y se hizo el silencio. miró hacia atrás y vio que las tijeras habían tomado la forma de una enorme cruz verde que separaba a ambos. Al no poder traspasarla, el demonio se marchó.

Sólo entonces la joven descabalgó y condujo hacia el interior del jardín al asno, a quien acariciaba el hocico. De pronto, el animal desapareció y en su lugar surgió la serpiente, que era quien siempre la había acompañado. Le aconsejó que la próxima vez se casara con alguien que conociera bien y se marchó.


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1 comentario:

  1. Muy bello cuento, me gustaria saber si es de tu propia autoría, o es una leyenda inca.

    saludos

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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.