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domingo, 15 de diciembre de 2013

MITOLOGÍA Y LEYENDAS DEL ESTE DE EUROPA: LOS DOCE MESES.


Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblecito, vivía una mujer con su hija y su hijastra. La primera estaba mimada y no importaba las maldades que hiciera, pues la anciana madre siempre la miraba con buenos ojos. Sin embargo, a la hijastra, que era muy buena, no paraba de hecerle reproches, reprenderla y considerar que todo lo hacía mal.
Un día de un frío invierno, ya a punto de anochecer, la madrasta mandó a la muchacha que saliera a recoger flores de campanilla. A pesar de la joven le recordó que surgían en marzo y estaban en el congelado enero. No importaba. ¡Las flores eran para el cumpleaños de la hermanastra!
De modo que la buena muchacha salió. Aguantó el gélido viento y hundirse en la nieve a cada paso. Al rato vio una luz en medio del blanco paisaje. Caminó hacia ella hasta que llegó a un claro del bosque. Allí, alrededor de una hoguera, conversaban doce hombres (cada tres representaban edades diferentes: ancianos, mediana edad, jóvenes y muchachos). ¡Eran los doce meses del año!
La joven explicó lo que la había llevado hasta allí. Los doce debatieron un poco. Cada uno de ellos la recordaban perfectamente. Era la muchacha que en cada mes recogía leña, lavaba la ropa hundiendo sus pequeñas manos en las gélidas aguas. Habían decidido ayudar a la muchacha. Para ello, el mes de Marzo había pedido permiso a Enero para ocupar unas pocas horas. Y comenzó a suceder algo increíble. En torno a la joven despareció a desaparecer la nieve y a surgir un florido paraje propio de la primavera más hermosa. La muchacha, con delicadeza, cogió campanillas, que colmaron su cesta. Tras agradecer la ayuda, corrió hacia la casa de la madrastra, a quien contó su aventura. La hermanastra salió disparada en busca de ese claro del bosque con el fin de que le hicieran un gran obsequio. ¡Era su cumpleaños! Pero no volvió. Al encontrar a los doce meses junto a la fuego, éstos no la reconocieron y, airados ante las exigencias de la extraña, lanzaron contra ella una terrible ventisca que la sepultó bajo la nieve. La madre, preocupada, fue en su busca, mas la nieva también la cubrió.

De este modo, la muchacha vivió feliz en su casita, junto a la cual, se dice, que siempre había flores y frutales, como si fuera primavera todo el año.



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