Resultaba
que Nal también había oído hablar de la hermosura de Damayanti. Los dos estaban
enamorados del otro, pero no sabían los sentimientos.
Un día
en el que Nal paseaba por su jardín pensando en la princesa, descendieron unos
cisnes con alas resplandecientes, debido al oro que había en ellas. El rey
comprendió que eran mágicas y decidió acercarse a ellas. Con sigilo, logró
hacerse con el jefe. El cisne se agitó a fin de escapar, pero le fue imposible.
Entonces, propuso un trato al rey: si éste lo dejaba libre, haría lo que
deseara. Nal le pidió que diera un mensaje a Damayanti y le declarara su amor. El
cisne levantó el vuelo y fue en busca de la muchacha. Estaba en el jardín,
rodeada de sus doncellas. Al oír el mensaje, la princesa dio una respuesta:
ella también lo amaba.
Al poco
tiempo, el padre de Damayanti hizo venir a los pretendientes para elegir esposo
a su hija. Además de numerosos príncipes y reyes, había cuatro dioses: Indra, Yama,
Agni y Varuna. Como sabían que ella estaba enamorada de Nal, tomaron la forma
de éste y se colocaron junto a él con la esperanza de que Damayanti no lo
reconociera y eligiera a uno de ellos.
Cuando
llegó la hora de que la princesa seleccionara esposo, ésta observó la larga
fila, pero fue directamente a donde estaban los cinco hombres con la apariencia
de Nal. Sabía que los dioses solían burlarse de los humanos, mas estaba
decidida a no dejarse engañar por ellos. Observó atentamente a los cinco. Se dio
cuenta que, a pesar del parecido, cuatro no pestañeaban y no tenían sombra. La joven
se arrodilló ante ellos para rendirles pleitesía, pero se negó a casarse con
cualquiera de ellos, pues se conformaba con un mortal como lo era Nal.
Sin sentirse
ofendidos, bendijeron el matrimonio, que se celebró en ese momento.
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