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domingo, 10 de noviembre de 2013

MITOLOGÍA GRECOLATINA: APOLO Y DAFNE.

Hoy vamos a dedicarlo a un mito muy conocido y que ha influido en la cultura occidente: Apolo y Dafne. El relato es griego, pero Ovidio lo recuperó en su Metamorfosis, que ha sido fuente para artistas y literatos de todos los tiempos, especialmente para el Renacimiento, Ilustración y Modernismo.
Muchos sólo cuentan la parte de la persecución, pero la historia comienza antes.
Bernini.
Eros (Cupido en latín), dios del amor, tenía como herramientas arco y flechas. Un día, Apolo, dios de la caza (entre otras cosas), se burló de él porque consideraba que no las empleaba para lo debía: cazar, como un verdadero hombre. Humillado, Eros planeó vengarse. Todo el mundo sabe que sus dardos provocaban el enamoramiento, pero se nos olvida que tenía otros que producían sentimiento de odio.
Eros siguió cautelosamente al orgulloso y apuesto Apolo. Apuntó con unas de su flechas, que impactó en el dios y lo hirió de amor fervoroso hacia una bella ninfa: Dafne. Sin embargo, Eros preparó otro dardo y lo lanzo a la hermosa joven. Ésta, entonces, se sintió asqueada por el dios Apolo. Así que comenzó a huir.
Apolo, deseoso de hacerse con Dafne, la perseguía mientras la ninfa corría desesperada sin saber cómo deshacerse de tal odioso pretendiente. Ya no podía avanzar más y pronto Apolo la alcanzaría. Entonces pidió ayuda a su padre, un dios río. Con el fin de que Apolo no pudiera yacer con su hija, la transformó en laurel en el preciso momento en que Apolo ya podía tocarla con la yema de los dedos.
Y desde entonces, el laurel (que es el significado de Dafne en griego) fue uno de los atributos de Apolo. Y con él se formaría la corona que se ponía en la cabeza a los ganadores de los Juegos Olímpicos y, más tarde, en la del emperador romano.

Uno de los más bellos textos sobre este relato mitológico se debe a la pluma de Garcilaso de la Vega. Os dejo con él.


              Soneto XIII

  A Dafne ya los brazos le crecían
Garcilaso de la Vega.
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían;

  de áspera corteza se cubrían                 
los tiernos miembros que aun bullendo 'staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

  Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía              
este árbol, que con lágrimas regaba.

  ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!






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